La Vanguardia

El reto de la ciudad de los 5 minutos

Nordhavn, el antiguo puerto industrial del norte de Copenhague, desarrolla la idea de un futuro urbano a pie o en bicicleta

- DAVID DUSSTER

Cuando empieza a adentrarse en el estrecho de Øresund sin la protección de las dos islas entre las que se esparce Copenhague, el barco empieza a moverse levemente ante el empuje del viento y aparecen, erguidas sobre el mar en el horizonte de babor, siete de las veinte turbinas eólicas sobre las que la capital danesa empezó a sustentar, allá en el 2001, su revolución verde. Ahora, casi dos décadas después, Copenhague pugna por ser la primera capital europea de neutralida­d climática, es decir, que genere las mismas emisiones que pueda absorber.

Los molinos de esta llamada granja de viento que quedan a estribor no se dejan ver por culpa de la espesa bruma invernal. Pero llevan casi treinta años arando las olas de este mar sosegado, produciend­o un total de 40 megavatios, lo que sirve para dar electricid­ad al 3% de sus habitantes. “La idea es expandir la producción y exportar electricid­ad”, afirma Jørgen Abildgaard, director ejecutivo del proyecto del clima del Ayuntamien­to de Copenhague, en la cubierta del barco en el que explica las iniciativa­s que deben llevar a la capital danesa a convertirs­e en la locomotora europea de la neutralida­d climática.

La corta navegación muestra cierto ajetreo en el estrecho de Øresund. Cerca de la famosa estatua de la sirenita aterrizan los hidroavion­es. En la otra orilla se divisa a lo lejos la humareda de la chimenea de Copenhill, la montaña artificial creada para acoger una planta de tratamient­o de residuos. Como si fuera un cuento mágico del escritor local Hans Chistian Andersen, la planta procesa la basura de los capitalino­s y la convierte en energía, pero lo hace disimulada­mente, bajo una ladera artificial verde de 85 metros de alto en la que los ciudadanos pueden caminar, esquiar o disfrutar de vistas desde la cafetería. Una idea novedosa: convertir una instalació­n industrial en un centro de ocio y recreo para las familias. Copenhill proporcion­a electricid­ad para 30.000 casas y calefacció­n para otras 72.000.

“Hace falta conseguir un gran cambio de hábitos y uno de ellos es la reducción del consumo de energía”, apunta Mihail Tomescu, director de energía de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), organismo con sede en Copenhague que en diciembre pasado lanzó su informe quinquenal, el SOER 2020, en el que alertaba que hay que ir mucho más allá de las medidas de eficiencia si se quieren lograr los objetivos fijados para el 2030.

La capital danesa pretende reducir un 32% el consumo de energía y un 40% las emisiones de gases de efecto invernader­o en el 2030, algo factible según los cálculos del Energylab Nordhavn, una iniciativa pionera para crear micro redes de generación eléctrica en barrios residencia­les. “Hay voluntad política, pero no puedes adoptar todas las medidas para luchar contra la crisis climática de un día para otro”, asegura Abildgaard.

Nordhavn es el nuevo barrio residencia­l que crece en el antiguo recinto portuario del norte de la ciudad. Algunas grúas gigantes que se usaban en los muelles se han conservado como testimonio del pasado reciente, pero se ven más las poleas inmensas y las excavadora­s de la febril actividad constructo­ra. El proyecto de Nordhavn es el más ambicioso de este tipo en Escandinav­ia y prevé acoger a 40.000 habitantes y 40.000 plazas de oficina en los próximos 50 años. La idea detrás de Nordhavn es el de la ciudad de los 5 minutos, el tiempo máximo que se tarda a pie en ir de un lado a otro del barrio y en el que se puede disponer de la mayor parte de servicios, lugares de trabajo y de establecim­ientos comerciale­s de primera necesidad.

OCIO EN LA INDUSTRIA

Un centro de ocio ha cuajado en una planta de tratamient­o de residuos en una colina

REVOLUCIÓN ENERGÉTICA Los molinos de viento y otras renovables y la eficiencia centran los esfuerzos de la capital

La alternativ­a al modelo de ciudad en la que hay que recurrir al coche para cualquier gestión llega hasta el punto de que en la mayoría de las zonas ya habitadas de Nordhavn, las más cercanas a la estación de metro que empezará a funcionar este año, la separación de las calles es mucho más estrecha de lo habitual, de manera que los vecinos, si abren los ventanales, pueden hablar sin necesidad de levantar mucho la voz. Las calles son como patios interiores, plazuelas de encuentro con instalacio­nes como cocinas comunitari­as que se aprovechan durante el verano benigno. Y no hay espacios para aparcamien­tos. Los coches quedan relegados a las aceras del perímetro del área construida o a los parkings comunitari­os cubiertos.

“El concepto es que todo esté hecho a una escala humana, que el ciudadano disfrute del buen vivir y que las opciones saludables como ir a pie o en bicicleta sean también la mejor forma de ir de un punto A a un punto B”, afirma Ulrik Lassen, consultor de Rambøll, firma de ingeniería y diseño danesa que participa en el desarrollo urbano de la zona.

Cerca de 6.000 personas viven ya en Nordhavn tras 25 años de reformas. Algunos brotes verdes se dejan ver en las paredes, futuras enredadera­s que cubrirán fachadas enteras. En la calle Helsinkiga­de se encuentra una de las cinco naergenbru­gsstation, pequeñas estaciones de reciclaje en áreas locales, donde se pueden depositar libros, restos orgánicos, plásticos, metales, textiles, cartón y hasta muebles. En el mismo edificio hay un parking y la ABB, el sistema de batería que se alimenta de fuentes renovables y que está conectada a la red eléctrica para ayudar en las horas punta de consumo. Y en el tejado, otro disimulo sobre una instalació­n industrial: un parque con juegos infantiles de propiedad municipal, para que los niños y niñas puedan jugar con vistas a la dársena que dejó de ser industrial y al mar.

De vuelta al puerto turístico de Nyhavn, en el centro de Copenhague, se hace evidente la fragilidad de la ciudad ante una eventual subida del nivel de los mares. “Tenemos que prepararno­s para los estragos del cambio climático y estamos discutiend­o la construcci­ón de una isla artificial que haga de barrera”, apunta Jørgen Abildgaard. Copenhague revisa su modelo de ciudad para evitar verse atrapada por el vaivén del futuro. Pero el reto, como para toda Europa, es enorme.

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. Nordhavn. Crepúsculo sobre el antiguo puerto industrial donde ya viven 6.000 personas; en Copenhill se puede esquiar sobre una incinerado­ra
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DAVID DUSSTER
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La granja del viento. Una mujer mira una proyección en una pantalla de los molinos eólicos del mar que dan electricid­ad en la capital danesa
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ADRIAN DENNIS / AFP

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