Camus y su madre
París, 4 de enero. Sesenta años del trágico accidente que causó la muerte de Albert Camus, flamante premio Nobel de Literatura, a la edad de 46 años. El accidente se produjo la mañana del 4 de enero de 1960 en la nacional 5 francesa, a la altura de Villeblevin (Yonne). El automóvil, un Facel Vega, conducido por Michel Gallimard se despistó y fue a estrellarse contra un platanero quedando literalmente partido en dos. Camus, sentado a la derecha del conductor, sin cinturón (todavía no era obligatorio), murió en el acto.
Los quioscos de París van llenos de ediciones especiales de diarios y revistas sobre el autor de El extranjero .Enel Express pillo un escrito de Jérôme Dupuis sobre el libro de un autor italiano en el que defiende la tesis de que, contrariamente al desgraciado accidente automovilístico, la muerte de Camus fue un asesinato, en toda regla, ordenado por el KGB. El libro La muerte de Camus, de Giovanni Catelli, fue publicado en Francia (Balland) en el 2019. Según Catelli, Camus firmó su sentencia de muerte el 15 de marzo de 1957 en la sala Wagram de París. En un acto en favor de las víctimas de la represión soviética en Hungría, Camus tuvo unas palabras muy duras para Dmitri Chepilov, efímero ministro de Asuntos Exteriores soviético cuando los tanques rusos entraron en Budapest, y este, ofendido, ordenó al KGB que se encargaran de silenciar para siempre al famoso escritor. Según Catelli, el KGB mandó el trabajo a los servicios secretos checos, los cuales, agárrese lector, “contaron con la luz verde, con la ayuda del gobierno francés de la época”, porque, según el investigador italiano, el anticomunista Camus era un personaje incómodo para las relaciones Francia-urss propiciadas por el general De Gaulle.
¿En qué se apoya Catelli para lanzar semejantes afirmaciones? Pues en un poeta, hijo de Praga, Yan Zabrana, quien en su diario escribió en 1980 que “un hombre” le había dicia. cho que Camus había muerto asesinado por orden soviética. Y en un abogado italiano, Giuliano Spazzali, al que otro abogado francés, nada menos que el célebre Jacques Vergès, le habría confesado que Camus “había sido eliminado por una sección del KGB con el consentimiento tácito de los servicios secretos franceses”. Y eso es todo. Ningún documento, ninguna prueba de que lo que escribió un poeta en su diario y un célebre abogado francés le dijo a su colega italiano sea la verdad. Y nada sobre la identidad de los oficiales del servicio secreto checo que se encargaron del asesinato del escritor francés.
Catelli se limita, sin aportar tampoco ninguna prueba, a contarnos que los agentes del servicio secreto checo sustituyeron un neumático del Facel Vega por otro debidamente preparado para causar el trágico accidente. Camus, además de un gran escritor, fue un excelente periodista y, para rendirle homenaje, sus colegas del Express –donde Camus colaboró en su día– han entrevistado a la señora Svetlana Ptacnikova, directora de los servicios de seguridad checos, que agrupa todos los documentos de los exservicios de investigación de su país, y la señora les ha dicho: “El nombre de Albert Camus no figura en ninguno de nuestros ficheros”. Toma castaña.
En el hors-série del Figaro dedicado a Camus (110 páginas, 8,90 €) me entero de que si bien en las escuelas de Argelia no se enseña a los niños quien fue Camus –pero sí en la universidad–, todo el mundo en aquel país sabe que Camus nació en Argelia y que prefiere su madre a la justiPrefiere su madre a la justicia, la frase, la famosísima frase que pronunció Camus después de recibir el Nobel y que en realidad decía así:
“En ce moment ont lance des bombes dans les tramways d’alger. Ma mère peut ce trouver dans un de ces tramways. Si c’est celà la justice, je préfère ma mère”.
La frase no sentó bien a muchos de sus amigos, Jean Daniel –hijo de Argel, como Camus; el hombre del
Nouvel Observateur– entre otros. Pues bien, Daniel cuenta en su libro
Avec Camus. Coment résister à l’air du temps (Gallimard, 2006) lo que un día del 2005 le dijo el presidente Bouteflika. “¿Sabe usted cuándo me percato de que Camus es un auténtico hijo de Argelia?”. “Cuando dice que si su madre es atacada, prefiere defenderla antes que la justicia. Es exactamente lo que yo siento, lo que yo haría, y no sé por qué razón Camus tendría que callárselo”.
Yo pertenezco a la generación que descubrió a Camus en El extranjero (1942) y La peste (1947), pero mi nieta Agomar (19 años) lo ha descubierto con El primer hombre, la novela inacabada publicada después de su muerte y tal vez su obra maestra. Un libro en el que, según el amigo Daniel, hallamos una especie en vías de desaparición: el pueblo. La pobreza en la que vive el protagonista, Camus, y su madre, se ha convertido hoy, en el mejor de los casos, en una desgracia y, en el peor de ellos, en un delito. Nada ilustra mejor el significado de la palabra pueblo a los ojos de Camus y de su madre que la anécdota que cuenta Daniel de un 14 de julio de 1951 en un baile popular en la plaza Saint-sulpice, en París, en el que el periodista coincidió con el escritor y su madre. Camus le dijo a la madre: “Maman, je suis invité à l’élysée”. Y la madre le responde:
“Ce n’est pas pour nous. N’y va pas mon fils, méfie-toi. Ce n’est pas pour nous”. Y Camus, orgulloso de su madre, no fue al Elíseo. No fue jamás. El único palacio oficial que pisó Camus en su corta vida fue el del rey de Suecia para recibir el Nobel.
Un autor italiano defiende la tesis de que la muerte de Camus fue un asesinato en toda regla ordenado por el KGB