Diálogo, reconciliación, conversión ecológica
Aprincipios de año estamos convocados a reflexionar y a rogar por la paz en el mundo. Desde Pau VI, que la instituyó, el primero de enero es la Jornada Mundial por la Paz, con un lema diferente para cada ocasión. Este 2020 el papa Francisco nos ha propuesto “la paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica”.
La paz es camino de esperanza ante los obstáculos y las pruebas. Es un bien precioso, al que aspira toda la humanidad. El deseo de la paz está profundamente inscrito en el corazón de la persona y no nos tenemos que resignar a nada que sea menos que eso. La esperanza es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables. Por eso todo tipo de guerra es un fratricidio que destruye el mismo proyecto de fraternidad inscrito en la vocación de la familia humana, basada en nuestro origen común en Dios y ejercida en el diálogo y la confianza recíproca. Nos conviene recordarlo ahora que los gritos de guerra y la escalada militar están muy vivos.
La paz es camino de escucha basado en la memoria, la solidaridad y la fraternidad. La memoria de las violencias evitará cometer nuevamente los mismos errores o proponer los esquemas ilusorios del pasado. Abrir y trazar un camino de paz es un desafío muy complejo, ya que los intereses que hay en juego en las relaciones entre personas, comunidades y naciones son múltiples y contradictorios. Hay que hacer un llamamiento a la conciencia moral y a la voluntad personal y política. La paz brota de las profundidades del corazón humano y la voluntad política siempre necesita revitalización, con testimonios convencidos de artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación. El proceso de paz es un trabajo paciente que busca la verdad y la justicia, que honra la memoria de las víctimas y que se abre, paso a paso, a una esperanza común, más fuerte que la venganza. La paz es camino de reconciliación en la comunión fraterna. La Biblia llama a abandonar el deseo de dominar a los otros y aprender a verlos como personas, hijos de Dios y hermanos. El otro tiene que ser respetado por la promesa que lleva dentro y que rompe la espiral de venganza. Tenemos que esperar que venza la fuerza del perdón y la capacidad de reconocernos como hermanos y hermanas, como mujeres y hombres de paz. Paz social, pero también política y económica.
La paz es camino de conversión ecológica. Este camino de reconciliación también es escucha y contemplación del mundo que Dios nos dio para convertirlo en nuestra casa común. Urge una conversión ecológica que lleve a una manera nueva de vivir, de encontrarse los unos con los otros desde la diversidad, de preocuparse por las condiciones y modelos de sociedad que favorecen la vida futura, de incrementar el bien común de toda la familia humana.
La paz se obtiene si se la espera. Requiere paciencia y confianza. Hay que creer que los otros tienen la misma necesidad de paz que nosotros. E ir más allá del miedo reconociéndonos hijos necesitados ante el Padre del hijo pródigo. La cultura del encuentro entre personas y culturas de un único mundo romperá con la cultura de la amenaza y nos guiará más allá de los límites de nuestros horizontes estrechos, a vivir la fraternidad, ya que somos hijos de un único Padre celestial. ¡Empecemos a sembrar, demos el primer paso, seamos hombres y mujeres de paz y esperanza!
La Biblia llama a abandonar el deseo de dominar a los otros y a aprender a verlos como personas