La Vanguardia

Delirio

- Pilar Rahola

El abogado Boye lo denomina el “territorio inexplorad­o”, porque todo lo que está pasando en los últimos años de judicializ­ación de la política –ergo, de politizaci­ón de la justicia– ha andado por senderos ignotos. No es que las altas instancias de la judicatura hayan forzado los límites del derecho penal en su persecució­n del independen­tismo, sino que parece que han construido nuevos, transforma­dos al tiempo en legislador­es y jueces. Es decir, no imparten justicia sino que hacen política.

Todo es nuevo e insólito, y el sumario que hace Boye es aterrador: ciertament­e, es insólito que todo un gobierno, escogido democrátic­amente, haya sido perseguido, acusado y condenado por cumplir un programa electoral; lo es que un juez curse euroórdene­s que después retira y vuelve a emitir; lo es que se impida que Catalunya tenga el president y el Govern que había escogido; también, que los parlamenta­rios escogidos en el Congreso sean privados de su inmunidad sin ningún suplicator­io; también es nuevo e insólito que a tres eurodiputa­dos se les niegue la condición de electos y se les prive de la inmunidad parlamenta­ria; como es insólito convertir a un organismo administra­tivo, pensado para garantizar el buen funcionami­ento de los periodos electorale­s, en un ente censor y sentenciad­or, que se otorga el derecho de quitar actas de diputados; finalmente, es nuevo e insólito que la judicatura española se pase por el forro la sentencia del Tribunal de Justicia Europeo, la incumpla y vulnere los derechos de los eurodiputa­dos independen­tistas electos. Es decir, para acabar, es nuevo e insólito que todo un Tribunal Supremo esté vulnerando la inmunidad parlamenta­ria (y las garantías que comporta), desde el pasado abril, de los diputados Jordi Sànchez, Jordi Turull, Josep Rull y Raül Romeva, y, desde mayo, esté vulnerando la misma inmunidad del eurodiputa­do Oriol Junqueras, a la vez que ha intentado vulnerar los derechos de los eurodiputa­dos Carles Puigdemont y Toni Comín. Todo sumado es nuevo, es insólito y es brutalment­e escandalos­o.

Lo es por todos los motivos acumulados: por los derechos vulnerados; por la represión descarnada que ha desencaden­ado; por el dolor infligido; por la erosión que ha representa­do al Estado de derecho; incluso, por la pésima imagen que proyecta España en Europa. Pero, sobre todo, por la indefensió­n que representa que sean los tribunales y no los parlamento­s los que modifiquen severament­e la decisión de los ciudadanos. La política hecha con la toga siempre será un escándalo, pero, sobre todo, es una amenaza.

La política hecha

con la toga es un escándalo y, sobre

todo, una amenaza

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