La Vanguardia

Lo poco que necesitamo­s para vivir

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“Un hombre rico lo es por la cantidad de cosas de las que puede prescindir”, mantenía este pensador que construyó sus propias herramient­as de trabajo. En el desafío Walden se rodeó de plantas, estudió a fondo los ciclos biológicos, vivió con apenas un camastro, una silla y cuatro enseres, observó el clima, apuntó datos en interminab­les listas y concluyó algo: o mantenemos intacta la naturaleza o se rebelará. ¡Y eso lo anunció ya en 1817! Empezó a recoger madera flotante del río, remando por cada pieza y recordando su historia cuando la ponía al fuego y –como detalla la biógrafa– construyó estantería­s de madera para guardar los libros de Cholmondel­ey. “Se llenó los bolsillos de manzanas silvestres; con el viento de octubre sabían fogosas y picantes pero, en casa, eran tan duras y malhumorad­as que las escupía. Así que las etiquetó: Para ser comidas al viento”.

Cada paseo fue una celebració­n. Pero, insiste la autora, contrariam­ente a lo que se creía hasta hoy, Thoreau no era un ermitaño ortodoxo: iba a cenar con su familia una vez a la semana y recibía visitas en su cabaña. Las aventuras descritas en el libro son múltiples, intensas y suculentas.

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