La Vanguardia

Los vertederos del saber

- Màrius Carol Director

Paul Auster le hace decir a uno de sus personajes de la novela Brooklyn Follies que raro es el día en que se dice algo que no sean estas frases manidas y trilladas que saturan los vertederos del saber contemporá­neo. Sólo hace falta darse una vuelta por Twitter para ver el acierto de esta frase, escrita meses antes del nacimiento de esta red social. A diario se envían 65 millones de tuits en donde fluye lo peor del ser humano. Pero una cosa es que Twitter sea como un bar de madrugada cuando se han acabado las copas y te han abandonado los amigos y otra que el Congreso se convierta en algo parecido a este desolador escenario.

Tras la sesión de investidur­a de Pedro Sánchez, donde se vivieron momentos que no deberían ver los menores, ni siquiera acompañado­s por adultos, el diario El País ha publicado una encuesta en la que el 57% de los ciudadanos cree que la crispación aumentará durante esta legislatur­a, mientras que otro 26,7% piensa que se mantendrá igual. Los votantes de Vox (80%) son los más convencido­s de que el Congreso será una fiesta, pero le siguen a menos de cinco puntos los del PP. En el estudio, Vox y PP son señalados como las dos fuerzas que más contribuye­n a elevar el punto de ebullición de las Cortes.

La crispación como estrategia le ha ido bien a la derecha española. Pero hoy los tiempos son otros y las preocupaci­ones, distintas que en el pasado. En general, los ciudadanos no están tan inquietos por una hipotética ruptura de España como por las pensiones, las desigualda­des, la vivienda o el empleo de mala calidad. La crispación no solo amenaza con destrozar la política, sino también la convivenci­a. Apostar por la España del Duelo a garrotazos que plasmó Goya es una manera de hacernos creer que hoy el país es como sus pinturas negras. Y supone conocer poco las sensibilid­ades y preocupaci­ones de sus gentes. La crispación es el recurso de los mediocres, el altavoz de los villanos y la traducción al populismo de las ideas políticas. Lo que cuesta de entender es que el PP esté tentado de dejarse arrastrar por el discurso catastrofi­sta de Vox.

En general, la buena educación empieza a ser considerad­a un lujo. Pero hay que luchar para que la decencia regrese a la política. Para salvarla de los irresponsa­bles, para devolverle la calma y la dignidad. A ella y a las institucio­nes.

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