La Vanguardia

El régimen iraní saca a las milicias a la calle para contener las protestas

Los Guardianes de la Revolución, en el ojo de las críticas por el derribo del avión

- CATALINA GÓMEZ ÁNGEL

Las imágenes de anoche en las cercanías de la plazoleta Azadi de Teherán no son desconocid­as para los iraníes. Recordaban a las protestas del 2009, cuando cientos de miles de personas –especialme­nte estudiante­s e integrante­s de la clase media– protagoniz­aron uno de los movimiento­s de protesta más grandes que recuerde la República Islámica. Y tal como sucedió entonces, cientos de integrante­s de las fuerzas de seguridad, especialme­nte milicianos, fueron desplegado­s ayer para evitar que la multitud se pudiera reunir y cantar eslóganes. “Abajo los mentirosos”, gritaron.

La misma escena se repitió en otros lugares de Teherán, especialme­nte en las cercanías de las universida­des donde la fuerza antidistur­bios desplegó toda su fuerza. Incluidos sus acorazados.

Era el segundo día de protestas después de que el régimen se viera obligado a admitir que fue un misil suyo lo que derribó al avión ucraniano, con la muerte de sus 176 ocupantes. La mayoría iraníes o de origen iraní, y la mayoría jóvenes con prometedor­as carreras por delante. El avión de los estudiante­s se le llama en Irán.

“Nuestro enemigo está aquí. Mienten cuando dicen que América es nuestro enemigo”, era uno de los eslóganes ayer, en un gran desafío contra estas fuerzas que hace sólo unas semanas, en noviembre, reprimiero­n con dureza a otra ola de protestas, entonces liderada por el sector de la sociedad más golpeado económicam­ente. Los manifestan­tes se quejan de que al régimen no le interesa la vida de la población, a no ser que formen parte de su estructura. Recuerdan que más de 260 iraníes han muerto desde que Estados Unidos asesinó al general de las fuerzas Qods, Qasem Soleimani, el pasado 3 de enero.

Los estudiante­s de la universida­d Amir Kabir, donde se llevó a cabo una de las primeras protestas el sábado, publicaron ayer un comunicado en el que aseguraban que estaban rodeados por “diablos”. Hablaban de la presión económica, de la sombra de una guerra, de la represión con la que el régimen responde a las demandas de la gente y a la presencia estadounid­ense en la región que “no produce otra cosa que insegurida­d y caos”.

En las aceras cercanas a la plazoleta Azadi, decenas de personas trataban de parecer anoche transeúnte­s normales, pero era obvio que fingían. Algunos fueron detenidos, otros recibieron palizas. Un joven fue golpeado y pateado por cinco milicianos con uniforme. Las fuerzas de seguridad dispararon gases lacrimógen­as y balas de goma. Si bien lograron que parte de los asistentes se retirase, no consiguier­on totalmente su objetivo. Un grupo importante logró romper la barrera y reunirse para cantar eslóganes, como había sucedido la noche anterior frente a dos de las universida­des más grandes de la ciudad. “Abajo los mulás”, “muerte al dictador”, gritaban.

En una de esas concentrac­iones fue detenido el sábado el embajador británico, que aseguró que había acudido para rendir homenaje a las víctimas. Lo dejaron en libertad poco después con la intermedia­ción del Ministerio de Exteriores, pero la noticia despertó la ira del sector más radical, que lo acusó de instigar las protestas. En la tarde de ayer, cientos de milicianos y seguidores del régimen se reunieron frente a la embajada británica para reclamar su expulsión. Ellos, a diferencia de los universita­rios, no fueron reprimidos. Y es que ayer

“Nunca había sentido tanta vergüenza en mi vida”, confiesa el jefe de los Guardianes ante el Parlamento

crecía el sentimient­o entre los más radicales, pero también entre el régimen, de que el derribo del avión se ha convertido en una campaña contra los Guardianes de la Revolución.

“El Parlamento no permitirá que los enemigos de Irán dañen la lucha de los Guardianes y su espíritu valiente”, dijo el presidente de la cámara, Ali Lariyani, después de oír las explicacio­nes del máximo jefe de estas fuerzas, el general Hosein Salami. “Nunca había sentido tanta vergüenza en mi vida. Me hubiera gustado estar en ese avión y haberme estrellado y quemado con ellos, y no tener ser testigo de esta tragedia”, dijo el general en un compungido discurso ante el Parlamento.

Un sector de la prensa iraní pedía ayer que hubiera dimisiones, pero hasta ahora sólo se han escuchado disculpas.

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MIDDLE EAST IMAGES / EP Un joven se protege de los gases lacrimógen­os lanzados por la policía en Teherán la noche del sábado

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