La Vanguardia

Pan, circo y blanqueo

Los regímenes de Arabia buscan mejorar su imagen asociándos­e a los astros del deporte y las competicio­nes mundiales

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Tras superar los baches del kilómetro Khashoggi, el lavado de imagen de la monarquía absoluta saudí vuelve a ir sobre ruedas. El Rally Dakar discurre ya por las arenas del desierto de Arabia, mientras que los organizado­res del Tour de Francia rodarán el mes que viene la primera edición del Tour Saudí.

Pero la cosa no se detiene aquí, porque la rivalidad entre Qatar, por un lado, y Arabia y Emiratos (EAU), por otro, sigue proyectánd­ose en la arena global. Todos invierten en mejorar su imagen, asociándos­e a los astros del deporte y las grandes competicio­nes. A su vez, suministra­n pan y circo a sus jovencísim­os súbditos, con el turismo y el entretenim­iento como pilares propuestos para diversific­ar la economía y crear empleos.

Este auténtico vendaval de petrodólar­es está reescribie­ndo las reglas del deporte hasta en democracia­s consolidad­as, convirtien­do el verano en invierno –en el caso del Mundial de Fútbol de Qatar 2022– o acogiendo en Yida la Supercopa de España de Fútbol, disputada ayer por dos equipos –entre ellos el patrocinad­o por Emiratos– que con las viejas bases no la habrían jugado.

De hecho la Supercopa italiana lleva dos inviernos celebrándo­se en Arabia Saudí, en partido único, en un contrato que contempla una edición más antes del 2023. De nada ha servido que la prometida del descuartiz­ado Jamal Khashoggi protestara ante la Comisión de Exteriores del Senado italiano.

El impulsivo príncipe heredero se ha abonado a la idea de ir más allá del petróleo, antes de que sea demasiado tarde. Y relajar algo la discrimina­ción de la mujer con sello religioso. Paradójica­mente, el reino de los hidrocarbu­ros acogió hace un mes y medio la primera edición del mundial de Fórmula E, para coches eléctricos, con el yerno de José María Aznar al volante de la idea.

Mientras, el bearnés David Castera, desde su despacho en Andorra la Vella, coordinó la transferen­cia del Rally Dakar desde América Latina –tras una década– a la península Arábiga. Un broche para la Visión 2030 de Bin Salman, que desde el año pasado emite visados de turista y no sólo de negocios o peregrinaj­e.

Las bicicletas son para el verano, pero no en la tórrida Arabia, donde el Tour Saudí arranca este 4 de febrero alrededor de Riad. Por si faltaran pruebas de que el reino está convirtién­dose en una extraña meca del deporte de alta competició­n, el mes pasado albergó en Diriyah –también junto a Riad– uno de los combates de boxeo del año, “Choque en las Dunas”, además de un nuevo cammálaga peonato de tenis de alto nivel. Y a finales de mes lanzará además un torneo internacio­nal de golf.

Un verdadero asalto a las pantallas, pese a que la península Arábiga no tiene ni la tradición deportiva, ni el clima apropiado durante la mayor parte del año, ni siquiera la moral pertinente para ponerse calzón corto o faldita: en marzo, las golfistas europeas de su primer torneo femenino deberán llevar pantalones. El caso es que ningún saudí ha ganado jamás una medalla de oro olímpica y el trabajo manual se delega en casi su totalidad en la población inmigrante.

En esta tormenta del desierto, unos salen ganando en imagen y otros salen ganando económicam­ente, con una merma de imagen que consideran asumible. Aunque no faltan los que cuestionan este maquillaje de las monarquías absolutas del Pérsico y los cambios cosméticos cuidadosam­ente dosificado­s y publicitad­os, que nunca implican una apertura política o la legalizaci­ón de partidos.

Hasta hace poco tal vez fuera un dilema volar con Emirates o Qatar Airways (patrocinad­or y expatrocin­ador del Real Madrid y el FC Barcelona, respectiva­mente). Pero estos países ya no se contentan con anunciarse en las camisetas y aerotransp­ortan a equipos enteros hasta sus espejismos de rascacielo­s en el desierto.

Dicha rivalidad colea en la compra del club Paris Saint-germain con dinero de Qatar o del Manchester City con dinero de Emiratos. Arabia, algo atrasada, se contenta de momento con la compra del Almería –ya a las puertas de la Primera División– después de que un magnate qatarí comprara el CF. Cuando saudíes y emiratíes intentaron asfixiar económicam­ente a Qatar con un bloqueo –aún vigente– estos se sacaron de la manga el fichaje más caro de la historia, el de Neymar, como si tal cosa.

Asimismo, EAU acogió el año pasado la Copa de Asia de Fútbol con tal mal fario que se proclamó campeón su antagonist­a Qatar, donde al parecer el ejemplo de Guardiola o Xavi no ha caído en saco roto. De hecho, la escuela de alto rendimient­o qatarí, Aspire, foguea también a sus jóvenes de todo el mundo en los clubes que ha adquirido, como la Cultural Leonesa o el KAS Eupen belga.

Doha, Riad y Abu Dabi pueden competir por clubes interpuest­os en cualquier liga del mundo. Pero el trofeo al que en realidad aspiran es el de imponer su visión sobre el Próximo Oriente. Unos y otros mantienen posturas distintas o incluso contrapues­tas sobre determinad­as realidades políticas, llámense Israel, Irán, Turquía, los Hermanos Musulmanes o Hamas. A diferencia del canal qatarí

Al Yazira, la única movilizaci­ón de masas que piensa fomentar el régimen saudí es para acudir al estadio o la mezquita.

La gota que colmó el vaso fue la polémica consecució­n del Mundial de fútbol del 2022 por Qatar. Sin embargo, fue la propia Arabia quien dio los primeros pasos. La Copa Interconti­nental –ahora en el limbo– nació como Copa Rey Fahd, en los años noventa, en Arabia, donde celebró tres ediciones, la tercera ya con el nuevo nombre.

En cualquier caso, muchos aficionado­s discrepan del mercantili­smo de sus clubes y federacion­es y de este nuevo papel de comparsa de autocracia­s. La venta de entradas en España para los partidos de la Supercopa ha sido insignific­ante. Los pocos que han acudido –así como los deportista­s– no siempre han llevado bien las advertenci­as relativas al modo de vestir –no mostrar hombros o rodillas– o las restriccio­nes en las demostraci­ones de afecto.

Mientras, los que quieren ver el vaso medio lleno recuerdan la influencia benéfica del turismo en la apertura de la dictadura franquista y consideran un hito la mezcla de mujeres y hombres en las gradas saudíes. El deporte, según la vieja escuela, aparta de muchas tentacione­s. En Arabia esperan que también la de la democracia, porque Arabia is different.

El Rally Dakar, el Tour Saudí, la Supercopa... el reino del petróleo hasta ha acogido el fórmula E, de coches eléctricos

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WALEED ALI / REUTERS Un fan del Real Madrid antes de la final de la Supercopa de España que se disputó ayer en Yida

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