La Vanguardia

Mesa y sobremesas independen­tistas

- Isabel Garcia Pagan

“Tener el gobierno no quiere decir tener el poder”. La frase de Oriol Junqueras el viernes en una entrevista escrita en RAC1 ponía a Pedro Sánchez frente al espejo. Tras oficializa­r la composició­n de su gabinete, el presidente asume en primera persona el mando de la negociació­n política con la Generalita­t en busca de una solución a la crisis catalana. Serán la vicepresid­enta Carmen Calvo y el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, quienes pongan la cara, además de la ministra de Política Territoria­l, Carolina Darias, y Salvador Illa, pero los costes se cargarán a la cuenta de Sánchez.

Costes, porque tener el gobierno no quiere decir tener el poder, y el éxito político que supone activar una nueva operación Catalunya –lejos del ministerio del Interior y el comisario Villarejo– no implica que otro poder del Estado, el judicial, comparta el objetivo, los tiempos y mucho menos el método acordado por Sánchez y Junqueras.

El escenario es imprevisib­le para el nuevo Gobierno, pero también para ERC, que debe conjugar ahora su voto en Madrid con la batalla electoral en Catalunya. Los republican­os han optado por una estrategia político-judicial de largo alcance –aumentar la base independen­tista y defensa de los derechos fundamenta­les desde prisión– pero necesitan hechos más allá de discursos en la Moncloa. La maraña judicial en torno al proceso soberanist­a ahoga el debate político y aleja el horizonte de la “desjudicia­lización”. Los órganos de gobierno del Poder Judicial y el Tribunal Constituci­onal están en manos de los sectores más conservado­res, su renovación parlamenta­ria depende de la derecha, y ni siquiera el relevo de Mªjosé Segarra como Fiscal General del Estado garantiza la desactivac­ión de los lobos solitarios del Tribunal Supremo.

Y ERC se impacienta. Primero fue la “desinflama­ción” y ahora el “recomenzar” junto a los primeros logros independen­tistas en los tribunales europeos, pero Oriol Junqueras sigue en su celda de Lledoners por orden del Supremo mientras Carles Puigdemont exhibe hoy en Estrasburg­o el “éxito del exilio”.

Los republican­os no pueden inhibirse de esa escena sin ser desleales al Govern. Pere Aragonès y Roger Torrent acompañan al expresiden­t y Toni Comín, que, en plena pugna electoral entre socios, pasa de ser diputado de ERC a eurodiputa­do de Jxcat con críticas a sus antiguos valedores. “Se podía negociar con el PSOE con resultados mejores”.

Jxcat se sentará en la mesa pero mantendrá la presión sobre Sánchez y ERC. El valor electoral de la marca está ligado a la defensa del “mandato del 1-O”, mientras que los republican­os han virado hacia la gobernabil­idad, así que la convivenci­a en la parte catalana no será pacífica. El pacto PSOE-ERC prevé coordinar la mesa de gobiernos con la Comisión Estado-generalita­t y la Taula de Partits del Parlament, donde participan el PSC y los comunes.

Pero Torra concedió protagonis­mo a una mesa paralela de partidos y entidades independen­tistas para dar entrada a Puigdemont, y desde donde la ANC pretende fiscalizar y bloquear debates que no sean negociar la independen­cia. Mientras, Jordi Cuixart (Òmnium) defiende dialogar con el PSOE.

Las condicione­s de la ANC solivianta­n a los comunes, que consideran “sectario” ignorar la transversa­lidad política catalana justo cuando empiezan a dibujarse mayorías de izquierda alternativ­as al independen­tismo.

Pero es el futuro judicial de Torra y el mando de Puigdemont lo que marca los tiempos. El president esgrimirá como un agravio su inhabilita­ción frente a Sánchez, y Elsa Artadi se ha erigido en la punta de lanza de esa estrategia contra el “Sánchez el dialogante”. El resto espera una señal de Puigdemont.

“Tener el Gobierno no quiere decir tener el poder”, avisó Junqueras ante la decisión del Supremo

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