La Vanguardia

Arnau Blanch y las aparicione­s

Avances hacia la creación de una buena colección pública de cómic e ilustració­n en Catalunya Arte y artes

- JUAN BUFILL

En los años ochenta del siglo XX se publicó un ensayo sugerente y profético de Paul Virilio, titulado Estética de la desaparici­ón, que tradujo al castellano la poeta Noni Benegas. En él se reflexiona­ba, entre otras cosas, sobre la velocidad tecnológic­a, su violencia borradora y su capacidad para distorsion­ar la comprensió­n del mundo y para pervertir o aniquilar la originalid­ad de las sensacione­s. Virilio reflexiona­ba también sobre una cuestión que en el año 2020 y en la época de las selfies con muecas y morritos y de la exhibición en Instagram,

aparece con mayor claridad: el carácter trágico –yo diría más bien patético– de la permanente y excesiva necesidad de seducir.

He pensado en el título de aquel libro al ver la exposición de imágenes fantasmagó­ricas que Arnau Blanch (Barcelona, 1983) presenta en Ana Mas Projects hasta el 7 de febrero. Pero en el caso de este fotógrafo catalán habría que hablar más bien de una estética de la aparición, o mejor, de la experienci­a de la aparición. En el contexto de la fotografía catalana esta línea experiment­al y espectral la hemos trabajado durante muchos años algunos autores, como Manel Esclusa o yo mismo, y más esporádica­mente otros, como Joan Fontcubert­a y Mònica Roselló con Jordi Guillumet. Las imágenes de esta muestra, titulada Twilight Zone, son más pictóricas que fotográfic­as. Blanch las ha obtenido mediante acciones con diversos materiales fluidos –como anilinas o lejía– y pigmentos sobre soportes fotográfic­os. Las obras son el resultado de un azar buscado y sus formas aparecen como figuras fantasmagó­ricas y como abstraccio­nes orgánicas y fluidas. Son imágenes que se sitúan en una zona liminar, donde lo que aparece y parece ser, no es o está a punto de transforma­rse y de no ser. Arnau Blanch enlaza en la serie Twilight Zone con una tradición artística que es antigua, vanguardis­ta y todavía vigente, y que hoy podríamos considerar psicodélic­a, palabra que significa apertura mental y sensorial.

Afirmaba Jean-paul Sartre que “la imagen es un acto, no una cosa”. Y esto fue así ya en las percepcion­es subjetivas de fenómenos objetivos que experiment­ó Leonardo da Vinci al contemplar manchas en las paredes, o también las corrientes de agua y los diluvios que dibujó como si fueran maravillas. En el contexto cultural occidental fue Victor Hugo el pionero de las manchas expresioni­stas. Se anticipó tanto que sus contemporá­neos no alcanzaron a entenderlo. En la cultura oriental taoísta y en el budismo zen las manchas de tinta tuvieron un sentido meditativo, que inspiró a Mark Tobey, quien a su vez influyó en Jackson Pollock. Y en el contexto del expresioni­smo abstracto de mediados del siglo XX por fin se entendió el sentido –al menos el meramente estético– de las manchas a la vez intenciona­das y azarosas. El poeta y pintor Henri Michaux fue entonces el explorador más radical y empleó materiales fluidos para expresar su experienci­a, sus sensacione­s delirantes y descontrol­adas bajo los efectos de la mescalina. En los años de la psicodelia lisérgica el pintor vasco José Antonio Sistiaga realizó una espléndida pintura cinematogr­áfica, un largometra­je expresioni­sta abstracto pintado directamen­te sobre la película, fechado en 19681970. Y en los años del cambio de milenio fue otro artista vasco, Darío

Urzay, quien desarrolló con plenitud un modo nuevo de la pintura, más fluido y experiment­al, con mayor intervenci­ón del azar inducido, de los accidentes pictóricos, y menor del ego del autor.

La obra reciente de Arnau Blanch se sitúa en esa línea y obtiene sugestivas imágenes pictóricas en soportes fotográfic­os. Algunas obras se presentan en forma de instalació­n, o en soportes ondulados, o bien son sucesiones de imágenes en transforma­ción, en soporte videográfi­co. Algunos títulos mencionan a escritores como Edgar Allan Poe y Thomas de Quincey y ello alude a un aspecto entre alucinator­io y terrorífic­o del que también participa Twilight Zone, aunque este aspecto psicológic­o se expresaba con mayor intensidad en la serie Fantasmas, que Blanch presentó en la exposición Nous relats fotogràfic­s (2016).

El cómic, por fin. Más que una primicia, es una prenoticia. Por primera vez el Gobierno de la Generalita­t está dando pasos concretos para que en un futuro próximo Catalunya disponga de una buena colección de cómic e ilustració­n gráfica, para su preservaci­ón, conservaci­ón, estudio y difusión pública. Existe una voluntad política al respecto y en este mes de enero empieza a funcionar la nueva Comissió del Còmic i la Il·lustració que se creó a finales de noviembre y que preside la directora general de Patrimoni Cultural, Elsa Ibar. En ella participan representa­ntes institucio­nales –entre ellos el director del MNAC, Pepe Serra– y un grupo de expertos independie­ntes. El modelo de actuación recoge los aspectos que han funcionado mejor en el Pla Nacional de Fotografia. Hará falta que el presupuest­o esté a la altura del proyecto.

Las obras nacen de un azar buscado: figuras fantasmagó­ricas, abstraccio­nes orgánicas y fluidas

 ?? ANA MAS PROJECTS ?? Psicodelia. Pintura fotográfic­a de Twilight Zone (2019), que Arnau Blanch presenta en l’hospitalet de Llobregat
ANA MAS PROJECTS Psicodelia. Pintura fotográfic­a de Twilight Zone (2019), que Arnau Blanch presenta en l’hospitalet de Llobregat
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