La Vanguardia

Peter Frankopan

El historiado­r Peter Frankopan señala que el viejo corazón del mundo es de nuevo su centro

- JUSTO BARRANCO

Historiado­r

El historiado­r de Oxford Peter Frankopan logró un gran éxito hace cinco años con un ensayo sobre las antiguas rutas de la seda, que constituía­n el corazón del mundo. Ahora vuelve con Las nuevas rutas de la seda, decisivas en el siglo XXI.

Alguna vez todos los caminos llevaban a Roma. Ahora todos llevan a Pekín. En realidad, lo hicieron buena parte de la historia. China, el gran imperio del centro, que eso quiere decir su nombre, fue la gran potencia económica del globo hasta hace tres siglos, cuando la revolución industrial en Europa permitió al mundo occidental despegar. Ahora, en cambio, vivimos un regreso al aspecto del mundo antes de la industrial­ización. Un aspecto que, recuerda el historiado­r de Oxford Peter Frankopan, estaba moldeado por lo que ocurría a lo largo de las rutas de la seda que partían de China hasta Europa. Lo mismo, afirma, sucederá con el futuro. No son los tuits de Trump los que importan en el siglo XXI, señala, “son los países de las rutas de la seda” . Europa, lamenta, vive como si aún fuera el actor principal de la película. Estados Unidos, en cambio, ha tomado a China como una obsesión que empujó a la elección de Trump.

Frankopan publicó en el 2015 El corazón del mundo(crítica) y logró un éxito inesperado mostrando como en las antiguas rutas de las sedas que cruzaban Asia floreciero­n los grandes imperios antiguos y las grandes religiones. Ahora en Las nuevas rutas de la seda (Crítica) recorre el presente y futuro a través de los nuevos caminos del comercio y las ideas que atraviesan otra vez Asia impulsados por China. Un gigante que en el 2013 lanzó su iniciativa del cinturón y ruta de la seda, que utiliza las antiguas vías comerciale­s terrestres y marítimas como base para los planes del país frente al envejecimi­ento de su población, su cambio hacia una economía de servicios y la búsqueda de oportunida­des para sus empresas. Y su seguridad geopolític­a. La iniciativa ha prometido durante estos años un billón de dólares, sobre todo en préstamos, para financiar cerca de un millar de proyectos de infraestru­ctura en puertos, trenes o carreteras por todo el continente asiático y africano, llegando a Europa.

Frankopan recuerda que la idea de rutas de la seda es europea. “A finales del siglo XIX, el geógrafo alemán Ferdinand von Richthofen propuso un término para describir las redes de intercambi­o que conectaban la China de la dinastía Han con el mundo allende sus fronteras; las llamó las rutas de la seda, una expresión que cautivó la imaginació­n de los académicos y el público”. Hoy participan en la nueva iniciativa de inversión china, que no tiene límites geográfico­s y es un paraguas de muchos proyectos, más de 80 países, lo que incluye las repúblicas de Asia Central, los países del sur y sureste de Asia, Oriente Próximo, Turquía, Europa Oriental y diversos estados de África y el Caribe.

El autor repasa los efectos del ascenso chino, ya sea en los mercados del lujo –Prada abrió en la ciudad de Xian el año pasado nueve tiendas– o en la compra de clubs de fútbol y, sobre todo, en la salida de 800 millones de personas de la pobreza en el país. Pero también retrata la expansión imparable de la clase media india, las 12 nuevas puertas que tendrá Tashkent, en Uzbekistán para marcar su posición como corazón de la ruta de la seda o que Irán se ha convertido en un vibrante centro tecnológic­o de start-ups. Y que para el año 2027 el PIB combinado de las ciudades asiáticas será ya mayor que el de la suma de las norteameri­canas y las europeas.

Y aunque el despertar de Oriente no implica que se esté poniendo el sol en Occidente, asegura, la vivencia es radicalmen­te opuesta en ambos mundos: “En parte todo viene de hace 30 años, cuando cae el muro de Berlín. El liderazgo chino estaba extremadam­ente preocupado y es un momento clave para que decida la apertura de su economía y sus mercados. Y su economía ha crecido extraordin­ariamente, 20 o 25 veces. Nosotros hemos sido grandes beneficiar­ios también con bienes más baratos, pero ahora ese periodo de consolidac­ión se acaba y entramos en un nuevo capítulo”. El mundo es otro: “El Brexit y la cuestión de la identidad en España habla de qué tipo de expectativ­as tenemos en Occidente del futuro. En Asia muchos estados tienen problemas, pero vas a las calles de Hanoi, Kuala Lumpur o Pekín y la gente siente que la vida se está haciendo mejor para ellos, que son más ricos, la educación y la salud mejoran. En Europa somos muy pesimistas, creemos que a la generación próxima le irá peor la vida. Un sentimient­o con bases económicas, atrapados entre unos EE.UU. muy agresivos ahora y, al otro lado, no sólo China, sino también Rusia, India, Oriente Medio. Y en África el cambio demográfic­o es enorme. Así, las reacciones que tenemos no parecen tan sorprenden­tes”. Peor aún, subraya, “el 40% de los jóvenes alemanes no creen que la democracia sea necesaria para el éxito de un país. Es terrorífic­o que piensen que nuestra debilidad es la democracia”.

Y dice que un gran problema europeo es que “estamos alejados de la realidad del mundo”. “Los medios dan noticias europeas, Macron, el Brexit, nada de Corea del Sur o Malasia, en vez de ver las oportunida­des y prepararno­s. Sólo ahora empezamos a despertar. Pensábamos

LA CARA Y LA CRUZ

“En las calles asiáticas sienten que su vida mejora, en Europa cunde el pesimismo”

“Europa vive como si fuera aún el actor principal y sólo ve noticias suyas y enseña inglés”

que estos países iban a ser cada vez más como nosotros, democrátic­os, con nuestros modelos culturales, y eso es naif y arrogante. El mundo no para de cambiar guiado por la demografía, los recursos y el cambio climático. E incluso para lo que nos importa hoy en Europa, como la ecología, la solución no está aquí: en Filipinas 32.000 millones de bolsas de plástico van al sistema de aguas”. Frankopan denuncia que en Europa “en los colegios se sigue enseñando inglés, alemán, francés, no chino, árabe, ruso o farsi. Creemos que somos lo único que importa”.

En cuanto a EE.UU., reconoce que Trump es como un culebrón pero no quiere decir que sea ilógico “cuando dice que los países de la OTAN deben pagar más, cuando denuncia a países europeos que invierten militarmen­te contra Rusia pero construyen oleoductos que les hacen más dependient­es de ella o cuando dice a las compañías chinas que vienen a comprar puertos en Valencia que es injusto no poder hacer lo mismo en China”. “Trump es el presidente más poderoso de la historia porque despide a todo el mundo, no escucha a nadie y reacciona impulsivam­ente y como un emperador, pero es mejor entender los problemas que trata de resolver. China es uno. Antes de ser elegido se puso muy agresivo con China y eso le ayudó a ganar, aunque parte de los puestos de trabajo del los Estados del rust belt estadounid­ense se han ido por las nuevas tecnología­s”. No es sólo él. El que fuera su secretario de Defensa, el general James Mattis, cree que China tiene hoy como modelo el imperio Ming, que exigía a otras naciones que se convirtier­an en Estados tributario­s y se inclinaran ante Pekín.

En todo caso, dice Frankopan, en EE.UU. se atacan las iniciativa­s chinas, se dice que no son transparen­tes o pagables por los otros países y “quizá es correcto, pero, ¿cuál es la alternativ­a para ellos?”. Además, señala, el dinero que invierte China ha caído porque tiene sus propios problemas económicos.

¿El XXI es el siglo chino? “Muchos que dicen hoy que no por sus problemas internos, decían hace 30 años que cuando China se hiciera más rica sería democrátic­a. No sé si será el siglo de Asia, pero sí que los sitios que realmente importan en el mundo de hoy y mañana están en Arabia Saudí, Irán, India, Pakistán, Indonesia. Son dos tercios de la población mundial, cada vez más rica. No somos ya el principal actor. Una caída de la economía china significa la de coches y trabajos en Alemania. Europa vive una crisis existencia­l sobre qué significa. Hace falta debatir si integrarno­s mejor, una imposición común, políticas de tecnología digital. Frente a eso, el peligro del populismo es la hipersimpl­ificación, eslóganes como Get Brexit done, como si fuera abrir una botella”.

CHINA, OBSESIÓN DE EE.UU.

Trump ganó atacando a China. Mattis cree que el modelo chino es el imperio Ming

UN PROYECTO GLOBAL

En la nueva ruta de la seda impulsada por los chinos participan más de 80 países

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VCG / GETTY El dragón y la torre. Un desfile celebra en Macao el 70 aniversari­o de la República Popular China

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