La Vanguardia

El compromiso de Barcelona con el futuro

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Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, manifestó ayer por la mañana que Madrid haría cuanto estuviera en su mano “para quedarse con el Mobile World Congress” (MWC), que desde el 2005 se celebra en Barcelona. Este anuncio motivó la respuesta de Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, que lo asoció a la cizaña. A última hora de la mañana, quizás consciente de su resbalón, la presidenta madrileña matizó su primera declaració­n y se limitó a decir que si el MWC salía de Barcelona, “Madrid estaría ahí”. Quizás una dirigente más sensible y experiment­ada que la popular Díaz Ayuso no hubiera hablado como lo hizo. Ni hubiese tenido que corregirse después.

El MWC es el principal salón mundial de telefonía móvil, y una presa codiciada por cualquier ciudad con capacidad para organizar congresos de primer nivel. Cada año genera 400 millones de euros y 12.000 empleos temporales en Barcelona. No sólo es bienvenido por estas razones contables. También lo es por la proyección que da a Barcelona, sede de no pocas industrias del sector, al reforzar su vínculo con las tecnología­s de última generación más extendidas. La próxima edición se celebrará pronto, en febrero, y no hay motivos para pensar que los promotores de este congreso, comprometi­do hasta el 2023, tengan planes inmediatos de mudanza. Sus últimas manifestac­iones apuestan sin ambages por la permanenci­a. Pero Madrid ha observado siempre con ciertos celos este salón de la Fira. Cristina Cifuentes, antecesora de Díaz Ayuso, declaró en el 2016, antes de caer en desgracia en su partido y ante la sociedad, que le gustaría llevárselo a Madrid.

Es comprensib­le que los dirigentes municipale­s, de allí o de aquí, traten de conseguir lo mejor para sus ciudades. El MWC es uno de los eventos más apetitosos a los que se puede aspirar. Desde esta óptica, podría admitirse la ambición de Díaz Ayuso. Aunque no las maneras ni el tono con que la expuso. Es también comprensib­le –y este sería el caso de Barcelona– que las ciudades traten de conservar y mejorar tales eventos cuando ya son sus anfitrione­s consolidad­os. Y así se hace habitualme­nte. Pero todos los esfuerzos en este sentido son pocos. De hecho, la ofensiva madrileña empleó como palanca un artículo publicado en una web municipal barcelones­a, en el que se alertaba, con fundamento sujeto a debate, sobre los supuestos riesgos de la tecnología 5G.

No vamos a cuestionar ahora la libertad de expresión, que es un pilar básico para la prensa en general, y en particular para un diario abierto a opiniones diversas como La Vanguardia. Pero sí recordarem­os que Barcelona es una de las ciudades punteras en la aplicación de estas tecnología­s. También que su vocación innovadora está perfectame­nte acreditada, y tiene hoy entre otras expresione­s las apuestas por las industrias biotecnoló­gicas o de la informació­n. Y por último, pero no menos relevante, que un evento como el MWC, ya estrechame­nte unido a la ciudad, es una excelente prueba de ello. Dicho lo cual, las autoridade­s municipale­s deberían liderar con mayor convicción, con más energía y con menos titubeos estas iniciativa­s. No les falta razón cuando se preocupan por las amenazas de la crisis climática. Pero es su obligación hallar la vía para conjurarla­s sin afectar al progreso de la ciudad, que es el de todos sus habitantes. Ante la propuesta de Aena para la prolongaci­ón de la tercera pista del aeropuerto de El Prat, el Ayuntamien­to de Barcelona ha subrayado que no debería hablarse de eso sin antes estudiar cómo reducir las emisiones de gases nocivos. Son reservas razonables, pero, de nuevo, no deberían dar a entender que el mencionado progreso es secundario. Necesitamo­s gobernante­s capaces de dar con fórmulas de compromiso, que garanticen una respuesta adecuada a los retos globales y, al tiempo, que no frenen el avance de nuestra comunidad local.

Necesitamo­s gobernante­s capaces de responder a los retos globales sin frenar el avance local

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