La Vanguardia

Experiment­o Delgado

- Francesc-marc Álvaro

El movimiento de piezas de Pedro Sánchez ha cumplido su primer objetivo: que las interpreta­ciones sobre el asunto nos desborden. ¿Por qué poner a la exministra Dolores Delgado en el puesto de fiscal general del Estado? No se habla de otra cosa. La teoría del objetivo fácil y del pararrayos: disparen sobre el pianista que nosotros vamos a lo nuestro. Además, de paso, el presidente marca territorio y le dice al poder judicial que no tiene miedo, que la partida va en serio y que no va a jugar a la defensiva. Delgado es un experiment­o congruente con un Gabinete que nace asediado por tantos ladridos y amenazas que no importa un lío más, todo lo contrario.

Otra cosa es el debate sobre las formas, el ser y el parecer. ¿Queda feo que la anterior ministra de Justicia aterrice al frente de los fiscales? A ver, no sería lo recomendab­le a la hora de apuntalar el crédito de las institucio­nes, la separación de poderes, la credibilid­ad de los servidores públicos y blablablá. Pero esta dimensión pasa a un segundo plano. ¿Por qué? El Gobierno Sánchez-iglesias es un Ejecutivo de guerra y en guerra, extremo que lo obliga a asumir una serie de decisiones cuya dimensión estética –digamos– es más que opinable. Gabinete de guerra, sí, no exagero: PSOE y Unidas Podemos no podrán gobernar si no lo hacen con esta mentalidad de choque. Es lo que exige –supongo– tener a las tres derechas en modo bombardeo diario y a la mayor parte de los medios de Madrid enmarcando la nueva etapa como “traición a España” y “caos en manos de comunistas, filoetarra­s y separatist­as golpistas”.

Como ya tenemos escrito, esta coalición durará y necesita candidatos a fusible. Ahí también entra la señora Delgado, con sus virtudes y defectos. Pero no nos despistemo­s. Lo importante es saber quién asumirá, en el nuevo Gobierno, el papel que tuvo antaño, con Felipe González, el habilidoso Narcís Serra, que –con la inestimabl­e colaboraci­ón del encantador Lluís Reverter–llevó a cabo en las fuerzas armadas esa operación de puesta al día (mediante jubilacion­es doradas) que nunca se hizo en el poder judicial, y así estamos. ¿Lo hará Juan Carlos Campo, nuevo titular de la cartera de Justicia? Algo nos dice que jueces y fiscales, a diferencia de los militares de antaño, podrían ser menos dados a dejarse seducir.

Dolores Delgado, en la trinchera. Sánchez –o Iván Redondo– se acoge a un consejo que Azorín escribió en El

político, un ensayo a modo de breviario para gobernante­s, imitando a Gracián y otros clásicos: “El tiempo lo borra y hace olvidar todo”.

PSOE y Unidas Podemos no podrán gobernar si no lo hacen con mentalidad de guerra

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