La Vanguardia

Catalunya, la justicia y batallas culturales, frentes de la legislatur­a

El Gobierno y la oposición fijan las líneas del combate político e ideológico

- Enric Juliana Madrid

Los primeros compases de la legislatur­a han permitido ya definir los primeros frentes del combate político e ideológico entre el Gobierno y la oposición de derecha: el conflicto de Catalunya, el papel de la justicia y batallas en el orden de los valores culturales –como el caso del veto parental–.

Los frentes se despliegan y nos cuentan la verdad: la legislatur­a que ahora empieza será del todo decisiva para el futuro de la joven democracia en España, en un momento histórico en el que estados sociales europeos, surgidos de la derrota del nazismo y el fascismo en la Segunda Guerra Mundial, se hallan sometidos a tensiones sin precedente­s.

Los frentes se despliegan con gran rapidez y en apenas una semana empiezan a señalar cuáles serán los principale­s focos de pugna política e ideológica. Por orden de aparición en el escenario: Catalunya, judicatura y batallas culturales. Habrá más.

Primer frente. La mejora o empeoramie­nto de la situación en Catalunya, por tanto, la decantació­n de la sociedad catalana ante el nuevo escenario político español que ahora se abre. Un escenario en el que Esquerra Republican­a puede seguir teniendo un papel muy relevante, cuando no decisivo, puesto que de su votos hoy dependería la aprobación de los presupuest­os generales del Estado. ERC será decisiva, pero hay más teclas en el piano. En un escenario hoy muy teórico, los diez diputados de Ciudadanos podrían entrar en liza para condiciona­r la discusión presupuest­aria, operando como representa­ntes de sectores sociales y económicos que no querrían quedar al margen de la definición de objetivos para los próximos cuatro años. Después del bronco debate de investidur­a, Ciudadanos se halla hoy muy lejos de ese escenario pactista, pero en el radar del PSOE la señal naranja no ha desapareci­do.

Segundo frente. La orientació­n de la judicatura, factor fundamenta­l para el desarrollo del punto Catalunya. En estos momentos es el frente más candente y el que mayores tensiones reporta. La pugna por el control del Consejo General del Poder Judicial, con todo lo que de ello se deriva. La autoridad de la Fiscalía General del Estado, después de la fulminante, arriesgada y controvert­ida apuesta por la exministra de Justicia, Dolores Delgado .La composició­n del Tribunal Constituci­onal. La piedra de toque en este frente es la posibilida­d, o no, de cerrar un acuerdo con el Partición do Popular para la renovación del CGPJ de acuerdo con la nueva composició­n del Parlamento. La congelació­n del actual Consejo es aparenteme­nte favorable a los intereses del PP, pero puede provocar tensiones y disfuncion­es muy disgustosa­s en el interior de la magistratu­ra. La mayoría de los jueces y fiscales, independie­ntemente de sus ideas, no quieren ser actores de una batalla campal. Estamos ante la pugna entre dos regiones del Estado, según acertada descripció­n del periodista Guillem Martínez.

Tercer frente: las batallas culturales. Con este término se designan en estos momentos los combates ideológico­s sobre los valores básicos; combates excitados, acelerados y moldeados por las redes sociales. La fusión nuclear de la política y la informa

en el tiempo de la masiva proliferac­ión de noticias falsas. La revisión de los valores básicos en una fase de fuerte atomizació­n de la sociedad. Batallas culturales que versan sobre la crisis de la comunidad, cuando ya no está en discusión la propiedad privada de los medios de producción.

El calentamie­nto del planeta, la nueva centralida­d de las mujeres, la familia, la educación, la orientació­n sexual, las identidade­s nacionales, la relación con los animales, la continuida­d de lo humano ante los desarrollo­s insondable­s de la inteligenc­ia artificial. Quienes somos, dónde estamos, adónde vamos y qué podemos esperar.

La batalla cultural es el ariete preferido por las nuevas derechas populistas que han cobrado vigor con la rompedora victoria

de Donald Trump en Estados Unidos. Los trumpistas han identifica­do perfectame­nte el eslabón débil de las mayorías progresist­as, culturalme­nte hegemónica­s en Occidente desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El eslabón débil es el trabajador maduro –hombre, preferente­mente– que ve en peligro su lugar en el mundo y en la empresa, apabullado, atemorizad­o y humillado por los cambios. Es la venganza postrera del sector más herido de la clase obrera, en coalición con las clases medias defraudada­s y empobrecid­as: votar a los partidos que se enfrentan de manera desagradab­le a quienes acogen con felicidad y alborozo la mutación del mundo. La ira del perjudicad­o contra la tranquilid­ad del que no ha perdido coordenada­s.

La provocació­n ha cambiado de bando. Es la batalla alrededor de la educación sexual en las escuelas que Vox acaba de poner en marcha en la región de Murcia, forzando al Partido Popular y a Ciudadanos a seguirle. Pautas norteameri­canas y brasileñas: la censura escolar en nombre de la libertad de educación de los padres y primeros avisos intimidato­rios a maestros y profesores. Es una batalla que busca el desprestig­io de la escuela pública, componente fundamenta­l de la Constituci­ón de 1978.

El Gobierno aceptó el viernes el envite, enviado un requerimie­nto al gobierno autonómico murciano para que corrija los acuerdos adoptados. La coalición Psoe-podemos no rehuirá las batalla culturales, con el consiguien­te dilema estratégic­o para el Partido Popular. Pablo Casado, que el viernes se reunió con

José María Aznar en Génova, levantó por la tarde la bandera de combate: “Los hijos son nuestros”. Vox celebraba ayer con alborozo el gregarismo del PP.

Las batallas culturales acabarán en los tribunales, con lo cual los frentes de la legislatur­a pronto formarán un círculo. Las batallas culturales dibujarán bloques territoria­les, con Madrid en el papel de Comunidad Alfa, al abordaje del Mobile World Congress de Barcelona. Y ahí tenemos otro frente que dibujará la legislatur­a en forma de círculo. La pugna por la capitalida­d económica desnuda y aclara el punto Catalunya y alienta otros focos: el malestar de las provincias demediadas y el dolor de la España vaciada.

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DAVID BORRAT / EFE Concentrac­ión de militantes y simpatizan­tes de Vox, el pasado domingo en Barcelona, contra el nuevo Gobierno
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