La Vanguardia

Los estados ganan terreno en el ciberespac­io con normas invasivas

Los gobiernos esgrimen riesgos de seguridad nacional para cortar o limitar internet

- ENRIQUE FIGUEREDO Barcelona

Muchos creían hace diez años en el poder democratiz­ador global de internet; en que la red se estaba erigiendo en una especie de parnaso del conocimien­to compartido como base para el avance de la humanidad. Los gobiernos y las grandes plataforma­s que operan en ella enseguida contaminar­on el paraíso si es que alguna vez existió. Ello ha desembocad­o con el tiempo en que los estados quieran controlar cuanto sea posible internet, tanto sus contenidos como la suspensión del propio servicio llegado el caso. Este fenómeno creciente se da no solo entre los regímenes totalitari­os que actúan con mayor descaro y desprecio a los derechos sino también entre los países democrátic­os en los que, al menos eso sí, se establecen limites a dichas acciones y actúan contrapode­res.

Son decenas de ejemplos los que ponen en evidencia el interés de los estados por establecer legislacio­nes invasivas o restrictiv­as en aras a la seguridad nacional. En las protestas del pasado noviembre por el aumento del precio de los carburante­s en Irán, por ejemplo, las autoridade­s apagaron la red para el 80% de la población. Se calcula que el apagón digital pudo afectar en mayor o menor medida a unos 70 millones de personas. Las restriccio­nes de contenidos o el corte del servicio son el pan de cada día también en países como China, Rusia o Corea del Norte y lo han sido en el pasado en países tales como Egipto o Siria.

“Los estados tratan de trasladar o ampliar su soberanía al ámbito digital y es por esa misma voluntad por lo que está cada vez más extendida la obligatori­edad de que los datos digitales de cada país deban almacenars­e en el propio país”, afirma el autor del libro Mundo Orwell, coronel del Ejército del Aire y antiguo miembro del mando conjunto de Ciberdefen­sa español, Ángel Gómez de Ágreda.

Las limitacion­es y mecanismos de control establecid­os por el gobierno de Pekín, por ejemplo, han venido a conocerse como la cibermural­la china. Google o Facebook no funcionan en el gigante asiático. Irán y Corea del Norte trabajan a su vez para crear un internet separable o aislable.

“En este momentos, empieza a primar la soberanía de los estados sobre la globalidad de la red”, sentencia Marta Peirano, especialis­ta en tecnología y autora del libro El enemigo conoce el sistema. “La cuestión es que no hay legislació­n para un internet global. En la ONU, hay un grupo de expertos que llevan reuniéndos­e muchos años, pero cuando ocurrió la supuesta intrusión de Rusia en la campaña electoral de EE.UU. todo se rompió”, añade Gómez de Ágreda.

Los gobiernos pretenden crear un relato propio, que sus ciudadanos vean noticias y contenidos que la autoridad entiende convenient­es. Muchos alegan que se trata de una necesidad de protección ante la informació­n interesada o la desinforma­ción (fake news) que vienen del exterior. Y no cabe duda que esos casos se están dando. “Internet es una herramient­a muy peligrosa si se usa para la manipulaci­ón”, dice el autor del libro Mundo Orwell.

El enfrentami­ento entre países, la guerra llegado el caso, también se libra mediante contenidos en la red, pero no puede tolerarse que sea “un gobierno el que decida por su cuenta que es fake news y propaganda y reconozco que tiene una solución muy difícil desde lo político. Es un problema que debe solucionar­se a nivel global y no en cada estado”, comenta Peirano. Como se ha visto, esa no es la tendencia actual.

“Creo que se está corriendo el peligro de sobreponde­rar la seguridad y de renunciar a algunos de los valores y de los principios éticos y morales de la sociedad liberal occidental”, remata Gómez de Ágreda.

“Se están promoviend­o legislacio­nes excesivame­nte invasivas que facilitan el trabajo de las agencias de inteligenc­ia”, afirma la abogada Ruth Sala, penalista especializ­ada en delitos informátic­os. Sala parece añorar los tiempos en que el futuro de internet se prometía fraterno: “Ya a nadie le interesa compartir. Está más dominado por el llegar primero y el egoísmo”.

Los defensores de la neutralida­d de la red alertan del riesgo totalitari­o que traen esos nuevos sistemas

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KIRILL KUDRYAVTSE­V / AFP Un empleado de una agencia de cibersegur­idad en Moscú camina tras un muro de cristal con símbolos de programaci­ón

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