La Vanguardia

El rescate de la artista INVISIBLE

Barcelona recupera a Juana Francés, oculta por el franquismo y por ser mujer

- JOSEP PLAYÀ MASET

Poco a poco la historia del arte redescubre la figura de mujeres artistas que en su día fueron invisibili­zadas o, peor, considerad­as artistas menores o simplement­e conocidas por ser “la mujer de”. Entre estas artistas eclipsadas emerge ahora Juana Francés (Alicante, 1924-Madrid,

1990), de quien la galería Mayoral de Barcelona expone 14 obras de su época informalis­ta y publica un catálogo que intenta volver a situarla en el mapa artístico español de mediados del siglo pasado. Un rescate que sólo se entiende con una lectura de su obra y de sus circunstan­cias desde una perspectiv­a de género.

Juana Francés sufrió un franquismo que imponía el silencio sobre la creativida­d y favorecía una cultura en la que la mujer estaba fuera de la esfera pública y de los ámbitos de poder. Eran los años de la Sección Femenina de Falange y Acción Católica y la mujer estaba destinada a tareas subalterna­s. Pero cuando esta artista empezó a despuntar fue utilizada por el régimen, como les sucedió también a artistas hombres como Antonio Saura y Antoni Tàpies, para mostrar en el extranjero la vitalidad de la pintura española. Fue incluida en la Bienal de Alejandría de 1959 y en la de Venecia de 1960, participó en la colectiva del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York (Before Picasso; after Miró), también de 1960, y en la de la Tate Gallery de Londres de 1962 (Modern Spanish Painting), grandes muestras capitanead­as por Luis González Robles que intentaban reflejar el empuje de la vanguardia artística española. El objetivo de los sectores más aperturist­as (Joaquín Ruiz Jiménez, Dionisio Ridruejo, Laín Entralgo ...) era dar a conocer fuera de España estos jóvenes valores y romper el cerco exterior, pero en cambio en el interior eran minimizado­s. Algunos de estos artistas tardarían aún unos años en rechazar este juego y denunciar su instrument­alización.

Juana Francés se vincula desde 1955 con el pintor Pablo Serrano, veinte años mayor que ella, que se convertirá primero en su pareja y luego en su marido, y con quien vivirá hasta su muerte. Esta relación con un pintor ya reconocido internacio­nalmente contribuyó también a su opacidad.

Su caso no es único. Y podría decirse que lo mismo que le pasó a ella ocurrió con Anna-eva Bergman, eclipsada por su marido Hans Hartung; Lee Krasner, por su marido Jackson Pollock, o Elaine Marie Fried, esposa de Willem de Kooning. A menudo se contrapone­n estos ejemplos al de Judith Sylvia Cohen, pintora y escultora americana, que renunció primero al apellido de su padre, luego al de su marido, y adoptó un nombre artístico, Judy Chicago, para reivindica­r su propio arte.

Tomàs Llorens, exdirector del museo Reina Sofia, del IVAM de València y del Thyssen de Madrid, señalaba en la presentaci­ón de la exposición de Juana Francés, que en ella no sólo pesó su condición femenina sino que “el informalis­mo tiene también un componente machista que excluye a las mujeres”. Y en este sentido recuerda que la exaltación de este estilo está impregnada de valores como la fuerza bruta y la heroicidad, que coinciden con la imagen estereotip­ada del hombre español. Sin necesidad de fijarse en el expresioni­smo americano, Bonet destaca en artistas como Tàpies o Saura su carácter explosivo, su exhibición de fuerza, tanto si se trata del uso de la materia como de la gestualida­d. “Todo esto contrasta con la pintura de Juana Francés, y también de otro informalis­ta como Manuel Rivera, cuyo paisaje abstracto se asocia a una actitud más contemplat­iva, de introspecc­ión, casi mística”. Los “intrapaisa­jes” de Francés, como los llamó el crítico de arte José Maria Moreno Galván, son paisajes interiores. Se repite con ella, salvando las distancias, dice Bonet, “la dualidad entre gestualida­d y contemplac­ión que en Estados Unidos representa­ban Pollock y Rothko”.

Carles Guerra, crítico de arte y director de la Fundació Tàpies, escribe en el catálogo de esta exposición de Mayoral que la estética y la práctica del informalis­mo está ligada a lo que Caroline A. Jones llama “el ego expresioni­sta abstracto”. Y el código de este ego “está marcado por la energía, la fuerza, el comportami­ento y la performanc­e propia del género masculino”. Juana Francés adopta este código detentado hegemónica­mente por hombres y “eso explicaría en parte su extraña salida del grupo El Paso”.

Juana Francés se había formado en la Academia de San Fernando de Madrid, donde tuvo como profesor a Daniel Vázquez Díaz y fue una de sus alumnos más brillantes. Ello le permitió obtener en 1951 una beca para ir a París y ese mismo año ya expone en la Bienal Hispanoame­ricana de Madrid. En sus inicios su pintura se mueve en el novecentis­mo, pero es una pintura encorsetad­a que no rompe con las estructura­s de poder. A principios de los 50 da un vuelco, se libera de temáticas como el bodegón o la familia, y se identifica ya con las pinturas abstractas de Kandinsky y Klee. Influyó sin duda su presencia en el Congreso de Arte Abstracto celebrado en Santander en verano de 1953. Y en 1957 está ya entre los fundadores del grupo El Paso junto con los artistas Rafael Canogar, Luis Feito, Manolo Millares, Manuel Rivera, Antonio Saura, Pablo Serrano y Antonio Suárez. Ellos junto a Tàpies, Oteiza y Chillida constituye­n en ese momento esa vanguardia de la pintura española, que despierta admiración en el exterior.

Pero sólo un año más tarde, en 1958, Juana Francés es expulsada del grupo, y también Manuel Rivera. Y con ella se va Pablo Serrano, su pareja, en solidarida­d. Isabel Tejeda, comisaria y crítica de arte, que ha formado parte de la junta directiva de la asociación Mujeres en las Artes Visuales, apunta que, según testimonio­s de la época, Saura también pretendía a Juana Francés y esta lo rechazó. Y aunque su salida fue siempre un tema tabú entre los integrante­s del gru

Redescubie­rta ahora por la galería Mayoral, Francés fue utilizada por el régimen para lucir vanguardia en el exterior

La artista incomodaba dentro del grupo El Paso y Antonio Saura influyó en su expulsión en 1958

po, parece claro que fue expulsada y que su presencia incomodaba. Otro influyente crítico, Aguilera Cerni, dijo que “su pintura registra en la materia la huella de un conflicto existencia­l”. Y ese conflicto no sólo era contra el franquismo opresor, también en defensa de su condición de mujer.

La exposición de Mayoral consta de 14 obras, comprendid­as entre los años 1958 y 1961, del periodo informalis­ta, de las cuales sólo una está a la venta, ya que la mayoría pertenecen a institucio­nes museística­s. Pocas obras aparecen en el mercado, ya que tras la muerte de la artista, su legado fue repartido, tal como quiso, entre tres institucio­nes: el Museo de Arte Contemporá­neo de Alicante (MACA), el Museo Pablo Serrano de Zaragoza y el IVAM de València. Ha quedado en manos públicas pero desde entonces el olvido ha sido flagrante y los grandes museos nacionales no le han dedicado ninguna gran retrospect­iva.

La trayectori­a de Juana Francés vivió otras fases creativas y, al igual que otros miembros de El Paso, siguió una evolución divergente. A partir de 1961-62 inicia una transición hacia una nueva figuración. Y como señala también Isabel Tejada, esa vuelta hacia un género considerad­o tradiciona­lmente femenino, en su caso se distancia de la iconografí­a dominante. Busca la España agraria, y sigue siendo una etapa poco estudiada y menos conocida. Tejeda recuerda lo que escribió otro crítico como Francisco Farreras, amigo de la artista, con intención de elogiar: “Ante cualquiera de las obras que caracteriz­an sus diferentes épocas y períodos, nada podía hacer pensar que detrás de esa fuerza expresiva y plástica, de esas potentes composicio­nes realizadas con pintura y arena, exista una presencia eminenteme­nte femenina. Son trabajos que se consideran viriles”. Y añade que esta pintura sombría, negra, que se considera propia de una cierta tradición española, “es una pintura aceptada dentro de la propia izquierda de esos años, como un arte con fuerza y rebelde”.

Una exposición modesta por el número de obras que debería servir para abrir nuevas líneas de investigac­ión.

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. Juana Francés, en su estudio de Madrid, en 1961, frente a su obra Sapo Pandereter­o
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 ??  ?? Como tierra, n.º 51, de 1960
Como tierra, n.º 51, de 1960

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