Terapia musical
Christina Rosenvinge
Lugar y fecha: Apolo (16/I/2020)
RAMON SÚRIO
La cantautora Christina Rosenvinge despidió la gira de Un hombre rubio que durante dos años le ha dado grandes alegrías. En medio ha tenido tiempo de publicar el libro Debut. Cuadernos y canciones, una combinación de letras, relatos y ensayo que sirve para desentrañar la compleja personalidad de una longeva carrera que abarca cuatro décadas. Aunque por su aspecto físico nadie diría que tenga 55 años.
Acompañada por un sólido cuarteto empezó su concierto con Niña animal, asumiendo el papel de cantante y teclista con un tono melodramático muy acorde con la enigmática letra de la canción. La siguiente, El pretendiente, sirvió para tomar conciencia del protagonismo que en su banda adquiere la teclista Irene Novoa, alternándose al piano eléctrico y el sintetizador y siendo también determinante a los coros.
Entre tonos brumosos y crescendos se plantaron en Berta multiplicada, una loa a la activista asesinada Berta Cáceres con languidez vocal cercana a un dream pop algo siniestro. Puesta ya en el rol de guitarrista rítmica rescataron Jorge y yo de La joven Dolores y luego Romeo y los demás de Lo nuestro.
La vuelta al temario último le sirvió para recordar que en Pesa la palabra quiso ponerse en la piel de un hombre que no se expresa, como fue su padre. Alguien que también inspiró Romance de la plata, una elegía solemne que le debía y una terapia musical que, según confesó, le ha ahorrado años de psiquiatra. También dijo que suponía que para compensar un disco tan severo le salió Ana y los pájaros, cuya fragilidad parece heredera del pop francés que tanto le gusta. Otro momento destacado fue La
flor entre la vía, lo mas rockero y terso del lote, junto con los rescates de La muy puta y La tejedora, del anterior disco que hizo mano a mano con Refree, antes de despedirse con el gran clímax de gritos y distorsión que supuso Afónico.