La Vanguardia

Joan Garriga

Músico

- BLUES URBANO Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

El cantante y acordeonis­ta vallesano Joan Garriga ha vuelto con una nueva formación, El Mariatxi Galàctic, con la que se muestra como un referente de la música popular, un orfebre que combina acertadame­nte exigencia y talento.

Si el anterior mandato municipal fue de distensión entre las alcaldesas de Barcelona, Ada Colau, y Madrid, Manuela

Carmena, el actual presagia tempestade­s. Por un lado, el PP va a utilizar su doble bastión madrileño como ariete contra las políticas de Pedro Sánchez; por otro, no tardará en aflorar una rivalidad por el liderazgo entre el alcalde, José

Luis Martínez-almeida , y la presidenta de la Comunidad,

Isabel Díaz Ayuso, que puede derivar en un pulso para ver quién critica más fuerte. En cualquier caso, ya se intuye que en el punto de mira de la política madrileña va a situarse en lugar preferente la Barcelona que gobiernan comunes y socialista­s.

Un anticipo de ello son las declaracio­nes del jueves –luego matizadas– en las que Díaz Ayuso se mostraba dispuesta a ir a por todas para que Madrid arrebate a la capital catalana el Mobile World Congress (MWC), con cuyos dirigentes, dijo, negocia desde hace semanas. Fue una manera de poner las cartas boca arriba sobre la mesa. El Madrid más desinhibid­o de los últimos tiempos, la capital cuyo crecimient­o vertiginos­o está acelerando el fenómeno de la España vaciada, enfila la proa hacia una Barcelona titubeante que aún no se ha recuperado de la conmoción del procés.

No es el único frente abierto de este conflicto en ciernes. En los últimos meses, la Comunidad ha llamado a la puerta de agentes culturales barcelones­es ofreciéndo­les todas las facilidade­s para trasladars­e a la capital. Sin ningún complejo.

Barcelona tiene hasta cierto punto motivos para preocupars­e. No tanto por el riesgo de perder el Mobile porque se lo vaya a quedar Madrid, como por la carga de profundida­d que supone la apertura de hostilidad­es por parte de sus dirigentes. La competenci­a que se plantea es feroz y pondrá a prueba la capacidad de reacción de una ciudad que no es precisamen­te ágil a la hora de tomar decisiones.

De entrada, no está en manos del gobierno madrileño, por mucha seducción que despliegue, lograr que el Mobile deje de ser un congreso barcelonés. Este matiz no es menor: el MWC no es un certamen itinerante que se celebra temporalme­nte en Barcelona, sino que ha crecido en la ciudad –cuando recaló en la capital catalana era una feria menor– y está impregnado del estilo Barcelona de organizaci­ón de actos. Dicho de otra manera, si a partir del 2023 deja de celebrarse en la ciudad, no será para trasladars­e, sino para reinventar­se en otro lugar.

Su hipotética nueva sede tendría que disponer de tanto o más espacio que l’hospitalet y Barcelona –Madrid no está hoy en condicione­s de ofrecerlo–; debería invertir mucho tiempo en articular equipos humanos con cultura Mobile y habría de tener en cuenta el conjunto de actividade­s y acontecimi­entos que están creciendo alrededor del congreso, un entorno que la sociedad barcelones­a, con cierto retraso, empieza a hacerse suyo.

En medios del Mobile World Congress se resta importanci­a al órdago político de Madrid y se insiste en el argumento de que ésta es una feria profesiona­l para profesiona­les. Es decir, se subraya que Barcelona y l’hospitalet continuará­n siendo la sede ideal –al menos hasta que expire el contrato en el 2023– mientras sigan mejorando la atención y los servicios que reciben los participan­tes, para lo que resulta fundamenta­l la prevista

Barcelona no tiene que preocupars­e en exceso del órdago lanzado por Madrid para arrebatarl­e el Mobile World Congress, siempre que se consolide un marco político estable, se mejore la atención a los profesiona­les y prosperen apuestas como el 4YFN, el X-side o el foro de tecnoética Digital Future Society.

Aflora esa capital más desinhibid­a que nunca que está acelerando el fenómeno de la España vaciada

La competenci­a que se plantea va a poner a prueba la capacidad de reacción de una Barcelona titubeante

ampliación del recinto de la Fira en Gran Via. En el mismo contexto se valora el éxito que pueden tener los certámenes que en paralelo se desarrolla­n bajo el paraguas de la Mobile World Capital, que son el auténtico legado del congreso. El 4YFN, la apuesta del Mobile por las start-ups, está ya consolidad­o, pero este año se estrena X-side, la que está llamada a ser la división de la creativida­d, el ocio y la participac­ión ciudadana del congreso, y que coorganiza­rá el festival barcelonés Sónar. Éste ha fichado para el acontecimi­ento a uno de sus cabezas de cartel, el productor, músico y DJ Richie

Hawtin.

Otro proyecto ilusionant­e que tiene relación con el Mobile es convertir Barcelona en un foro permanente y global de debate en torno a los dilemas éticos de la tecnología, para lo que se cuenta con un instrument­o como la Digital Future Society.

La prueba de las expectativ­as que ha generado esta idea es el llenazo de público cualificad­o que registró el Cercle d’economia el pasado martes en el estreno del ciclo Barcelona capital global del humanismo tecnológic­o, a cargo del consultor político

Antoni Gutiérrez-rubí.

Institucio­nes, empresas, individuos y asociacion­es de la ciudad se han propuesto colaborar activament­e para que prospere esta iniciativa, que el teniente de alcalde de Cultura de Barcelona, Joan Subirats, define como “la politizaci­ón de la transición digital en el sentido de discutir de ganadores y perdedores, de distribuci­ón de costes y beneficios”.

Y de los políticos de izquierda a las empresas: en el mismo acto del Cercle, la consejera delegada de Telefónica España, María Jesús Almazor, dijo que es necesario “debatir sobre humanismo y tecnología desde el momento en que un cambio de valores en la sociedad es un cambio de valores en las empresas”.

La ventaja de esta apuesta es que pueden sintonizar con ella personas de un amplio espectro ideológico. Los requisitos son que se consolide una cierta estabilida­d política y que se consensúe el marco del debate; es decir: discrepemo­s, pero que sea en Barcelona.

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XAVIER CERVERA / ARCHIVO Una instalació­n de la Mobile Week Barcelona, en la edición del 2019
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