La Vanguardia

Vuelve la emoción

- Toni Segarra T. SEGARRA, publicista

No dejábamos de quejarnos, todo el rato. Ya volvemos a estar ahí, decíamos, en el medio de la tabla, sin aspirar a nada. Tranquilit­os, en zona de nadie. Víctimas del síndrome del equipo histórico, que te da derecho a creer que mereces pelear por algo, por Europa, por ser de los mejores, por estar en la pomada. Nos quejábamos. Ya ves. Porque esta plantilla, aquella plantilla, la plantilla que sea, no tiene ambición, no tiene orgullo, son perdedores, conformist­as. Porque esta directiva. Porque este presidente. Porque este entrenador. Porque los que se fueron lo dejaron todo hecho unos zorros. Porque los que han venido son igual de malos. Ahí estábamos, en el medio de la tabla, sin sufrir, pero sin aspiracion­es. Tranquilos, demasiado tranquilos. Y nos quejábamos.

Bueno, pues este año no nos podemos quejar: ha vuelto la emoción. Emoción de la buena. Diecinueve finales de Champions por delante. Y no lo digo yo, lo dijo Mauricio Pochettino cuando le preguntaro­n si la final de la Champions del año pasado era el partido más importante de su vida: “Ganar la Champions no estaría por encima de salvar al Espanyol”. Qué digo Champions, diecinueve finales del Mundial, una cada semana, sin tiempo para respirar, para reponerse. Semanas y semanas de vértigo y locura. “Ganar una Champions, una Premier o un Mundial podrán estar en el mismo nivel, pero más arriba no”. Vida o muerte, pero con una muerte próxima, real, cierta. “¡A Segunda, a Segunda!” nos gritarán en todos los campos, hasta en los de Segunda B, hasta en el de ellos. Sobre todo, en el de ellos. Sentir el aliento sulfúrico del abismo cada fin de semana, las miradas que pretenden piedad, pero muestran la íntima satisfacci­ón del que te desprecia por ser diferente, ahí lo tienes, rarito, qué te pensabas, a Segunda os vais.

Diecinueve finales, qué suerte tenemos. Los grandes equipos de Europa luchan por llegar a una, y ni siquiera esa final es comparable a cualquiera de las nuestras, porque nos jugamos mucho más: la vida, la dignidad, la esperanza, la alegría, la ilusión, la fe…si no lo has vivido no sabes de lo que hablo. Estar en el infierno, hundidos, la muerte en vida, el final, ya está, tenía que pasar, y entonces el gol de Coro, caer de rodillas frente a la tele porque no has tenido el valor de ir al campo, mirar a lo alto, reclamar a gritos una explicació­n: ¿Por qué? Hace un minuto estábamos en Segunda, muertos, y ahora salvados. En un minuto… ver pasar la vida ante nuestros ojos ¿Por qué? ¿Quién está jugando con nosotros? ¿Qué pretende? Mirar a tus hijas, pequeñas, inocentes, rogar porque no sean del Espanyol, porque esta maldición heredada acabe contigo. Esta locura.

Qué suerte tenemos.

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