Camarena, el tenor sincero
Ambiente caldeado, sold out histórico y entronización de Javier Camarena, en su primer recital en Barcelona, como uno de los tenores de la casa, ojo, en el Liceu, que es un trono codiciado y disputadísimo. Fue una tarde llena de emociones: tan sólo una hora y media antes, la soprano Angela Meade, actual Aida en el Liceu, arrasó literalmente con un espectacular recital de inauguración del Concurso Viñas en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona. La potencia, madurez vocal y refinamiento de la soprano dejó al numeroso público que tuvo la suerte de verla –y de tener además entrada para el posterior recital de Camarena– preparado para otra ronda de vértigo en el Liceu. No pudo haber mejor preámbulo.
Con el escenario ocupado por casi un centenar de localidades extra debido al “completo”, Camarena apareció en medio de vítores de cariño por un público ávido. Sólo antes Pavarotti y Kaufmann habían conseguido llenar de tal manera el Liceu, un hito que era un presagio de gran noche. Pero no hay velada histórica sin emoción, y el anuncio por boca del propio tenor de que estaba todavía convaleciente de un resfriado, pidiendo comprensión al público pero sin anular nada del programa, añadió un extra de dramatismo.
Esa sinceridad es una de las señas del mexicano, así como un alto compromiso como artista. El tenor está en un momento dulce de su imparable carrera, la voz suena dúctil, fácil en todo el registro con especial soltura en el tercio agudo, segura y generosa en la proyección. Un tenor que comenzó de líricoligero y ya apunta a un repertorio francés lírico, como demostró en una primera parte memorable.
Camarena posee la simpatía y empatía de un Pavarotti, se mete al público en el bolsillo por su naturalidad y humor, pero a la vez tiene un fraseo de ensueño, en la linea del siempre aristocrático Juan Diego Flórez, con quien comparte maestría belcantista, una suma irresistible.
El programa era difícil y muy expuesto, pero Javier lo administró con soberbia: un Faust impecable, una Favorite valiente, unas medias voces de primer orden con Lalo ,y fogosidad e incisión con el Donizetti de Dom Sébastien y La fille du régiment. Camarena, más allá de leves irregularidades debidas al catarro, explotó agudos, legato y articulación francesa con nota, acompañado por un impecable Ángel Rodríguez al piano. Un público rendido lo ovacionó con justicia.
La segunda parte mostró de nuevo al artista con coraje, elegante y medido: vibrante en Lucia, sedoso con Flotow y técnicamente irreprochable en La Traviata. Dos bises, Flor roja, romanza de Los Gavilanes, y una emocionante Rosó, en un admirable y trabajado catalán, rubricaron un recital inolvidable, a la altura del 20.º aniversario del Liceu. Camarena ya es liceísta de honor por pleno derecho.
Camarena posee la simpatía y empatía de un Pavarotti y el fraseo de ensueño de Flórez, una suma irresistible