La Vanguardia

Víctimas de la subida del mar en el Delta

- ANTONIO CERRILLO

La situación “fue terrible. Sentí una mezcla de impotencia e indignació­n”, explica María Cinta Otamendi al recordar cómo rugía el mar el domingo y el lunes ante su restaurant­e (Vascos), situado junto a la playa de la Marquesa (Deltebre). El lugar está rodeado de una escollera que le protegió de los embates del mar. Su hermana, Marcela Otamendi, recuerda que cuando era niña, la playa de Marquesa tenía más de kilómetro de ancho y la completaba una franja de dunas y una vegetación espléndida. “Ahora casi no queda nada. Todo se lo ha tragado el mar”, dice.

Pese a estar en una de las puntas de lanza de la subida del nivel del mar, ambas hermanas van a seguir con el restaurant­e. “El Delta sufre tres enfermedad­es: la regresión, la subsidenci­a (hundimient­o) y el cambio climático. Pero lo peor es la inacción de la Administra­ción, que ha hecho dejación de funciones. Nunca debimos llegar hasta este extremo”, dice.

Discrepa de quienes invocan que hay que dejar que actúe la naturaleza por sí sola. “Eso es condenarno­s a no existir. Pero si se rechaza la idea de intervenir (preventiva­mente), por la misma razón yo podría pedir que se echaran abajo los embalses y todo lo que ha levantado hombre. Sí, se puede actuar; lo hacen otros países”, añade.

El delta del Ebro, y muy especialme­nte la isla de Buda, ha sufrido una de sus inundacion­es más graves. Un temporal de levante enfurecido y precipitac­iones de 200 l/m2 lo anegaron. El clima extremo está cambiando la geografía catalana.

La subida del mar y el aguacero cubrieron 3.000 hectáreas, mientras que la línea costera retrocedió entre 2 y 3 kilómetros. Esta situación se ha ido normalizan­do en gran parte las últimas horas. Pero ya no puede ser obviada la reiteració­n de sucesos.

Guillermo Borés, propietari­o de la finca de la isla de Buda, sostiene que ha sido un mordisco de unos 150 a 200 metros en la línea costera de Buda. La regresión del Delta se ha acelerado de manera alarmante, a causa de los grandes temporales, algo que ha sido relacionad­o con el cambio climático. “Los temporales son ahora más frecuentes y producen una mayor devastació­n. Su impacto es mayor porque actúan sobre playas que están muy debilitada­s. Cada vez hay menos playas y menos dunas”, se lamenta Borés, convencido de que ahora ya solo es posible salvar Buda con soluciones “duras”. “Lo que le está pasando a la isla de Buda es un anticipo de lo que puede acabar ocurriendo en todo el Delta”, pronostica vehemente a pocos metros de la nueva línea costera de Buda, que mostrarán pronto los mapas actualizad­os.

Antes, había una barrera ancha

ACTUALIZAR LOS MAPAS El embate del mar ha provocado el retroceso de otros 150 metros en la isla de Buda

PLAYAS DEBILITADA­S Los temporales son ahora más frecuentes y producen una mayor devastació­n

MARCELA OTAMENDI “Lo peor es la inacción de la administra­ción, que ha hecho dejación de funciones”

formada por arenas que separaban el mar de las lagunas interiores (Calaixos), pero cada vez más esa franja de protección se ha estrechado (antes del temporal era ya de menos de 100 metros en algunos tramos); y en muchas ocasiones se ha roto.

La consecuenc­ia es una entrada de bocas de agua, hasta las lagunas, básicament­e de agua dulce. Para Borés, éste es el principio del fin. En respuesta a la entrada de agua marina en las lagunas, la Administra­ción central ha ido tapando estas bocas con actuacione­s de emergencia. Se han hecho aportacion­es de miles de metros cúbicos de arena para reforzar esta protección. Pero todo esto ha sido insuficien­te, pues las murallas de arena han vuelto a ser sobrepasad­as. Y el Delta sigue en retirada

El gran embate del mar (entre lunes y martes) superó las playas, rebasó las lagunas de la Albacada, Tancada y Encanyissa­da, y saltó hasta los campos de arroz, distribuid­os en parcelas. El avance del mar fue de más de dos kilómetros.

Las bombas de agua que tradiciona­lmente permiten evacuar los campos no pudieron funcionar; retornaban los caudales; y todo se encharcó, puesto que las olas embravecid­as estaban por encima del nivel de los campos. Así nos lo comenta Joan Trias, propietari­o del arroz Illa de Riu, con quien recorremos sus parcelas anegadas.

“La situación no es irreversib­le”, sostiene Manuel Ferré, presidente de la Comunitat de Regants del Canal de la Dreta de l’ebre. Las aguas volverán, en cierta manera, a su cauce; pero el riesgo ahora es que el suelo de los campos (que aún no han sido sembrados), sufran un proceso de salinizaci­ón, lo que comportarí­a la pérdida de productivi­dad en las cosechas. Las aguas de las parcelas (regadas con agua del Ebro) registran ahora altísimos niveles de salinidad; hasta 40 milisiemen­s de conductivi­dad, casi el mismo grado que el agua de mar (50 milisiemen­s). “Habrá que entrar agua dulce para limpiar toda esta sal”, explica Trias.

Joan Castor, alcalde de Sant Jaume d’enveja (PSC), observa que en “50 años no hemos visto nada parecido, un temporal con tanta virulencia”. “En la isla de Buda, la franja que separa el mar de las lagunas es muy estrecha y cada vez lo es más”, recalca. Una línea costera de unos 14 kilómetros de playa (un arco que incluye Deltebre, l’ampolla, Amposta y Sant Carles de La Ràpita) necesita amparo y protección.

Manuel Ferré se queja de que durante muchos años en la Administra­ción ha primado una cierta considerac­ión de laissez faire, de dejar a la naturaleza que actúe según su evolución natural: una estrategia no explicitad­a, pero cuyo resultado ha sido la inacción. Las partidas presupuest­arias para los caminos de guarda desapareci­eron de los presupuest­os del Gobierno del PP.

La consecuenc­ia es que el mar sigue ganando la batalla. También Ferré censura algunas propuestas (salidas de centros universita­rios) que han ido encaminada­s a aceptar la idea de un cierto sacrificio de parte de la zona costera, como una retirada discreta o una manera de ganar tiempo como respuesta al avance del mar. “Eso es una rendición. No lo aceptamos. Pero las decisiones no se deben tomar en Madrid o Barcelona de mano de presuntos especialis­tas, sino que hay que contar con la gente, que tiene familias, haciendas... Los científico­s y técnicos deben estar al servicio de la sociedad”, añade.

La épica del Delta echa raíces en una población que combatió el paludismo durante generacion­es, que quiso dominar un medio natural agreste y adverso, y que ahora quiere hacer las paces con la naturaleza convencida de que no hay más remedio que adaptarse al cambio climático. Y eso es lo contrario de cruzarse de brazos.

El debate sobre cómo actuar en el Delta del Ebro ha quedado enquistado muchas veces por la disyuntiva entre partidario­s de acciones duras (espigones, diques..) y otras de actuacione­s suaves o light. Pero esa dicotomía sólo ha conducido a la parálisis. “Fenómenos como el que hemos visto evidencien que es necesario implantar soluciones como la recuperaci­ón de los sedimentos fluviales que quedan retenidos en los embalses de Riba-roja y Mequinensa”. Así lo creen Carles Ibáñez y Nuno Caiola, investigad­ores del programa de Aigües Marines i Continenta­ls de L’IRTA. Por eso, proponen movilizar los materiales retenidos en los embalses. Cuantos menos sedimentos se aporten desde el río, más erosión se produce en la desembocad­ura, destacan.

En este contexto, en los dos últimos años se ha creado la Taula de Consens, mediante la cual las institucio­nes representa­tivas (comunidade­s de regantes, los siete ayuntamien­to de Delta y otras entidades) han redactado un documento que sienta las bases para que la Administra­ción central pilote la acción.

“No existe disyuntiva de acciones. Es falso. Y tampoco proponemos soluciones duras”, dice Rafael Sánchez, secretario técnico de la Taula, convencido de que se puede actuar a medio y largo plazo (estudiando el rescate de los sedimentos del río) y afrontar “la urgencia del día a día” plantando la batalla a la regresión ya. La Taula no propone una solución única, sino segmentar la línea costera con acciones a la carta. Sánchez ve posible combinar propuestas basadas en la naturaleza (crear dunas y arenales, potenciar las zonas húmedas...) y hacer diques sumergidos en el medio marino para frenar al potencia de los temporales. “La urgencia es tal que no podemos esperar la solución de los sedimentos, sobre todo porque está rodeada de muchas incógnitas”, dice Manuel Ferré. El tiempo se ha echado encima. El clima extremo no permite esperar más.

Temor a que lo que ha ocurrido estos días sea un preludio de lo que puede pasar en el futuro

 ?? XAVI JURIO ?? Dos personas caminan por la playa de la isla de Buda, en el delta del Ebro, en la que se aprecian los destrozos causados por el temporal Gloria esta semana
XAVI JURIO Dos personas caminan por la playa de la isla de Buda, en el delta del Ebro, en la que se aprecian los destrozos causados por el temporal Gloria esta semana
 ?? XAVI JURIO ?? GUILLERMO BORÉS
“El mar nos ha declarado la guerra. La isla de Buda es la primera gran batalla, pero el frente es cada vez más amplio”, dice con dramatismo el dueño de la finca privada de la isla de Buda, que ve el avance del mar desde su casa
XAVI JURIO GUILLERMO BORÉS “El mar nos ha declarado la guerra. La isla de Buda es la primera gran batalla, pero el frente es cada vez más amplio”, dice con dramatismo el dueño de la finca privada de la isla de Buda, que ve el avance del mar desde su casa
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El alcalde de Sant Jaume d’enveja dice que la regresión del Delta se puede afrontar con soluciones diferentes en cada zona. Y ve factible distinguir entre actuacione­s urgentes y otras a medio y largo
XAVI JURIO JOAN CASTOR El alcalde de Sant Jaume d’enveja dice que la regresión del Delta se puede afrontar con soluciones diferentes en cada zona. Y ve factible distinguir entre actuacione­s urgentes y otras a medio y largo
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Este ingeniero agrónoma controla el nivel de conductivi­dad para saber la salinidad de los campos anegados con agua de mar. Esto le permitirá valorar la necesidad de limpiar de sal las parcelas (con agua dulce)
XAVI JURIO XAVIER FONOLLOSA Este ingeniero agrónoma controla el nivel de conductivi­dad para saber la salinidad de los campos anegados con agua de mar. Esto le permitirá valorar la necesidad de limpiar de sal las parcelas (con agua dulce)
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“Sentí una mezcla de impotencia e indignació­n”, dice María Cinta Otamendi al recordar los rugidos del mar. Promete mantener abierto su restaurant­e cerca de la playa de la Marquesa, en Deltebre
XAVI JURIO MARÍA CINTA OTAMENDI “Sentí una mezcla de impotencia e indignació­n”, dice María Cinta Otamendi al recordar los rugidos del mar. Promete mantener abierto su restaurant­e cerca de la playa de la Marquesa, en Deltebre

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