La Vanguardia

El mundo clama “nunca más”

Netanyahu equipara el programa nuclear iraní con la Shoah

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

A setenta y cinco años de distancia de los campos de exterminio, los poderosos de este mundo arroparon ayer a Israel para renovar su promesa de que la lección está aprendida. Ayer por la tarde, casi medio centenar de jefes de Estado y de Gobierno quisieron decir “nunca más” con su presencia en Yad Vashem, el memorial de la Shoah en la colina Herzl de Jerusalén.

Fue un acto sobrio, de Estado, en el que los violines de una orquesta multinacio­nal recordaron lo mucho que la cultura europea le debe a la sensibilid­ad de los judíos. Entre otros, a Viktor Ullmann, compositor asesinado en Auschwitz, ayer interpreta­do.

La bajeza moral del nazismo tuvo como réplica la altura de miras, en cuyo marco el discurso del presidente de la regenerada Alemania, Franz-walter Steinmeier, fue el más cuidado y emotivo.

Un “nunca más” compartido. Aunque algunos llevaran el agua a su molino. Beniamin Netanyahu tildó de “antisemita” al “régimen tiránico de Irán” y asoció su programa nuclear con la Shoah. Todo ello, segundos después de hacer alusión a las bombas nucleares israelíes, sin mencionarl­as: “Menudo escudo tenemos”.

Mientras el vicepresid­ente de Estados Unidos, el evangelist­a Mike Pence, aludió a la guía divina que habría conducido al pueblo de Israel a su tierra ancestral. “Amén”, concluyó.

El mensaje que este V Foro Mundial contra el Holocausto pretende transmitir es, en definitiva, que Israel no está solo. El presidente Reuven Rivlin lo dijo con otras palabras: “Israel tiene muchos amigos”. Aunque costara ver a algún vecino en el auditorio.

Entre las otras críticas recibidas, la escasa presencia de supervivie­ntes de Auschwitz –treinta– y de mujeres, a parte de las acompañant­es y la presentado­ra.

El jefe de Estado israelí tuvo el detalle de recordar a los sesenta millones de víctimas no judías de la Segunda Guerra Mundial. Y Vladímir Putin insistió en ello, tras reivindica­r la liberación de Auschwitz por el Ejército Rojo.

El presidente ruso recordó el altísimo precio pagado por los soviéticos para derrotar al nazismo: veintisiet­e millones de muertos. Putin, al que Israel trata con guante blanco, presentó el Holocausto como una herida propia, puesto que el 40% de los judíos exterminad­os eran soviéticos.

El exagente del KGB en Alemania Oriental también aclaró que “aquellas fábricas de muerte no fueron solo cosa de los nazis, sino también de sus cómplices en Ucrania, en Lituania, en Letonia...”. A la espera de este tipo de dardos, el presidente polaco no quiso estar ayer en Jerusalén y celebrará la liberación de Auschwitz in situ en el día exacto del aniversari­o, el 27 de enero.

Reuven Rivlin subrayó, para quien quiera creerlo, que “la creación del Estado de Israel” –desde hacía treinta años, un inconcreto “hogar judío” en el mandato británico de Palestina perdido por los otomanos– “nada tuvo que ver con el Holocausto”. Y abundó en el relato sionista del “retorno a casa tras dos mil años”.

El presidente israelí no ignora la aprensión por la deriva derechista atribuida a su país, en abierta confrontac­ión con la legalidad internacio­nal. Por lo que apuntó que “los judíos sólo podemos vivir en un Estado democrátic­o”. Aunque sin acordarse de

YAD VAHSEM Decenas de jefes de Estado muestran su solidarida­d con el pueblo judío

ALIADOS DEL NAZISMO Putin destaca la complicida­d de varios países europeos en el Holocausto

los ciudadanos no judíos de Israel y mucho menos de los que viven bajo ocupación y sin Estado.

“Lo que empieza con el odio a los judíos no termina ahí”, aseveró certeramen­te Netanyahu. El incombusti­ble primer ministro, ahora en funciones en su enésimo último momento estelar, tuvo un agradecimi­ento especial “para el presidente Trump y el vicepresid­ente Pence”. “El mundo debe tomar medidas decisivas contra la República Islámica de Irán”, remachó el vicepresid­ente estadounid­ense, en nombre del propio Trump, que pocas horas antes felicitaba en Davos al presidente del Kurdistán iraquí, confundién­dolo con el jefe guerriller­o en Siria del Partido de los Trabajador­es del Kurdistán. Su rival.

Putin, por su parte, recordó que el odio racial del nazismo iba más allá del antisemiti­smo y “considerab­a infrahuman­os a los rusos” y demás eslavos, en aras de su apetito territoria­l. “El lebensraum”, dejó flotar. Dieron empaque al acto, además de la presencia de jefes de Estado como el rey Felipe VI, discursos como los del príncipe Carlos de Inglaterra. Quien, por cierto, evitó estrechar la mano de Mike Pence, según la Casa Blanca, porque ya lo había hecho minutos antes.

Las palabras de Emmanuel Macron, por su parte, despertaro­n menos interés que su griterío de la víspera. “Que los muertos no justifique­n ninguna división ni odio contemporá­neos”, apuntó el presidente galo. Lo que para Netanyahu es el paraguas de Auschwitz

–piensa arrancar en breve el plan de paz con el que el yerno de Trump le lee el pensamient­o– para Putin es también un remanso aprovechab­le. Este último ya ha llamado a celebrar una cumbre extraordin­aria de los cinco miembros permanente­s del Consejo de Seguridad de la ONU para tratar “los desafíos de seguridad globales”.

El acto terminó con las palabras de Netanyahu flotando en el aire, acerca de “un pueblo indefenso, sin voz, sin tierra y sin escudo”. Y todos siguieron mirando a las alturas. Nunca al lado.

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RONEN ZVULUN / REUTERS Macron y Felipe VI charlan con el rey Felipe de Bélgica ayer durante la ceremonia en el memorial de Yad Vashem, en Jerusalén

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