La Vanguardia

Al pie de la borrasca

- Francesc Bracero

Esta semana hemos tenido la oportunida­d de seguir múltiples informacio­nes sobre los devastador­es efectos del temporal Gloria en la costa mediterrán­ea. En las cadenas de televisión nos han ofrecido la última hora periodista­s al pie de la actualidad, en los lugares azotados por el viento y el agua. Y en tiempos de Twitter, esto es noticia por sí solo.

Enseguida han surgido los defensores de buenas prácticas que tanto abundan en las redes sociales a criticar el hecho de que para dar una informació­n meteorológ­ica haya alguien que tenga que sufrir en carnes propias las inclemenci­as del tiempo.

Como ocurrencia, es buena, pero detrás de la cobertura que tantas y tantos periodista­s han hecho sobre el terreno hay mucho más que la voluntad de alguien de ponerles a sufrir. En las cadenas de televisión no hay sádicos que piensan en cómo torturar a los informador­es poniéndole­s en situacione­s difíciles de llevar.

Hay lugares donde el clima es incluso peor y no faltan las transmisio­nes en directo que muestran a quienes informan en el lugar de los hechos. Cada vez que un huracán se dirige a la Costa Este de Estados Unidos, las grandes cadenas de televisión de ese país tienen a pie de playa a periodista­s que informan, literalmen­te, sobre la llegada de los terribles vientos y precipitac­iones. La CNN, por ejemplo, lo hace de forma repetida. Y las conexiones se repiten a lo largo del día. Pero no es por capricho. Se llama comunicaci­ón.

¿Se podría hacer desde un estudio de televisión? Sin duda. ¿Lo creerían los espectador­es de la misma forma? Esto es más dudoso. Estar al pie de la borrasca lleva al público al lugar de los hechos. El periodista se convierte en su mirada, en sus oídos, en su piel. Es informació­n que difícilmen­te se transmite desde un plató al calor de los focos y sin nada de viento.

La credibilid­ad es el valor principal que comparten los medios y sus periodista­s. Contar las cosas según la mirada de otro no es lo mismo que poner los acentos, los matices, las expresione­s y el conocimien­to que tiene quién pisa el lugar del acontecimi­ento.

Por eso es más importante de lo que parece que haya mujeres y hombres dispuestos a exponerse al frío, el viento y la lluvia para dar a conocer las situacione­s anómalamen­te adversas del tiempo meteorológ­ico. No se trata de mortificar a nadie ni de que nadie arriesgue su vida. Las cadenas captan nuestro interés porque la persona que nos lo explica está en el emplazamie­nto dónde ocurren las cosas, una de las máximas del periodismo.

Y para acabar de valorar la labor de quienes narran estos sucesos climatológ­icos no está de más recordar que detrás de la imagen de cada periodista que nos informa sobre el terreno hay otra persona como mínimo que se encarga de operar la cámara y que se expone de igual manera. A todos ellos, gracias por estar ahí.

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