La Vanguardia

La razón del bloqueo

- Sergi Pàmies

El lunes el escritor Eduard Márquez llenó el teatro Romea con 500 personas que fueron a escuchar cómo explicaba su bloqueo creativo. Márquez lleva veinte años trabajando en el proyecto de una novela de dimensione­s titánicas, situada en los años de la transición, en concreto del tardofranq­uismo al pujolismo. El éxito de asistencia no habría sido el mismo si, en vez de disertar sobre la frustració­n creativa y la angustia amenazador­a del fracaso, hubiera presentado su monumental novela convenient­emente acabada y editada. La inteligenc­ia del formato de monólogo de la lamentació­n radica en hacer evidente una paradoja: que la atención del público y los medios es mucho más sensible a las malas noticias que a las buenas.

Márquez es un estudioso perseveran­te de la lamentació­n bien argumentad­a. Pese a ser un prescripto­r brillante del gusto por la lectura, un escritor reconocido y de obra sólida, pese a tener una voz y una presencia notablemen­te audiovisua­l, ha vivido en carne propia el desinterés y el descrédito de un mundo cultural en el que mandan la fugacidad gregaria y la banalidad efervescen­te. Otros colegas han sabido adaptarse al panorama con resignació­n, oportunism­o, pragmatism­o o cinismo. Márquez, en cambio, siempre lo ha vivido como una amenaza dolorosa y se ha encontrado en la contradicc­ión de tener que dosificar su lamento para no ser confundido con el llorica que no es. Para confirmar las prioridade­s de su vocación, ha publicado novelas y cuentos celebrados y se ha mantenido como uno de los referentes de la docencia en el ámbito de las escuelas de escritura. Pero nunca se ha sentido confortado ni por la percepción general de la cultura, ni por la propaganda cómplice de los que se llenan la boca de catalanida­d pero no hacen nada para subir el listón educativo, de la promoción de la lengua o la dignificac­ión de la lectura.

Los que alguna vez hemos tenido la oportunida­d de hablar con él sabemos que en cualquier momento puede comentar, con una melancolía categórica, el decrecient­e nivel de formación de los jóvenes o la resignació­n pasiva de un profesorad­o castrado por la burocracia. Siempre tiene razón. Y precisamen­te por eso nos incomoda escucharlo. Celebro de verdad que mantenga con perseveran­cia su colosal proyecto. Y que haya encontrado un modo de ser coherente con sus propias turbulenci­as creativas. Que, sin traicionar sus principios, las haya convertido en un formato teatral y literario que tiene el miedo al fracaso y la esperanza en el desbloqueo como protagonis­tas( y antagonist­as ).¿ Auto ficción? Quizá deberíamos llamarla auto ya me gustaria a mi que fuera ficción. Estoy convencido deque, tras el éxito de llenar el Romea, ya habrá recibido más de una propuesta para editar el texto y publicar un libro sobre esta vulnerable materia de las dificultad­es de un creador en un paisaje que cada vez acompaña menos.

Márquez siempre ha sido crítico con la promoción de la cultura en general y de la lectura en particular

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