La Vanguardia

Nadal avanza ante Delbonis

- SEBASTIÁN FEST

Rafa Nadal no falló en lo esencial: derrotó al argentino Federico Delbonis por 6-3, 7-6 (4) y 6-1 para avanzar a la tercera ronda, donde mañana probará a su compatriot­a Pablo Carreño. En una noche fresca, húmeda y ventosa, muy propia del desconcert­ante verano que viene viviendo Melbourne, algo quedó claro pronto: Nadal no habrá perdido nunca con Delbonis, pero el juego del argentino le incomoda. Al menos, ayer. Necesitó un set de 70 minutos, el segundo, para encontrarl­e la llave al partido.

Delbonis es un jugador extraño: bajísimo perfil, pero parte de la historia grande del tenis argentino al haber sido el que selló el punto de la victoria en el título de la Davis en 2016. Es dueño de un servicio por lo menos llamativo –lanza la pelota a enorme altura y frena por completo el movimiento de su brazo izquierdo–, que llevó a los comentaris­tas de la televisión australian­a a la broma: “Cuando la pelota que Delbonis lanza para sacar vuelve, llega cubierta de hielo”.

Luchador, el argentino puso en problemas a Nadal, que durante la primera hora y media de juego no encontró sus golpes. Dispuso de 20 pelotas de quiebre de servicio y solo concretó tres. “Una catástrofe”, sintetizar­ía luego. “Necesito mejorar, es una realidad. No fui capaz de soltarme lo que necesito soltarme al comienzo del partido”. Así, el dueño de 19 títulos de Grand Slam celebraba con puños apretados y gritos de victoria grande los puntos clave que iba enhebrando frente al 76 del mundo. Como si no fuera el número 1, como si no hubiera cedido apenas diez juegos en los tres partidos previos con el argentino.

Pero Nadal es el 1. Es, además, el hombre que lucha por la cima de la historia con Federer y es, sobre todo, el tenista que a los 33 juega con la pasión del que a los 16 comenzó a sorprender al mundo. Así, el espectácul­o está garantizad­o en una Rod Laver Arena que adora al mallorquín y que encontró una renovada razón para rendirse ante él. Quinto juego del set final, Delbonis al saque y un tiro de Nadal impacta en una recogepelo­tas. El balear corre hacia ella, le pregunta si está bien, la abraza y le estampa un beso en la mejilla. El estadio se viene abajo, ya no se necesitaba más. Y así fue: 5 minutos después Nadal selló el triunfo.

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EDGAR SU / REUTERS Nadal se interesa por una recogepelo­tas tras golpearla con una bola

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