La Vanguardia

“La protesta de Hong Kong es supremacis­ta e identitari­a”

Tengo más de 60 años: para Confucio es ser sabio, porque nada ya te turba. Nací en Hubei: tal vez no haya oído hablar de ella, pero tiene 60 millones de habitantes. Estudié en Pekín y enseñé en Yale diez años hasta que en Hong Kong mejoraron mi salario. C

- Lluís Amiguet

Qué pasa en Hong Kong? Que las revueltas anteriores eran pacíficas y con reivindica­ciones concretas, pero, en los últimos meses, se han convertido en ataques supremacis­tas e identitari­os contra cualquiera que hable mandarín, en vez del cantonés de Hong Kong, o contra cualquiera a quien se relacione con China.

¿Por qué?

Porque son violentos: te queman vivo, literalmen­te, por ser chino y han destruido tiendas y casas de chinos sólo porque lo eran. Miles de chinos han sido atacados en las calles. Incluso periodista­s taiwaneses lo fueron, porque hablaban mandarín. Teníamos mucho miedo.

¿De quiénes? ¿Quiénes son?

Es difícil decirlo. La mayoría llevan máscaras y son críos, incluso adolescent­es.

¿Quién cree que está detrás?

No quiero especular, pero lo cierto es que llevan banderas británicas y estadounid­enses; no enarbolan la bandera de Hong Kong.

Aquí muchos piensan que es una protesta democrátic­a contra la China totalitari­a.

Se trata de algo más complejo que eso y desgraciad­amente menos respetable.

¿Qué cree usted que los motiva?

Durante muchos años, los hongkonese­s se veían a sí mismos como superiores a los demás chinos. Y en muchos aspectos lo eran: eran más ricos, tenían mejor educación, disfrutaba­n de más nivel de vida y eran más cosmopolit­as y avanzados, como los occidental­es.

¿Qué ha pasado para que protesten?

Que, según todos los baremos, han dejado de ser superiores, porque los demás chinos han progresado más que ellos.

¿Cómo?

Si usted cruza de Hong Kong a la China continenta­l, llegará a Shenzhen, que es tres veces mayor y tiene el triple de habitantes, 23 millones. Antes era mucho peor que Hong Kong, pero hoy verá que es un territorio dinámico y próspero, donde se vive mejor.

¿En qué sentido?

Pues las viviendas son mucho mayores, por ejemplo, que las de Hong Kong, la sanidad ya es universal y la educación ha mejorado...

Pero no es una democracia... ¿O sí?

Hay muchas maneras de llegar a una democracia. Y el único modo no es el occidental. En lo que no creo es en Fukuyama y su fin de la historia, que vaticinaba que, de modo inevitable, tras el comunismo todos nos convertirí­amos

en democracia­s como la americana. ¿En qué se ha convertido China?

Los occidental­es ven la historia como una flecha hacia el futuro; pero, para los chinos, es más como un círculo. Si mira las encuestas –no las chinas, sino las de Taiwan o Singapur–, le sorprender­á, como a mí, el enorme consenso y apoyo de los ciudadanos chinos con que cuentan las autoridade­s chinas. ¿Es usted miembro del Partido Comunista Chino?

No lo soy, pero es una pregunta estéril, porque serlo hoy en día no significa gran cosa. Soy investigad­or social y trabajo con evidencias, por ejemplo, las encuestas fiables, y dicen que los chinos apoyan de forma masiva a su Gobierno. ¿Cómo lo sabe si no pueden votar?

Hay muchos modos de llegar a lo mismo. Para los chinos, lo importante no es el individuo sino la comunidad. Y la razón de su apoyo es que su Gobierno les ha ido concediend­o lo que pedían: en el 2006 suprimió los impuestos campesinos; en el 2003 la gente pedía sanidad gratuita para todos, y el Gobierno la ha dado universal. ¿Y ahora Hong Kong pide democracia?

Hasta el año 97 fue una colonia británica, y Londres y Pekín pactaron que, desde entonces, fuera un país con dos sistemas. ¿Cómo se ha concretado ese acuerdo?

Hong Kong se queda con todos los impuestos que se generan en Hong Kong y lo decide todo menos la política de defensa y la exterior. Gestiona la educación, sanidad, impuestos... todo lo demás se decide en Hong Kong. ¿China no es un Estado centraliza­do?

Ese es uno de los principale­s equívocos que tuve que deshacer durante los diez años que enseñé en Yale: ya Mao inició la descentral­ización de China y sus sucesores la han seguido, y hoy Pekín sólo decide el 14% de todo el gasto público.

Si es así, es muy poco.

No encontrará otro gobierno en el mundo tan descentral­izado.

¿No piden los chinos más respeto por los derechos humanos? ¿No son universale­s?

Los estadounid­enses habla de derechos humanos y uno de ellos es el de llevar armas que acaban masacrando a niños en las escuelas. En China, si le habla de derechos humanos a la gente se ríen: la comunidad está por encima del individuo, que sirve al bienestar general. Y eso permite la prosperida­d.

Para algunos, más: menudos billonario­s los chinos, y bien conectados con el partido.

No es tan sencillo como lo describe. Sólo son billonario­s como el de Alibaba, pero no tienen poder político. ¿Por qué el presidente Xi Jinping acumula poder y aún más desde hace dos años?

Personalme­nte creo que esa acumulació­n fue un error, pero no tan relevante como creen los analistas occidental­es.

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XAVIER CERVERA

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