La Vanguardia

La crisis en la CDU alemana hace caer a la delfín de Merkel

La líder democristi­ana renuncia a suceder a Merkel por el fiasco de Turingia

- MARÍA-PAZ LÓPEZ

La crisis abierta en la CDU alemana por el caso de Turingia ha arrastrado a Annegret Krampkarre­nbauer, presidenta del partido y delfín de Angela Merkel: ayer anunció su renuncia a suceder a la canciller cuando esta se retire en el 2021.

La sacudida infligida a la política en Alemania por la ruptura en el land de Turingia del cordón sanitario de los partidos contra la ultraderec­ha se ha cobrado una pieza de gran envergadur­a. Annegret Kramp-karrenbaue­r, presidenta de la Unión Cristiana Demócrata (CDU) y favorita en la carrera para suceder a Angela Merkel en la cancillerí­a, anunció ayer su renuncia a ser candidata a canciller en las elecciones previstas para otoño del 2021. Dejará también la presidenci­a del partido en cuanto los conservado­res decidan quién será su candidato a canciller. Kramp-karrenbaue­r seguirá siendo ministra de Defensa hasta el final de la legislatur­a. Con todo esto, salta por los aires el plan orquestado por la propia Merkel para una sucesión ordenada cuando ella se marche a finales del año próximo.

El pecado que ha costado la carrera política a Kramp-karrenbaue­r, de 57 años, fue no saber imponerse a los líderes democristi­anos de Turingia, que el pasado miércoles votaron junto a la ultraderec­hista Alternativ­a para Alemania (AFD) la investidur­a como presidente del land del candidato liberal, Thomas Kemmerich. Si bien el liderazgo de Kramp-karrenbaue­r se había ido debilitand­o debido a distintos episodios desde que fue elegida presidenta en diciembre del 2018 (ya entonces con un exiguo 51,7%), esta última muestra de falta de control sobre los suyos tenía un estigma añadido. El voto conjunto democristi­ano y liberal con la AFD supuso la ruptura del veto con el que los partidos mantenían aislada a esta formación ultraderec­hista.

La tormenta cayó primero sobre el pequeño partido liberal, que forzó la renuncia de Kemmerich, quien pidió la disolución del Parlamento

y nuevas elecciones, algo que depende de los demás partidos. Mientras, Kramp bregaba sin éxito con los democristi­anos de Turingia, liderados por Mike Mohring. Si antes de la polémica votación habían desoído las órdenes emanadas de la Konrad-adenauer-haus de Berlín de no mezclarse con la AFD, tras el escándalo no querían seguir la nueva directriz de ir otra vez a las urnas.

Fue entonces cuando la canciller Merkel, que estaba de viaje en Sudáfrica, puso orden desde allí en una tempestiva intervenci­ón el pasado jueves. “El procedimie­nto es imperdonab­le, y por tanto el resultado debe ser revertido”, sentenció.

Paradójica­mente, esta intervenci­ón de la canciller como si aún fuera la jefa del partido ha contribuid­o a la caída de la nueva dirigente, a quien ella siempre señaló como su delfín, y a quien la prensa solía apodar mini-merkel cuando era presidenta de Sarre y líder del partido en ese land del oeste. Ayer en rueda de prensa, Kramp dijo algo que sonó a reproche a Merkel por haber dejado el mando de la CDU pero haber querido conservar el cargo de canciller hasta el fin de la legislatur­a. “Al separar la cancillerí­a y la presidenci­a del partido, hemos abandonado una práctica establecid­a en la CDU; esta separación, y la cuestión que aún no está resuelta del próximo candidato a la cancillerí­a, debilitan a la CDU”, arguyó Kramp.

AKK no se marcha de modo inmediato; esto llevará meses. “Voy a moderar el proceso para elegir candidato y mi renuncia a la candidatur­a me da más libertad; después creo que la jefatura del partido y la candidatur­a a la cancillerí­a deberán quedar en las mismas manos”, dijo.

Cuatro aspirantes asoman en el horizonte. Dos son sus competidor­es en la elección del 2018, a los que ella derrotó enarboland­o la bandera centrista y de continuida­d tras Merkel: Friedrich Merz, hombre de negocios deseoso de volver a la política y representa­nte del ala más derechista de la CDU; y Jens Spahn, ministro de Sanidad, y también más escorado a la derecha. También se cita a Armin Laschet, presidente de Renania del Norte-westfalia, del sector centrista. Y los analistas señalan la opción de Markus Söder, presidente de Baviera y líder de la Unión Social Cristiana (CSU), el partido socio histórico de la CDU.

“La AFD representa todo lo contrario a lo que la CDU representa; cualquier convergenc­ia con la AFD debilita a la CDU”, proclamó ayer Kramp-karrenbaue­r como regla general. Pero entonces recalcó la otra gran regla democristi­ana: vetar todo pacto con el partido izquierdis­ta Die Linke, igual que con la AFD, pues a su juicio representa­n los dos extremos del espectro.

¿Y qué ocurrirá en Turingia? El presidente saliente, el izquierdis­ta Bodo Ramelow, un político que en estos años se ha labrado una reputación de buen gestor, ganó las elecciones del 27 de octubre, pero no dispone de mayoría suficiente junto a sus dos aliados (socialdemó­cratas del SPD y Verdes) para reeditar el tripartito. Fue así tumbado en la investidur­a por la alianza en torno al liberal Kemmerich. El renovado veto de la CDU y la aritmética no ayudan a Ramelow. Está por ver si acabará o no en nuevas elecciones.

UN PROCESO QUE DURARÁ MESES La aspirante dejará la presidenci­a del partido y no optará a la cancillerí­a

REGRESO AL CORDÓN SANITARIO “Toda convergenc­ia con la AFD debilita a la CDU”, dijo la dirigente a los díscolos del land

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KRISZTIAN BOCSI / BLOOMBERG L.P. LIMITED PARTNERSHI­P Annegret Kramp-karrenbaue­r, presidenta de la CDU desde diciembre del 2018, ayer al acabar la rueda de prensa en la sede del partido en Berlín

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