La Vanguardia

La discreción elocuente

- Màrius Carol Director

La discreción en las palabras vale más que la elocuencia. Y Diana Garrigosa supo ser una primera dama discreta durante los años que le tocó ejercer como tal, cuando Pasqual Maragall se convirtió en presidente de la Generalita­t. Contrastab­a con su predecesor­a, Marta Ferrusola, que siempre quiso tener su cuota de pantalla. Eso sí, fue capaz de conseguir que sus silencios fueran expresivos, lo que es un signo de inteligenc­ia. Segurament­e, sólo alzó la voz cuando se enteró de que su esposo no repetiría como cabeza de lista del PSC. Entonces mostró su disgusto dándose de baja del partido. La discreción tiene un límite, como casi todo en la vida.

Diana Garrigosa falleció ayer, repentinam­ente. La noticia se supo a última hora del día. Era economista e informátic­a, pero sobre todo el brazo en el que siempre podía apoyarse Maragall. En los días de incertidum­bres, en los momentos de euforia y en los años de enfermedad. Hasta hace poco tiempo podía verse en actos públicos al matrimonio, una pareja que en Barcelona todo el mundo reconocía, pues él fue su alcalde más popular y ella, su leal compañera. Garrigosa solía decir que, aunque Maragall no podía evocar últimament­e a quienes habían sido amigos, les seguía abrazando, como si quisiera transmitir calidez a pesar del alzheimer. Se casaron hace 55 años y ella siempre estuvo a su lado, tanto cuando se fue a París a estudiar Planificac­ión Territoria­l, en 1966, como cuando hizo un máster en Economía Urbana en Nueva York, en 1973. O cuando decidió desconecta­r en Roma durante 1997, tras dejar el Consistori­o para ir a la búsqueda de una vida privada en un apartament­o del Trastevere. E, incluso, cuando –como alcalde– decidió pasar una semana de cada mes en casa de unos vecinos en un barrio distinto de la ciudad. “Pues si hay que ir, se va”, se decía a sí misma Diana Garrigosa.

Ella ha sido la presidenta de la Fundació Pasqual Maragall y se dedicó a luchar contra el alzheimer con la misma entrega que cuando fue primera dama. Una de las cosas que le gustaba ver en su ipad era el discurso en catalán de cuatro minutos de su esposo el día de la inauguraci­ón de los Juegos de Barcelona. Le seguía emocionand­o como aquel día en el estadio. El mundo había escuchado a Maragall hablando en su lengua. Diana Garrigosa se lo sabía de memoria.

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