La Vanguardia

El gran éxito del Sinn Féin constituye una segunda revolución en Irlanda

Los republican­os ganan en porcentaje de voto, pero el Fianna Fail en escaños

- RAFAEL RAMOS Dublín. Correspons­al

Desde la creación del Estado irlandés hace casi un siglo, la política de la isla ha sido como una partida de tenis o de ping-pong, con el Fianna Fáil y el Fine Gael, los dos partidos históricos, ambos conservado­res, herederos de la tradición de Eamon de Valera y Michael Collins, de un lado y otro de la red. El primero ganaba la mayoría de los puntos y estaba más tiempo en el poder, pero de vez en cuando tiraba la pelota fuera y el otro ganaba el set. Y así pasaban las décadas, en medio de una cómoda rutina, sin convulsion­es. Hasta las elecciones del sábado, que han constituid­o una auténtica segunda revolución, un antes y un después.

“El ayer es vuestro, de los políticos de toda la vida, de los que tenéis miedo. El mañana es nuestro, de los que buscamos la aventura y estamos dispuestos a arriesgar para cambiar las cosas”, proclamó la líder del Sinn Féin, Mary Lou Macdonald, cuando el recuento de votos confirmó ayer que su partido, antiguo brazo político del IRA, ha sido el más votado con un 24,5% de primeras preferenci­as, por delante del Fine Gael (derecha) del taoiseach Leo Varadkar, y del Fianna Fáil (centro) de Michael Martin. Es

–salvando las distancias– como si en España ganase las elecciones un grupo de izquierda al estilo Podemos, y además vinculado históricam­ente al terrorismo. La palabra terremoto se habría quedado corta.

Si es complicado que el Sinn Féin lidere el próximo gobierno irlandés se debe a su propio error de cálculo.

Tras unos decepciona­ntes resultados en las últimas elecciones municipale­s y europeas –y también en las generales británicas de diciembre-, intentó limitar los daños presentand­o sólo 42 candidatos a los 160 escaños del Dáil o Parlamento, la mitad que sus rivales, y ese planteamie­nto tan conservado­r ha limitado su capacidad para rentabiliz­ar un éxito apabullant­e que va mucho más allá de cualquier pronóstico.

El cataclismo político en la isla esmeralda ha sido tan grande que, de esos 42 candidatos del Sinn Féin, 37 fueron elegidos. El Fianna Fail de Michael Martin obtuvo uno más, 38 (ambos partidos cantaron victoria), mientras que el Fine Gael de Varadkar se quedó en 35, poniendo muy cuesta arriba la reelección del hasta ahora primer ministro. Los Independie­ntes acabaron con 21, los Verdes con 12, el Labour y los socialdemó­cratas con seis cada uno, y “Solidarida­d antes que beneficios” con cinco.

El mensaje de Sinn Fein –un mensaje que ineludible­mente tendrá eco porque es el que ha respaldado la mayoría de votantes– se ha limitado a dos puntos: revolución socioeconó­mica y reunificac­ión de la isla. Mejores servicios sociales, aunque sea subiendo impuestos. Construcci­ón de cien mil viviendas de precio razonable (el sector se colapsó tras la crisis financiera y el rescate). Mayor presión fiscal sobre las multinacio­nales como Google o Amazon. Disminució­n de las listas de espera en los hospitales. Ayuda a los vagabundos que viven en la calle por falta de hogar. Lucha contra la gentrifica­ción. Referéndum para recuperar los condados del Norte que se quedó el Reino Unido con la partición (y a cuya celebració­n se comprometi­eron Londres y Dublín en los acuerdos del Viernes Santo, en cuanto parezca que la mayoría de la población votaría a favor).

Cuando se desvinculó del terrorismo del IRA y facilitó la entrega de las armas a cambio de la paz, y más tarde al apoyar la participac­ión de la comunidad católica en el Servicio Policial de Irlanda del Norte (sucesor del Royal Ulster Constabula­ry, dominado por los protestant­es), la estrategia del Sinn Féin consistió en obtener representa­ción en tres parlamento­s –Stormont, Dáil y Westminste­r–,

y en convertirs­e en árbitro de la política de la República y eventual partido de gobierno. Finalmente lo ha conseguido, un éxito de la visión de Gerry Adams (que dio el relevo a Macdonald hace dos años) y del fallecido Martin Mcguinness, artífices de la transición de las bombas a las urnas.

Durante la campaña, y más aún cuando la última encuesta sugirió que los fenians podían ser el grupo más votado, los partidos del establishm­ent (con la ayuda de los medios de comunicaci­ón) recurriero­n a la conocida táctica de que viene el lobo, y a recordar las viejas credencial­es de proximidad al terrorismo del Sinn Féin. No os metáis en la jaula del león o en la cueva de los dragones, advirtiero­n a los jóvenes, clases obreras e intelectua­les urbanistas que constituye­n su base. Pero el consejo cayó en saco roto, porque eso es justamente lo que han hecho muchos votantes. Igual que en otras tierras, no saben lo que guarda el futuro, pero desde luego saben que no les gusta el presente, y que hay que cambiarlo como sea.

El taoiseach Leo Varadkar (que ha ganado la batalla de la macroecono­mía y perdido la de la microecono­mía) no ha considerad­o hasta ahora una coalición con los republican­os, con el argumento de que “no es un partido normal”, y “para compartir el poder hay que compartir una visión sobre el funcionami­ento de la justicia, los planteamie­ntos sociales y económicos fundamenta­les, y el sentido de la democracia”. Pero un sector del Fine Gael le presiona a cambiar de idea, y si no a ceder el puesto a otro, con tal de conservar el poder. El Fianna Fáil también descartó una campaña durante la alianza, pero su líder Michael Martin es ahora mucho más ambiguo: “lo más importante es la responsabi­lidad nacional y la formación de un gobierno estable”.

Cuando termine el recuento y todo el pescado esté vendido, todo apunta a que el Fianna Fáil tendrá el mayor número de escaños (unos 45), con Sinn Féin y Fine Gael cerca cada uno de los 40. Las opciones son tres: una improbable coalición de izquierdas liderada por Macdonald con el apoyo de Verdes, el partido Solidarida­d antes que beneficios, e independie­ntes; una gran coalición del establishm­ent conservado­r (probableme­nte liderada por Martin, y que si no funciona bien sería su tumba); o una alianza de cualquiera de los dos grandes partidos con los republican­os. Las negociacio­nes serán largas y complejas, igual que el reparto final de escaños, en un sistema de voto único transferib­le en el que cada elector clasifica a los candidatos por un orden de preferenci­as, y los votos de quienes ya han ganado o perdido se reciclan.

El Sinn Féin ha sido comparado por sus enemigos con Trump y el Brexit, ha sido denunciado como un populismo nacionalis­ta. Pero incluso si así fuera, sería muy diferente, porque es de izquierdas. Y hasta ahora la izquierda no ha gobernado nunca jamás en Irlanda. El partido de tenis se ha convertido en uno de fútbol americano, más duro y de táctica mucho más compleja.

ESCENARIOS

Una alianza que incluya al antiguo brazo del IRA, una de izquierdas, o una gran coalición

REUNIFICAC­IÓN

Los republican­os piden un referéndum para recuperar los condados del Ulster

AIRES DE CAMBIO

El Fine Gael del hasta ahora primer ministro Varadkar acaba tercero en escaños y votos

COMPARACIO­NES

Sus enemigos tildan al Sinn Fein de populismo nacionalis­ta como Trump o el Brexit

 ?? PHIL NOBLE / REUTERS ?? La líder del Sinn Féin, Mary Lou Macdonald, en un encuentro con votantes ayer en Dublín
PHIL NOBLE / REUTERS La líder del Sinn Féin, Mary Lou Macdonald, en un encuentro con votantes ayer en Dublín

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain