La Vanguardia

Límites, lindes, hitos, mojones

- Quim Monzó

En 1867 Estados Unidos compró Alaska al imperio ruso. Los rusos tenían dificultad­es financiera­s, al lado de Alaska estaba la Columbia Británica, que cada vez tenía más población y representa­ba un peligro creciente. El zar Alejandro II temía que le tomaran aquella extensión de terreno –cerca de 1.519 kilómetros cuadrados– sin recibir nada a cambio. Gracias al pacto con Estados Unidos se embolsó 7,2 millones de dólares. En la escuela, cuando lo explicaban, como éramos niños y no sabíamos mucho de la vida, alucinábam­os con que un Estado pudiera vender partes de su territorio, pero con los años fuimos sabiendo que trapicheos de este tipo han sido un hecho habitual a lo largo de la historia.

Sólo cincuenta y tres años después de aquel 1867 en que Alaska pasó a manos estadounid­enses, la ciudad de l’hospitalet perdió su salida al mar. Fue en 1920, cuando las Cortes españolas dictaron la ley de Expropiaci­ón de Terrenos para los Puertos Francos de Barcelona y Santander. El dinero que l’hospitalet percibió por aquella operación fueron 83.980 pesetas. Las décadas siguientes fueron épocas de ampliacion­es del puerto y del aeropuerto.

El jueves, la alcaldesa hospitalen­se dio una conferenci­a en la que dijo que luchará por recuperar el trozo de costa que le pertenece: “Fue un error histórico que hoy sería impensable”. Lo explica Jose Polo en las páginas de este diario: “En las negociacio­nes de los lindes –las fronteras municipale­s–, l’hospitalet reclamará su histórica salida al mar entre Barcelona y El Prat de Llobregat. No intentará recuperar todo lo que perdió, tan sólo un ‘trocito de playa y el Far del Llobregat’, actualment­e dentro de las instalacio­nes del Port de Barcelona. Concretame­nte, luchará por la zona que va desde la antigua desembocad­ura del río Llobregat hasta el mítico faro. Uno de los argumentos que arguye es que uno de los márgenes del anterior curso del Llobregat formaba parte del término municipal de l’hospitalet. Por allí se quiere realizar una conexión entre la urbe y el mar, aunque ya en el litoral está pendiente de definir si se quiere rearmar la playa u optar por otro tipo de instalació­n de recreo”.

Solucionad­o este problema –si es que se soluciona, porque El Prat dice que ni hablar–, hará falta revisar qué hacemos con Barcelona, que desde tiempo inmemorial Sabadell considera su barrio marítimo, una reivindica­ción tan viva que se volvió a evidenciar el año pasado, durante la celebració­n del centenario de la Colla de Sabadell, ante el pasmo de muchos barcelones­es que no saben que, en el fondo, no somos sino sabadellen­ses.

Tan sólo 83.980 pesetas cobró l’hospitalet por su trozo de costa

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