La Vanguardia

Ocupación del espacio político

- Fèlix Riera

Nunca como ahora el independen­tismo había caminado tan directamen­te hacia la división y, sin embargo, nunca como ahora ha estado tan cerca de lograr la mayoría parlamenta­ria y la mayoría de votos en las próximas elecciones autonómica­s. La pregunta que hay que formularse es cómo es posible que el independen­tismo político esté alcanzando su mayor éxito político desde el 2012. Y la respuesta la tenemos en que el independen­tismo político no busca una división de suma cero en sus filas sino una división que genere un sólido bipartidis­mo político que garantice consolidar su mayoría parlamenta­ria. Con la estrategia del rebelde bueno, ERC, y el rebelde malo, Junts per Catalunya, se pretende ampliar el número de votos y absorber toda la atención pública con sus luchas, más o menos impostadas. Mientras ellos luchan en la plaza pública, los ciudadanos sólo miran a los luchadores decantándo­se por uno u otro. Este proceso de absorción de la atención pública deja sin espacio al resto de los partidos políticos y consigue que la división independen­tista sea el nuevo incentivo electoral para entretener a sus electores y que no adviertan que no se han logrado los objetivos.

El proceso puede llegar a provocar que en las próximas elecciones autonómica­s se pase de una contienda entre independen­tistas y constituci­onalistas a una batalla entre ERC y Junts per Catalunya. Este cambio de foco puede llevar consigo una fuerte abstención entre los ciudadanos del bando constituci­onalista, al no verse reflejados en ninguna oferta electoral, ante la debilitaci­ón de Ciudadanos o el PP. Esta suma de factores puede convertir las próximas elecciones autonómica­s en las primeras donde se sustancie el bipartidis­mo político con voluntad de generar un gobierno de coalición e incorporar a la CUP. El escenario creado por la vía de la división permite conseguir la mayor unión política del independen­tismo nunca vista hasta la fecha. Lo que ningún independen­tista quiere ver es que la llamada división independen­tista se centra en quién ostenta el poder y cómo ejercerlo pero no en el objetivo de alcanzar la independen­cia a la que todos se subordinan.

En este nuevo escenario, sólo parece que vayan a concurrir dos fuerzas políticas, reduciendo al resto de partidos a meros espectador­es del espectácul­o de la división.

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