La Vanguardia

Aparcar el miedo

- Màrius Serra

Una de las cosas que más miedo le daban a mi padre era que le robasen el coche. Explicaba que su peor pesadilla era volver al lugar donde estaba seguro de que lo había dejado y que no estuviera ahí. Cuando aparcaba, comprobaba siempre que todas las puertas quedasen bien cerradas y a menudo lo cambiaba de lugar sólo porque en la misma calle descubría cristales rotos en la acera que le hacían pensar en una ventanilla reventada. El coche había sido para él una especie de conquista social y lo cuidaba como si fuera mi hermano. Yo siempre tuve una relación más distante con mis vehículos, pero me temo que he heredado su miedo. Cuando lo aparcaba en la calle y no recordaba dónde lo había dejado, paseaba con el corazón en un puño hasta encontrarl­o. Una vez, a los veintidós años, hice el ridículo de un modo glorioso: llego al lugar donde he aparcado, no lo encuentro y abordo, desesperad­o, a una patrulla de la Guardia Urbana para denunciar que me han robado el coche; me acompañan al lugar de los hechos y, sólo llegar, señalan un triángulo amarillo adherido a la acera y me informan de que se lo ha llevado la grúa. Cuando el miedo se mezcla con el miedo a hacer el ridículo, el cóctel es explosivo. Desde aquel día aparco mucho mejor.

Barcelona está llena de gente que aparca donde le da la gana. Espabilado­s que ocupan plazas de discapacit­ado “por dos minutos”, impaciente­s que lo dejan de cualquier modo o jetas que aparcan delante de casa aunque esté prohibido. Ahora, a espabilado­s, impaciente­s y jetas se les añaden otros compañeros de viaje conocidos como los i-i (por inútiles integrales). Los i-i son usuarios de las múltiples plataforma­s que alquilan motos eléctricas por minutos en la ciudad, a unos veinte céntimos por minuto. Todas funcionan con una aplicación de móvil –ecooltra, Yego, Acciona u otras– que geolocaliz­a el vehículo, informa de la batería disponible y permite reservarlo. Para que la comodidad sea máxima, ya llevan cascos y bolsitas higiénicas. El usuario sólo debe activar la moto, usarla y aparcar. La aplicación se encarga de calcular el tiempo de uso y carga los costos. Pero los usuarios i-i la dejan de cualquier manera en lugares donde no se pueden aparcar motos, ya sea porque la calle es demasiado estrecha, porque no hay espacio o simplement­e porque la dejan en medio del paso de peatones. La primera vez, los i-i dejan la moto y se van felices hasta que a final de mes les llega el cargo de la compañía de alquiler a la tarjeta de crédito. Entonces no saben de dónde les cae el bofetón, porque si la Guardia Urbana multa o se lleva la moto mal aparcada la compañía de alquiler carga la sanción al último usuario que la dejó allí, ¡y lo puede documentar! Si no paga, el usuario i-i tendrá que cambiar de hábitos de movilidad (o de compañía de alquiler). La pregunta es: ¿actúa la Guardia Urbana con la misma contundenc­ia si el vehículo es de alquiler o de propiedad? Viendo dónde deja las motos la gente, diría que no.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain