La Vanguardia

Los chicos del biberón

- Núria Escur

Dormir vestido bajo la nieve o beber el orín de los caballos. Eso hizo alguno de esos chicos el día que cumplió dieciocho años en la batalla del Ebro. “Éramos críos, no sabíamos ni por qué luchábamos, era una guerra que no entendíamo­s y hubo quien se pasó de republican­os a nacionales, y al revés, sin comprender”.

Me lo explicó Vador y lo recuerdo al leer el conmovedor libro sobre la quinta del biberón de Víctor Amela. De sus 25 entrevista­dos iniciales, seis aún están vivos. Víctor me comenta: “Creo que, al final, casi todas las familias, si buscan, tienen en su árbol genealógic­o alguien que fue biberón”. Un primo, un hermano, un tío.

El mío se llamaba Vador, el tiet Vador, al que hicieron perder un montón de años de su vida entre trincheras. Nos explicaron que, antes de ir al frente, era un chaval alegre y valiente, montaba a caballo como nadie, era capaz de distinguir las doscientas ovejas de su rebaño y hablaba con los perros. Cuando volvió era un hombre roto, silencioso, bonachón, que huía de los conflictos y sólo aspiraba a la calma.

Había nacido en 1920 y este año cumpliría cien, como todos sus compañeros, los biberones. Pero se lo llevó la fiebre del heno y sus secuelas, la memoria y la tristeza del supervivie­nte. Por casa todavía corre una cajita con una medalla en su interior: la que le dieron tras pegarle un balazo. Amarilla y cruzada en rojo.

No sé si era la medalla al valor, la del deber del ejército o la del mérito por los servicios prestados –no era una cruz laureada– ni me importa porque duele igual. Nunca he entendido eso de felicitart­e y honrarte cuando ya te han disparado.

Dicen que fue Federica Montseny quien los bautizó así porque, tras preguntar por la edad de los chicos, respondió horrorizad­a: “¿Diecisiete? ¡Pero si todavía deben de tomar el biberón!”. La Montseny era mucha Montseny. Fue la primera mujer ministra de España, ministra de Sanidad en plena Guerra Civil. En poco tiempo planeó hogares de acogida, comedores para embarazada­s y el primer proyecto de ley del aborto en España. No le hicieron mucho caso.

En los últimos tiempos, en su habitación de hospital, casi ciega, tocaba el rostro de quienes íbamos a entrevista­rla antes de empezar la charla. Nos habló de esos jóvenes a quienes rompieron la vida: “Si la guerra no se hubiera llevado a nuestros mejores jóvenes, hoy tendríamos a los mejores hombres”. Y de sus hijos, de quienes me quedaron clavados sus nombres anarquista­s: Vida, Germinal y Blanca.

Federica Montseny los bautizó horrorizad­a: “¿Diecisiete? ¡Si deben de tomar el biberón!”

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