La Vanguardia

En España hay más de medio millón de embriones humanos congelados

Las parejas pueden decidir quedárselo­s o donarlos a la ciencia o a otras personas

- JOSEP CORBELLA

En España hay decenas de miles de embriones humanos donados para investigac­ión que no se utilizan por la escasez de proyectos científico­s adecuados.

Según los datos más recientes de la Sociedad Española de Fertilidad, el 31 de diciembre de 2017 había en España 545.333 embriones criopreser­vados. El número de embriones que se congelan (unos 87.000 al año en 2016 y 2017) supera ampliament­e al de los que se descongela­n (4.500 al año), por lo que el número total de embriones almacenado­s debe situarse actualment­e en torno a los 700.000.

En Catalunya, según los datos más recientes de que dispone el departamen­t de Salut, en diciembre del 2014 había 11.903 embriones humanos conservado­s y el número aumentaba a un ritmo de unos 20.000 anuales.

No hay datos de cuántos de los embriones congelados han sido donados para investigac­ión, pero “es la opción que prefieren muchas parejas”, explica Montse Boada, directora del laboratori­o de reproducci­ón asistida de Dexeus Mujer, que participa en el primer proyecto de edición genética de embriones humanos que se hará en España. Dicho proyecto, dirigido por la bióloga Anna Veiga, del instituto Idibell de Bellvitge, investigar­á qué ocurre justo después de la fecundació­n con el objetivo de mejorar los tratamient­os de reproducci­ón asistida.

Para los embriones que se han fecundado para un tratamient­o y que no se han utilizado, la ley 14/2006 que regula estos tratamient­os ofrece cuatro opciones. La pareja puede mantener los emaconseja­do– briones congelados para utilizarlo­s en el futuro si desea tener más hijos. Es la opción preferida por muchas familias –incluso por las que no prevén buscar otro embarazope­ro las obliga a abonar una cantidad del orden de 300 euros anuales por embrión.

Otra opción es donar los embriones a parejas con problemas de infertilid­ad, que es “una alternativ­a que algunas personas aceptan pero muchas rechazan; cuesta mucho donar embriones propios”, señala Montse Boada. Una tercera posibilida­d es donarlos para investigac­ión, algo que muchas parejas consideran más aceptable que donarlos para reproducci­ón.

Finalmente, la ley permite destruir los embriones –con el eufemismo “cese de conservaci­ón sin otra utilizació­n”-, que “es una opción minoritari­a porque exige cumplir unas condicione­s que no son fáciles de cumplir”, explica Boada. Especialis­tas ajenos al centro de reproducci­ón asistida deben certificar que la mujer “no reúne los requisitos clínicamen­te adecuados” para el tratamient­o.

Han recurrido a esta opción mujeres a las que se ha extirpado el útero y pacientes de cáncer; por el contrario, no se aplica por criterios de edad en mujeres mayores de 50 años –en las que el tratamient­o está clínicamen­te desporque la ley no prohíbe aplicar técnicas de reproducci­ón asistida a edades avanzadas.

El resultado de esta regulación es que año tras año se acumulan miles de embriones que en teoría se destinarán a investigac­ión pero que en la práctica no tienen posibilida­d de ser utilizados, ya que no se presentan proyectos científico­s para estudiarlo­s.

La iniciativa de edición genética de embriones dada a conocer ayer por el instituto Idibell de Bellvitge y Dexeus Mujer es una excepción que ilustra las dificultad­es con que se encuentran los investigad­ores para sacar adelante proyectos científico­s basados en embriones humanos. El proyecto, presentado en noviembre del 2018, ha tardado más de un año en ser aprobado.

Propone utilizar 80 embriones para estudiar la función de cuatro genes en los primeros seis días después de la fecundació­n. Teniendo en cuenta que una parte de los embriones deberán utilizarse como grupo control, se dispondrá de una media de 16 embriones para estudiar la función de cada gen. “Es una muestra pequeña”, admite Anna Veiga, directora de la investigac­ión. “Pero hemos preferido ser conservado­ras. Tenemos que ir paso a paso”.

El proyecto de edición genética del Idibell y Dexeus utilizará 80 zigotos para estudiar el desarrollo embrionari­o

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