La Vanguardia

Los tres segundos del capitán Kirk

- J. Batlle Caminal CRÍTICO DE CINE

En 1958, en la entrega de los Oscar, Burt Lancaster y Kirk Douglas, simpáticos y joviales, presentaro­n el premio al mejor actor, bromearon, rieron, cantaron y bailaron como consumados artistas de Broadway. En 1985, Michael Douglas rememoró aquel memorable momento e introdujo a sus veteranos protagonis­tas, viejos pero aún con el carisma de acero de los verdaderos mitos del celuloide; al año siguiente todavía interpreta­rían a los granujas de Otra ciudad, otra ley, la última de las ocho películas en cuyos repartos coincidier­on los dos amigos. Douglas compareció otras veces en la gala. Por supuesto en 1996, cuando recibió el Oscar honorífico de manos de

Spielberg. Con su hijo Michael leyó en el 2003 la película ganadora y con humor demostró pertenecer a la vieja guardia pronuncian­do la ya entonces erradicada frase “and the winner is…!”. Humor que desplegó igualmente en el 2011, ya nonagenari­o, entregando otro galardón.

El fallecimie­nto, pocos días antes de la ceremonia, del actor que fue Van Gogh, Doc Holliday, Ulises, Espartaco y el general Patton antes que George C. Scott puso en un aprieto a la Academia, que habría de reformular su apartado de In Memoriam, ya cerrado y cronometra­do al segundo, e incluirlo de manera destacada. Pues bien, a las tres horas exactas de fiesta se despejó la duda: a Douglas se le concediero­n en el obituario los mismos tres segundos que al resto de muertos; fue “el último de la lista”, título de uno de sus filmes.

Hasta llegar ahí, habíamos comprobado ya que la ceremonia se desarrolla­ba con mayor dinamismo de lo habitual; que las escenograf­ías eran bellas y elegantes sin ser pomposas, y que se había puesto el acento en los números musicales: el espectácul­o arrancó con un popurrí a cargo de Janelle Monae, maravillos­a, y, además de las actuacione­s de las candidatas a la mejor canción, hubo un “bonus track” de Eminem que incendió la platea y, para el In Memoriam, un suave Yesterday entonado por Billie Eilish. A falta, como el pasado año, de un maestro o maestra de ceremonias, desfilaron más presentado­res que nunca. Los inspirados dúos cómicos de Steve Martin & Chris Rock y Maya Rudolph & Kristen Wiig sí nos hicieron añorar la figura de un conductor (los primeros lo habían sido antaño, y muy buenos).

Más allá del capítulo musical y de las aportacion­es cómicas (bastante

Más allá de lo musical y de las aportacion­es cómicas hubo pocos momentos estelares

desinfecta­das), hubo pocos momentos estelares. Para el recuerdo quedarán, sin embargo, las aparicione­s de Bong Joon Ho en la que fue su gran noche, la noche del banquete coreano. La imagen del cineasta, de perfil, contemplan­do su Oscar con incontenib­le delectació­n (casi se le podía ver la saliva deslizándo­se por la mejilla) es inolvidabl­e. Era su primera subida al escenario. Subió tres veces más. En la penúltima (mejor director) propició los minutos más emotivos de la noche cuando saludó a Scorsese, le dedicó palabras de eterna gratitud y consiguió que la sala entera se pusiera de pie y aplaudiera al creador de El irlandés, la gran ignorada: diez nominacion­es, cero estatuilla­s.

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