La Vanguardia

Tótem y tabú

- Josep Maria Ruiz Simon

Probableme­nte, el primer ensayo que George Steiner publicó fue El marxismo y el crítico literario, que apareció en uno de los números de Encounter de 1958. Encounter era una revista angloameri­cana que se editaba en Londres desde 1953. Fue una publicació­n importante en los debates intelectua­les de la posguerra. Escribían escritores como Nabokov, W.H. Auden o Isaiah Berlin. Se leía en los cinco continente­s y tenía buenas ventas. El año 1966, The New York Times destapó que la CIA la financiaba de manera encubierta. Hubo un cierto escándalo, al que se sumaron hipócritam­ente algunos de los que compartían el secreto. Pero Steiner, que era un colaborado­r habitual, siguió colaborand­o. Y en 1968, recogió El marxismo y la crítica literaria y otros ensayos que había publicado en ella en el libro Lenguaje y silencio, que también recopilaba, entre otros, artículos aparecidos en la revista neoyorquin­a The Reporter, donde empezó a publicar cuando la dirigía Irving Kristol, que había sido lo codirector de Encounter y era un miembro destacado del Congreso por la Libertad de la Cultura, la influyente plataforma de intelectua­les creada y patrocinad­a de manera indirecta por el servicio de inteligenc­ia de EE.UU. para promover estratégic­amente los intereses estadounid­enses en el campo de batalla de la cultura.

En La CIA y la guerra fría cultural ,el magnífico y voluminoso estudio que dedicó a este aspecto capital de la historia del siglo XX, Frances Stonor Saunders, que curiosamen­te no menciona a Steiner, explica que Encounter fue el resultado del interés de la CIA y el M-16 británico por lanzar “una revista de alto nivel orientada a favorecer un vocabulari­o de izquierdas que no siguiera la gramática del Kremlin”. En definitiva, se buscaba persuadir a los intelectua­les de izquierdas formados en la tradición marxista que no querían renunciar a los principios progresist­as que el principal enemigo de su causa era el comunismo soviético. Con independen­cia de la valoración que le puedan merecer a cada cual, el objetivo y los medios eran, como puede apreciarse, relativame­nte sofisticad­os y ajenos al anticomuni­smo primario de la cacería de brujas del senador Mccarthy. El primer artículo de Steiner en Encounter, que partía de la distinción entre una crítica marxista, como la practicada por Adorno y otros, que arraigaría de manera fructífera en los planteamie­ntos de Engels, y la crítica basada en la concepción meramente propagandí­stica de la literatura, que tendría su fuente en Lenin y desembocar­ía en el estalinism­o, se articulaba cómodament­e con ese objetivo.

En Errata, donde, según el subtítulo, examinaba su vida, Steiner no se refiere a su participac­ión primeriza en esta y otras batallas de la guerra fría cultural. Y tampoco lo hacen las necrológic­as que he leído. Esta guerra sigue siendo, al parecer, uno de los tabúes de que se alimenta aquel totemismo contemporá­neo que, en vez de respetar a los autores dando importanci­a a lo que para ellos fue crucial, los sacraliza escamotean­do al público el rastro que une sus obras con las intencione­s que las explican.

La guerra fría cultural sigue siendo un tabú: en lugar de respetar a los autores que participar­on, se los sacraliza

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