La Vanguardia

Rosas rojas, helechos negros

Inglaterra es la única selección de rugby femenino totalmente profesiona­l y a ello se debe su absoluto dominio del torneo de las Seis Naciones

- Rafael Ramos

En el rugby, como en tantas otras facetas de la vida, las mujeres tienen (por lo menos) dos preocupaci­ones: una es ser las mejores en su terreno, la otra es intentar cobrar lo mismo que los hombres. Lo primero no es fácil, pero cuando menos es más factible que lo segundo.

Las rosas rojas, el equipo de rugby femenino de Inglaterra, tiene la ventaja muy significat­iva de ser el único completame­nte profesiona­l del mundo, y sus estrellas (Emily Scarratt, Katy Daley Mclean, Sewe Noaopu, Enya Bream, Ciara Griffin, Jessica Breach...) se dedican en cuerpo y alma al deporte, y tienen contratos de unos treinta mil euros anuales con la selección nacional, a cambio de lo cual se compromete­n a acudir a todos los entrenamie­ntos y todos los partidos. Una minoría es amateur, como Ally Dow, que estudia ingeniería en la Universida­d de Londres.

El lado negativo, si se puede considerar así, de ese profesiona­lismo de las rosas rojas es su dominio total y absoluto del torneo de las Seis Naciones, que se juega paralelame­nte al masculino, y en cuyo partido inaugural este año derrotaron 19 a 13 a Francia en el Stade Hameau de Pau, ante 14.000 espectador­es, gracias a una férrea defensa.

También eran las favoritas para ganar a Escocia (0-53) e igualar las dos victorias iniciales de Irlanda en un trofeo que han alzado quince veces, incluidos catorce grand slams (el último el año pasado).

Las restantes home nations (Irlanda, Escocia y Gales) son amateurs, y sus jugadoras sólo cobran un plus de unos cientos (pocos) de euros por partido, más los gastos de transporte y alojamient­o. Representa­n en cierto modo el antiguo espíritu del Cinco Naciones, combinando lo mejor que pueden las profesione­s más variopinta­s o las tareas domésticas con la necesidad de acudir varios días a la semana a entrenar, desplazars­e los fines de semana y estar fuera más de un mes en los años que hay Campeonato del Mundo (el próximo será en el 2021 en Nueva Zelanda). Las irlandesas, aún así, tienen dos títulos, y las escocesas uno.

En un estadio intermedio, el de la semi-profesiona­lidad, se encuentran Francia y Nueva Zelanda, lo cual se refleja en su palmarés. El equipo galo es el principal rival de Inglaterra en el Seis Naciones, que ha conquistad­o seis veces, mientras que los helechos negros se han llevado el Mundial en cinco ocasiones (son las campeones vigentes), por tan sólo dos de las rosas rojas .Yesqueel rugby es una cosa muy seria en el país de las Antípodas, da lo mismo que lo jueguen los hombres que las mujeres.

En Australia, las jugadoras de rugby a siete han logrado el hito de que la federación iguale su salario al de los hombres. Es el único deporte en que es así, porque las matildas (fútbol), las jillaroos (rugby a trece) y las wallaroos (un tipo de canguro, rugby a quince) siguen siendo discrimina­das, y se tienen que conformar con sueldos infinitame­nte inferiores al de sus equivalent­es masculinos. Un wallaby como Curtley Beale o Michael Hooper se lleva 130.000 euros al año más otros ocho mil por partido y mil por entreno.

Una cuarta parte de las fichas de rugby que hay en todo el mundo correspond­en a mujeres (quince mil en Australia, diez mil en el País de Gales...), y la popularida­d de la versión femenina del deporte ha aumentado tanto (como demuestra la asistencia a los partidos del Seis Naciones) que se está consideran­do muy seriamente la creación de unas leonas británicas e irlandesas, el equivalent­e de los British and Irish Lions, una selección de las islas Británicas que iría periódicam­ente de gira a Nueva Zelanda, Estados Unidos Australia, Francia... El problema es que las inglesas son mucho mejores, tanto que constituir­ían la mayor parte del equipo, pero habría lugar para otras estrellas, como la galesa Siwan Lillicrap.

El tema de la discrimina­ción contra las mujeres en el deporte se ha politizado mucho en las Antípodas. La exprimera ministra neozelande­sa Helen Clark lo ha convertido en un casus belli personal, exigiendo la equiparaci­ón de salarios, el ascenso de las mujeres a cargos ejecutivos y de entrenador­as, flexibilid­ad laboral suficiente para poder viajar y entrenar, guarderías para dejar a los niños, y que los helechos negros dejen de viajar en clase turista mientras Patrick Tuiopolotu, los hermanos Barrett, Samuel Whitelock, Brodie Retailick y el resto de los All Blacks van en primera. Al fin y al cabo las chicas tienen cinco títulos mundiales, por sólo tres de los chicos.

Las neozelande­sas han ganado el Mundial cinco veces, pero cobran muy poco y viajan en turista

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GAIZKA IROZ / AFP Las inglesas vencieron ayer a Escocia por 0-53 en Murrayfiel­d
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