La Vanguardia

Una visión muy crítica de la edición española

Las demoledora­s cartas de Jaime Salinas a su pareja, Gudbergur Bergsson

- CARTAS DE SALINAS

Jaime Salinas (19252011) es historia de la mejor edición literaria española. El hijo del poeta Pedro Salinas fue clave en destacados proyectos editoriale­s en un período que va de la España de los años cincuenta hasta la de los noventa, en sellos como Seix Barral, Alianza o Aguilar, primero desde Barcelona, y a partir de 1965 en Madrid. Su amigo Enric Bou se ha encargado de la edición de la numerosa correspond­encia que mantuvo el editor con su pareja, el islandés Gudbergur Bergsson –novelista y traductor del Quijote, García Márquez o Borges, entre otros–, que se publica bajo el título Cuando editar era una fiesta (Tusquets) y completa sus memorias Travesías (2003), que abarcaban sus primeros 30 años de vida. Las afirmacion­es de Salinas se realizaron en un entorno de máxima confianza, en cartas privadas.

En Seix Barral estuvo entre 1955 y 1964. Al principio se alojó en el Hotel Suizo, cerca de la plaza Sant Jaume, y luego en una casa del Putxet.

CARLOS BARRAL

“Si nos fusilaran, se levantaría de la tumba para contar que a él le mataron con más balas”

JOSEP MARIA CASTELLET

“Se preocupa de los novísimos como si fueran hijos, los malcría, se le suben a las barbas”

Para el destinatar­io de las cartas, Gudbergur Bergsson, Salinas nunca llegó a conectar de verdad con sus colegas barcelones­es, cultos y leídos pero sin mundo.

En una carta de 1962, explica una de sus noches barcelones­as: “Apareció repentinam­ente Jaime G. (Gil de Biedma) de la obscuridad y nos fuimos todos a casa de los Barral, donde seguimos bebiendo hasta cerca de las seis. Hablé mucho con Vargas Llosa, que es persona muy civilizada, mucho más civilizada y culta que los de aquí aunque sólo tenga 26 años. Es la primera vez que veo a alguien que le ponga unas banderilla­s a Jaimito, banderilla­s muy bien puestas sin sangre y fuego. Su mujer es chilena (sic: se trataba de la boliviana Julia Urquidi), bastante mayor que él, y en un momento que nos quedamos en un rincón a solas empezó a contarme su vida y milagros. Naturalmen­te ella era en realidad la que había conseguido todo para su marido. Hubiera preferido

que no hubiese hablado así: es simpática y ante su numerito de self-pity no sabía muy bien qué hacer”. En mayo del mismo año, se refiere a Gabriel Ferrater en los encuentros de Formentor: “Se portó como un santo en las reuniones (creo que ya te he dicho que se portó tan bien social e intelectua­lmente que Rowohlt le ha contratado como lector suyo). Según descubrí después –estaba un tanto extrañado porque apenas se le veía beber en público–, los whiskies se los tomaba en su habitación y antes de meterse en la cama. Sus intervenci­ones en las reuniones fueron brillantes como lo es él, haciendo referencia­s, citas, gesticulan­do como un molino. No metió mano a nadie, fue un Gabriel desconocid­o”. En julio, describía así a Camilo José Cela: “Su inmensa vanidad le lleva a decir las cosas más estúpidas, a contar las mentiras más transparen­tes y pueriles”.

De Carlos Barral –que un día triste le habla de que piensa en suicidarse– escribe: “Creo que si algún día, por las razones que fueran, a Carlos y a mí, o a cualquier conocido suyo, nos pusieran contra una pared para fusilarnos, Carlos se levantaría de la tumba para contar al mundo que a él le habían matado con más balas que a los demás. ¡Oh! ¡Qué inmensa vanidad la del joven barbudo!”.

En 1965, Salinas fundó Alianza. Ese año anota: “Cena con los Castellet; él se ha dejado crecer la barba, lo que le da un aspecto más ‘interesant­e’. (...) Me enseñó lo que está haciendo en la Editorial 62 (de lengua catalana casi exclusivam­ente), y al no tener concurrenc­ia y encontrars­e que estos años de ‘opresión’ han mantenido a los autores extranjero­s libres de derechos en catalán, está publicando más o menos lo que quiere. Tengo la impresión que su tendencia es ir dándose de baja poco a poco del papel de ‘gran hombre’ de la literatura castellana y pasarse totalmente a la catalana”. En 1970, dirá de él que “acaba de publicar una antología de poesía titulada

Nueve novísimos, en que agrupa a nueve de esos jóvenes poetas, empezando por Pere Gimferrer y acabando en Azúas, Moixes y Molina Foixes; todo ello un tanto absurdo. Se preocupa de ellos como si fueran sus hijos, los malcría, les deja que se le coman su tiempo, se le suban a las barbas. También tiene problemas profesiona­les: Ediciones 62 pasa de crisis económica en crisis económica y no acaba de levantar la cabeza. En la edición parecen salvarse solamente Esther Tusquets con Lumen, Jorge Herralde con Anagrama; ambos más grises, más pacientes y trabajador­es recogen los frutos de las tonterías de los demás”.

En 1975, escribe: “Sea dicho entre nosotros, Félix (de Azúa) está inaguantab­le; su petulancia hace aguas porque cada día tienen menos dentro; no llega a ser un personaje ridículo, su verborrea es simplement­e estúpida y aburrida; me dirás que tú nunca te lo has tomado en serio y te diré que desgraciad­amente no sueles equivocart­e”.

De su posterior etapa en Alfaguara (1976-83) narra, entre muchas cosas, su idilio tipográfic­o con el diseñador Enric Satué, sus peleas con Carmen Balcells (“locura de poder galopante, presa de una paranoia incontrola­da”, la describe en 1981) o rememora la gran polémica que se originó al publicar a Ausiàs March y calificarl­o en el prólogo “como escritor en lengua catalana”, lo que provocó quejas que llegaron hasta el presidente Adolfo Suárez pero convirtier­on el libro en inesperado best-seller. En 1979, ve a García Márquez, quien viene de visitar a los reyes de España: “Ella conocía su obra (Él no); el príncipe entró sin llamar a la puerta antes; Ella le regañó (en inglés). Él salió en su defensa. Grandes elogios de Sus Majestades: muy enterados de todo. Tan sencillos, falta de protocolo, etcétera, etcétera”. También “Ymelda (Navajo) y yo fuimos a hacer una visita de cortesía al delegado de Cultura del Ayuntamien­to (Joan de Sagarra), que nos recibió muy bien pero que dejó muy claro que en la nueva Cataluña Libre no se hace nada sin pasar antes por el Honorable (Tarradella­s) (unos y otros hablan de él como un dictadorzu­elo, como el Franco catalán y en el fondo están encantados con él y con la imposibili­dad de quitárselo de encima”.

Critica que Balcells le retirara autores importante­s para pasárselos a Bruguera y lamenta que “Carmen está demasiado ocupada despilfarr­ando dinero a diestra y siniestra para contestar a nadie”.

Salinas fue director general del Libro y Biblioteca­s entre 1983 y 1985, con Felipe González. De 1986 a 1991, estuvo en Aguilar. En 1989, constata que “parece que ese mundo de la edición en la que participam­os una serie de gentes está llegando a su fin. Los príncipes (el calificati­vo es de Javier Pradera) estamos siendo barridos por zafios tecnócrata­s. ¡Si por lo menos hubieran sido los proletario­s!”.

Palabra (privada) de editor.

 ??  ??
 ?? TUSQUETS ?? Destinatar­io y remitente. A la izquierda, Gudbergur Bergsson junto a su pareja, Jaime Salinas, en la casa barcelones­a de la calle Felipe Gil, en una fotografía fechada hacia 1957. Arriba, de izquierda a derecha, José García Velasco, Carmen Romero, Jaime Gil de Biedma y Jaime Salinas.
TUSQUETS Destinatar­io y remitente. A la izquierda, Gudbergur Bergsson junto a su pareja, Jaime Salinas, en la casa barcelones­a de la calle Felipe Gil, en una fotografía fechada hacia 1957. Arriba, de izquierda a derecha, José García Velasco, Carmen Romero, Jaime Gil de Biedma y Jaime Salinas.
 ??  ??
 ?? TUSQUETS ??
TUSQUETS

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain