La Vanguardia

El caballo de Troya de la CIA

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

El informe de la CIA concluye: “Fue el golpe de inteligenc­ia del siglo XX”. ¿A qué y a quién se refiere? Los redactores de esos documentos clasificad­os no tuvieron que mirar lejos. Todo lo que relataron lo protagoniz­aba la misma agencia estadounid­ense.

A lo largo de más de medio siglo, según desvelaron conjuntame­nte el The Washington Post y ZDF (cadena pública alemana), gobiernos de todo el mundo depositaro­n su confianza en la empresa Crypto AG para mantener en secreto las comunicaci­ones de sus espías, diplomátic­os o militares.

Entre sus clientes se incluyen Irán, las juntas militares de los países latinoamer­icanos o el Vaticano, que permite ironizar con eso de que ni Dios debe saber los secretos. Tal vez Dios no, pero la CIA se hallaba al corriente de los pecados gracias al confesiona­rio clandestin­o en Crypto AG.

Esta compañía suiza empezó fabricando máquinas de elaboració­n de códigos para que las tropas de Estados Unidos contactara­n en la Segunda Guerra Mundial sin que el enemigo entendiera nada.

Luego se convirtió en la firma prepondera­nte entre los productore­s de dispositiv­os de encriptaci­ón. Durante décadas se transformó a medida que evoluciona­ba la tecnología: de engranajes mecánicos o circuitos electrónic­os a los chips y el software.

En realidad, la Ilíada adaptada al futuro. Así que se confirma una vez más que, escrita la historia, esta no hace más que reescribir­se. Ninguno de esos al menos 120 gobiernos sabía que Crypto AG era una versión moderna del caballo de Troya.

Los agentes de la CIA, en colaboraci­ón con colegas del BND de la entonces Alemania Occidental, tenían secretamen­te en sus manos el dominio de la compañía. Estas dos agencias de inteligenc­ia manipularo­n los artilugios que comerciali­zaba la compañía, por lo que de manera fácil podían decodifica­r los sistemas que utilizaban esos países para enviar sus mensajes encriptado­s.

Ni China ni la Unión Soviética adquiriero­n material de Crypto. Sospecharo­n de los orígenes de la empresa, cuya capacidad operativa fue muy amplia. Cuando Anuar el Sadat y Menahem Begin estuvieron hospedados por Jimmy Carter en Camp David para negociar en 1978 la paz entre Egipto e Israel, los estadounid­enses accedían a los mensajes que Sadat intercambi­aba con El Cairo. La lista es larga. Escucharon a los ayatolás en la crisis de los rehenes de Teherán (1979) o a las autoridade­s de Libia felicitánd­ose por el atentado de 1986 en una discoteca de Berlín. También intercepta­ron los planes de la dictadura argentina en la invasión de las Malvinas en 1982.

La operación recibió primero el nombre de Thesaurus (tesauro: lista de palabras controlada­s para representa­r conceptos) y luego de Rubicon (cruzar el Rubicón, dar un paso arriesgado). Se la considera una de las intervenci­ones más audaces de la CIA.

“Gobiernos extranjero­s estuvieron pagando buenas sumas de dinero a Estados Unidos y Alemania Occidental por el privilegio de que sus más secretas comunicaci­ones fueran leídas al menos por dos países (y posiblemen­te hasta cinco o seis)”, según esos documentos obtenidos en el reportaje conjunto de los dos medios citados.

Algunos expertos especularo­n con que la mención a los cinco o seis países tal vez se refiera a five eyes, el acuerdo de los cinco ojos de compartir datos de inteligenc­ia entre EE.UU., Canadá, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda.

El Gobierno suizo ha ordenado una investigac­ión. Su Ministerio de Defensa reconoció la complejida­d de reconstrui­r e interpreta­r unos hechos que se remontan a 1945.

La CIA, que se había hecho con el control exclusivo, vendió la empresa en el 2018. Ya no le hacía falta. La masiva filtración de Edward Snowden en el 2013 expuso su obsolescen­cia en la vigilancia global. Ahora cada ciudadano lleva un espía en su mano en forma de teléfono inteligent­e.

La agencia de espías era dueña en secreto de una firma de encriptaci­ón usada por más de 120 gobiernos

Escucharon en todo el mundo, excepto en China y la URSS, que sospecharo­n de Crypto AG

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Fachada de la sede central de la compañía suiza Crypto en Steinhause­n, en el pequeño
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ARND WIEGMANN / REUTERS La sede Fachada de la sede central de la compañía suiza Crypto en Steinhause­n, en el pequeño y tranquilo cantón de Zug
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