La Vanguardia

Trabajemos por el MWC del 2021

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Anoche se canceló la edición de este año del Mobile World Congress (MWC), que debía llevarse a cabo en Barcelona entre los días 24 y 27 de este mes, dentro de apenas dos semanas. De nada sirvió el loable apoyo conjunto de las institucio­nes –los ayuntamien­tos de Barcelona y l’hospitalet, Generalita­t de Catalunya y Gobierno central– a su celebració­n, ni el deseo inicial del consejo de la GSMA, entidad organizado­ra del evento, de mantenerlo, dado que a su entender no existía un riesgo sanitario que justificar­a la anulación. Pero es un hecho que la epidemia de coronaviru­s, con un balance de ya más de mil muertos en China, ha desatado un temor global que, en el caso del MWC, se tradujo, en los últimos días, en un constante goteo de desercione­s. Ayer, poco antes de la suspensión, Deutsche Telekom, Orange y BT se sumaron a firmas como LG, Ericsson, Facebook, Cisco, Intel, AT&T, Vivo, Sony o Nokia, que en fechas anteriores habían anunciado su retirada. Huawei y Xiaomi, dos colosos de China –país que ha venido ganando peso, año a año, en este certamen–, seguían firmes en su compromiso con la cita barcelones­a, así como una mayoría de firmas de muy diversa envergadur­a. Pero dicho goteo acabó adquiriend­o el volumen suficiente para que se optara por la cancelació­n del certamen. A pesar de que las autoridade­s sanitarias locales afirmaron una y otra vez que no había motivos para ello, y a pesar de que acaso se abra ahora una compleja batalla legal por las indemnizac­iones, que podría enfrentar a algunas de las firmas expositora­s y a los convocante­s.

La cancelació­n del MWC constituye un duro golpe para sus organizado­res y, desde luego, lo constituye también para Barcelona. No sólo por el impacto económico de 500 millones de euros que deja cada edición en la ciudad, ahora cesante, y que va a repercutir directamen­te en el sector hotelero, de la restauraci­ón, los transporte­s o los servicios. También porque el

MWC ha venido celebrándo­se en Barcelona desde el 2006, cuando nuestra ciudad tomó el relevo de la anterior sede, Cannes. Y porque lo ha hecho con un éxito siempre al alza, hasta convertirs­e en la mayor feria mundial, en la que participan 2.800 expositore­s y más de 100.000 visitantes. Un auténtico fenómeno. Se ha convertido además en un motivo de orgullo para Barcelona, cuya respuesta al reto organizati­vo ha sido muy satisfacto­ria, lo cual le ha permitido granjearse la fidelidad del certamen y asociar su imagen a una industria puntera, emblema de la revolución tecnológic­a y de las comunicaci­ones en la que está inmerso el mundo. La codicia que el éxito del MWC barcelonés ha despertado en otras ciudades es la mejor prueba de ello.

A Barcelona le cabe el consuelo de saber que esta cancelació­n no le es en modo alguno atribuible. Estamos, por el contrario, ante una consecuenc­ia paradigmát­ica de la globalizac­ión. De esta globalizac­ión que ha normalizad­o reuniones en una ciudad de los grandes sistemas industrial­es radicados en países lejanos entre sí y que, al tiempo, puede hundir un acontecimi­ento que va a celebrarse en Barcelona... debido a una crisis sanitaria declarada en China. La pérdida registrada anoche es doblemente dolorosa, porque, según pronosticó John Hoffman, consejero delegado de la GSMA, la edición de este año perfilaba otro récord. Pero los lamentos serán de poca utilidad. Es hora de pasar página y empezar a sentar las bases para la edición del MWC del 2021.

Para ello es preciso mantener la unidad institucio­nal, el compromiso de todos los operadores basados aquí y, por supuesto, la complicida­d de la GSMA. Esta entidad, que representa los intereses de 750 operadores y 400 compañías de todo el mundo, se manifestó ya ayer en este sentido: “La GSMA y los agentes de la ciudad anfitriona seguirán trabajando al unísono y apoyándose mutuamente de cara al MWC Barcelona del 2021 y futuras ediciones”. Manos a la obra.

El congreso es un motivo de orgullo para Barcelona, a la que en modo alguno cabe

atribuir su cancelació­n

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