La Vanguardia

El mendigo que era esclavo

Mossos y Guardia Urbana detienen a tres individuos que explotaron a un hombre mayor que pedía dinero y pasaba 18 horas sin moverse en la calle

- MAYKA NAVARRO

Aún recuerdan en los Jardinets de Gràcia los gritos de aquel mendigo que desde el 2016 yacía horas sobre una manta en una de las aceras, sin poder moverse. Dejaron de verle en agosto del 2018 y ayer supieron que aquellos chillidos eran de dolor y que el anciano mendigaba obligado por tres individuos que ya están encarcelad­os y acusados de los delitos de tráfico de personas con la finalidad de mendigar y pertenenci­a a grupo criminal.

La historia de este individuo que ahora tiene 80 años es de una crueldad infinita. Pero a su vez es la demostraci­ón del tesón de un grupo de mossos y guardias urbanos que en los últimos dos años investigar­on a los tres sospechoso­s para demostrar que estaban organizado­s y explotaban al hombre al que engañaron en su día para viajar a España y le sometían a un régimen de absoluta esclavitud y penuria.

Todo empezó en verano del 2016. El hombre, sin familia, no tenía trabajo desde hacía un tiempo. Tampoco recursos y la casa en la que vivía en un pueblo de Rumanía se vino abajo y no podía repararla. A esto se le sumaban sus graves problemas de salud e incapacida­d para mover una pierna. Por eso, no dudo en aceptar la oferta de una pareja de compatriot­as cuando le ofrecieron venir a Barcelona a trabajar. Le pagaron el billete y le acompañaro­n en el trayecto.

Nada más llegar, sus captores le quitaron el pasaporte y le colocaron sobre una manta en una acera de los Jardinets de Gràcia. Le pintaron un cartel en castellano que decía que no tenía dinero para comer ni para dormir, y le dijeron que sólo tenía que estar allí sin moverse. Sin hablar una palabra de castellano, el hombre pasaba hasta 18 horas al día en aquel lugar. Había jornadas que no lo movían ni para acompañarl­o al baño. Cada vez más deteriorad­o, apenas podía caminar, y a no ser que los vecinos le acercaran algo, ni comía ni bebía muchos días.

Los problemas en el pie se agravaron y sus captores viajaron con él a Rumanía para que lo operaran. Allí estuvo ingresado, le amputaron parte de la extremidad y estuvo un tiempo reposando. Sus compatriot­as le tuvieron en su casa, pero durmiendo en un pasillo, sobre el suelo. Tenían prisa para que el hombre volviera a pedir. Sin que la herida hubiera cerrado, lo devolviero­n de nuevo a las calles de Barcelona.

La herida se abrió, el pie empezó a gangrenars­e y fueron aquellas semanas en las que el hombre gritaba de dolor en la calle. Una tarde una mujer entró en una farmacia de Gràcia y preguntó si se le podía suministra­r algún calmante a aquel mendigo que chillaba de aquella manera tan desesperad­a.

Finalmente decidieron alertar a los servicios sociales del Ayuntamien­to, que derivó el asunto al grupo de tráfico y explotació­n de personas de la Guàrdia Urbana, que ya estaba trabajando en el caso.

Ante la gravedad de las heridas en el pie, desde el Ayuntamien­to se gestionó su ingreso en un hospital, donde finalmente le tuvieron que amputar la extremidad. Incluso hospitaliz­ado, sus captores trataron de sacarlo a escondidas del centro para devolverlo a la calle.

La Guardia Urbana amplió la investigac­ión al grupo de tráfico de seres humanos de la división de investigac­ión criminal de los Mossos d’esquadra de Barcelona y juntos le tomaron una primera declaració­n. Comprobaro­n algunos de los extremos que declaró y cuando se encontraba en mejores condicione­s de recordar por el infierno que había pasado le volvieron a interrogar.

Desde agosto del 2018 que el

El anciano aseguró que a diario podía recoger hasta 500 euros de limosnas y que se hacía las necesidade­s encima

hombre está fuera del alcance de sus captores. Y desde ese momento, y bajo la tutela de la Fiscalía especial de extranjerí­a y un juzgado de Barcelona se empezó a investigar a los responsabl­es. Se solicitó autorizaci­ón para intervenir los teléfonos y lo que descubrier­on fue la farsa del matrimonio de rumanos y el tercer compinche. Además de explotar a su compatriot­a, ellos también mendigan en el paseo de Gràcia mientras enviaban dinero a su país, donde tenían numerosas propiedade­s inmobiliar­ias y últimament­e se habían comprado hasta un caballo.

El hombre contó que llegaba a ganar hasta 500 euros al día. Con facilidad. Y no era un error porque los policías le colocaron monedas y billetes delante y pese a desconocer el idioma los identificó perfectame­nte por su valor. Sigue en Barcelona, bajo cuidados, y no quiere volver a su país. A medida que pasan los días siente rabia e impotencia. No fue hasta ahora consciente de todo el mal que le hicieron y el infierno por el que había pasado.

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GUARDIA URBANA / MOSSOS D'ESQUADRA El hombre en una acera de los Jardinets de Gràcia

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