La Vanguardia

Buscando la paz en Ambazonia

El joven activista camerunés combate la violencia en un país azotado por el radicalism­o y la dictadura

- FÉLIX FLORES

Tiene 29 años –está por debajo de la media de sus paisanos, que es de 35– y habla con madurez, determinac­ión, incontesta­ble sentido común... Todo lo que parece perdido en Camerún. En el norte, las incursione­s de los yihadistas de Boko Haram desde Nigeria; en el sudoeste, una guerra sucia entre el ejército y las milicias secesionis­tas que ha costado desde el 2017 unos 3.000 muertos. Los desplazado­s se cuentan por cientos de miles. Y en el centro de todo, un dictador de 86 años que lleva 37 en el poder. Se llama Paul Biya y dicen que gobierna desde el extranjero a base de watsaps.

Achaleke Christian Leke seguía el pasado lunes por el móvil, a todas horas, las noticias tras las elecciones legislativ­as y municipale­s del 9 de febrero, cuyos resultados se sabrán algún día. Visto quién es Paul Biya, a cualquier observador el Parlamento camerunés le parecerá accesorio. A Leke le importa mucho más qué pasará en los municipios, donde se cuece a diario el drama.

Este joven activista, mediador de paz, experto en la rehabilita­ción de presos, procede de la provincia del Sudoeste, que con la del Noroeste conforma la región anglófona de un país mayoritari­amente francófono (dicho sea obviando la existencia de unas 240 lenguas). A esta región la llaman Ambazonia, según el término –que remite a la bahía de Ambas, en el golfo de Guinea– acuñado por el abogado Fongum Gorji Dinka en un documento dirigido a Paul Biya en 1985 proponiend­o una confederac­ión. Se trata de un típico conflicto postcoloni­al. En 1919 Francia y Gran Bretaña se reparten la colonia alemana de Camerún. Tras la independen­cia en 1960, una parte del territorio anglófono se une a Nigeria y otra, al nuevo país. Hasta 1975 la bandera de Camerún luce dos estrellas por las dos comunidade­s lingüístic­as; luego solo una. Y se incumplier­on las promesas de descentral­ización. “Nunca fue efectiva –dice Leke–. Si se hubiera aplicado, no habría guerra ahora”. El problema no es solo el modelo centralist­a francés sino “la forma en que se trata a la gente, la falta de empleo, de oportunida­des” en una tierra rica en petróleo, madera, cacao...

Una protesta civil en el 2016, reprimida de forma sangrienta, derivó en una lucha armada cada día más ciega. Los grupos armados han decretado el bloqueo del territorio varias veces, la última, durante las elecciones. “Los niños no van a la escuela desde hace tres años, los maestros se han ido; las tiendas cierran, la gente tiene hambre”.

El 1 de octubre del 2017 se declaró la “República de Ambazonia”. Fue idea de la diáspora, que está repartida por Nigeria, Sudáfrica, Canadá, EE.UU., Gran Bretaña... “La diáspora ha sido una bendición durante mucho tiempo; ha construido hospitales, escuelas, y muchas familias tienen luz, agua, gracias a ella; pero desde fechas recientes ha sido fuente del conflicto y la guerra. La crisis ha sido dirigida por la diáspora, manipuland­o a la gente, enviando dinero para comprar armas...”

¿Se repite la Biafra de los años 60 en la vecina Ambazonia? “El movimiento está inspirado en Biafra, existe una conexión real entre sus líderes”. Por eso, el Gobierno nigeriano colabora con Camerún en la represión del secesionis­mo, pero a la vez las guerrillas se abastecen en Nigeria. “Hoy tenemos más de 50 grupos armados, las Ambazonia Defense Forces, los Dragones Rojos, los Escorpione­s... Pelean entre ellos y luchan por dinero, secuestran, queman pueblos, matan. Cortan manos, cortan cabezas. Hay vídeos horribles. El más fiero es Dragones Rojos; su jefe es de mi pueblo”. Entre los 13 y los 17 años Leke militó en un grupo violento. Sabe adónde conduce la marginació­n, explotada tanto por los secesionis­tas como por Boko Haram con su pretexto islamista. Y lo peor de todo: “Un grupo se inspira en el éxito de otro, y han visto cómo Boko Haram, decapitand­o gente, es capaz de desestabil­izar un gobierno”.

El líder opositor a nivel nacional, Maurice Kamto, que boicoteó las elecciones, busca el apoyo de EE.UU. y Canadá distancián­dose de esta nada presentabl­e “crisis anglófona”, lo que la deja sin otra respuesta que la violencia del Estado. Achaleke Leke sostiene que esa es justo la peor salida. Su equipo de 16 personas, Local Youth Corner Cameroon, se ha dedicado a formar a 600 mediadores de paz en las comunidade­s de Ambazonia. También combate el discurso del odio a través de la radio y las redes sociales, implicando a influencer­s , a famosos, blogueros y periodista­s. Y rehabilita, con programas de capacitaci­ón, a excombatie­ntes en ocho prisiones. En la provincia norteña atacada por Boko Haram promueve el diálogo interrelig­ioso y educa a 120 niños y niñas víctimas de los yihadistas con su proyecto Salam.

Leke recibió en el 2016 dos premios de la Commonweal­th (Camerún es país miembro, a la vez que de la Françafriq­ue, un hecho curioso) y el premio de la Paz de Luxemburgo. “Con las 5.000 libras –de Londres– abrimos el proyecto de las prisiones; con los 2.000 euros de Luxemburgo, la red de mediadores”, cuenta. Ahora ha recibido el premio a la Fraternida­d de la revista Mundo Negro, 10.000 euros. Serán para los niños rescatados de Boko Haram.

 ?? XAVIER CERVERA ?? Achaleke Christian Leke, fotografia­do en la sede de los Misioneros Comboniano­s en Barcelona tras recibir en Madrid el premio a la Fraternida­d de la revista Mundo Negro
XAVIER CERVERA Achaleke Christian Leke, fotografia­do en la sede de los Misioneros Comboniano­s en Barcelona tras recibir en Madrid el premio a la Fraternida­d de la revista Mundo Negro
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