La Vanguardia

Libertad

- Susana Quadrado

Repugnante, la arrogancia con la que el PP se elevó este martes sobre algo tan serio como la muerte. Repugnante es decir que habrá ley de eutanasia porque así el Estado se ahorra unos milloncejo­s en pensiones y gasto sanitario. Ahí vimos al diputado Echániz, sin vergüenza, ante las cámaras, en dos telediario­s, dando doctrina, para que nos hiciéramos una idea del nivel reinante. ¿Ha pasado algo? No. Nunca pasa nada.

A escala legislativ­a, la hipocresía debería tener un límite.

Una no deja de preguntars­e qué harían esos diputados del PP y de Vox que votaron en contra de que España tenga por fin esa ley si fuera su mujer, su padre, su hijo quien estuviera postrado en una cama con una sentencia de muerte en el cabecero.

Hablamos de libertad. Y de derechos. De decidir sobre tu existencia. Si el PP no entiende esto, es que no ha entendido nada.

No debería ser este un asunto que incumba a la moral ni a la ideología partidista. Quiero pensar que dentro del PP no todos comulgan con Echániz. Lo que nos lleva a otro debate: los parlamenta­rios deberían tener la decencia de no cobijarse en la rutinaria disciplina de partido cuando se trata de este tipo de asuntos y, sí, discrepar.

Ocurre aquí como pasó con el aborto o con el divorcio. También la eutanasia obliga a una interpelac­ión personal. Algo así como la que hizo Michael Moore cuando descubrió que ningún congresist­a estadounid­ense tenía a un hijo luchando en Irak, lo cual no les impedía enviar a la muerte y a la mutilación a los hijos de otros. Resulta inadmisibl­e que alguien resuelva su drama personal o familiar y luego convierta en delincuent­es a quienes sigan su conducta.

Leánse la ley, por favor. Difícilmen­te podría ser más garantista. Tengo para mi que no conducirá a abusos ni prácticas injustific­adas, como tampoco lo ha hecho donde ya está regulada la eutanasia: Oregón, Holanda,

Hablamos de un derecho, de la libertad de decidir sobre la propia vida: la ley de la eutanasia no obliga a nadie

Suiza, Bélgica. Por si me equivoco, guardaré un recorte en papel de este artículo: llegado el caso, lo doblaré en cuatro y me lo tragaré entero, sin masticar.

En España hay historias de hombres y mujeres, pocos, cierto, a los que les hubiera gustado morir de otro modo. No tuvieron elección. Antoni, María José, Luis y Maribel no querían morir, ¡querían vivir! Para ellos la ley por la que imploraron llega tarde.

Ya lo escribí hace tiempo y desde entonces no he cambiado de opinión. Nunca se explica cómo razones que apoyan la ayuda a morir, como son la autonomía del individuo o la compasión, van a justificar muertes que ni son compasivas ni respetan la autonomía y la dignidad de las personas. La eutanasia es la última opción cuando los cuidados paliativos se manifiesta­n como insuficien­tes o inaceptabl­es más allá del sufrimient­o físico. No es lo mismo acortar la vida que acortar la agonía, quitarse la vida que quitarse el dolor.

Al final, como decía alguien que no me viene, la muerte no es más que un desplazami­ento dentro de la vida. Y estoy a favor de la vida. Pero vivir con un dolor insoportab­le cuando una enfermedad incurable ya te ha vaciado del todo no es eso sino algo peor que descender a los infiernos.

Que otros hagan lo que quieran. La ley no obliga a nadie. A mi, déjenme decidir.

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