La Vanguardia

Los silencios son largos

- Màrius Serra

Núria Cadenes publica Guillem (Amsterdam) una novela que abres a media mañana y te secuestra los ojos hasta la hora de comer. Para decirlo con palabras de Capote, es una nonfiction novel. Narra el asesinato de Guillem Agulló i Salvador, un joven de dieciocho años que murió en Montanejos (Alt Millars) por una puñalada que le clavó Pedro José Cuevas Silvestre la madrugada del día 11 de abril de 1993, ayudado por cuatro fascistas más. Jaume Fuster ya publicó un primer libro escrito en caliente, la también novela La mort de Guillem (3i4) de la que conservo la primera edición de 1996 y una segunda de 2013 que ya prologó Núria Cadenes. El próximo setiembre llegará a los cines la película, dirigida por Carlos Marqués-marcet. El caso de Guilem Agulló, antifascis­ta e independen­tista cuando serlo era minoritari­o, sacudió las conciencia­s de toda una generación, sobre todo en el País Valenciano, y coincidió con el boom cultural de la primera promoción de estudiante­s de la línea de valenciano, simbolizad­a por el grupo Obrint Pas. Fue un crimen infame, como todos los hechos de sangre, pero en este la vileza proyectó su sombra hedionda a la sala del juzgado y a las páginas de algunos medios de comunicaci­ón, que pretendier­on transforma­r a las víctimas en verdugos y a la vez quisieron destruir a la familia del difunto. Los padres, Guillem Agulló y Carme Salvador, soportaron el temporal con dignidad y actuaron de diques contra el olvido. Cadenes, que asistió al juicio justo cuando acababa de dejar atrás su condición de presa política, destaca la capacidad detonante de las palabras que la madre de Guillem dirigió a los padres de los verdugos de su hijo: “Nosotros tenemos un hijo muerto que vivirá por siempre, pero ellos, desgraciad­amente sin saberlo, hace veintidós años engendraro­n y dieron vida a la muerte”.

Núria Cadenes, que ya había demostrado su progresión novelistic­a en El banquer (Ed 1984) o Secundaris (Comanegra), llega ahora a una cima narrativa que puede ser descrita con doce palabras extraídas de la novela: “Las frases son cortas. Cortan. Los silencios son largos. Y cortan también”. La intensidad narrativa se sostiene desde la primera página con una técnica de mosaico muy bien conseguida que combina elementos del true crime audiovisua­l: recreacion­es de escenas, documentos transcrito­s, declaracio­nes, descripcio­nes precisas, inventario­s, incursione­s en la bendita hemeroteca, nombres y apellidos, todo servido con una prosa vivaz que se viste con prendas tipográfic­as diversas según requiere cada ocasión. Cadenes consigue el milagro de hacernos olisquear el estercoler­o tóxico de la sección El Cabinista del diario Las Provincias o mirar por el agujero de la cerradura la farsa judicial durante la que los letrados del asesino hacen cantar el “Cara al sol” a Anna, la amiga de dieciséis años que estaba con Guillem la noche del crimen, con la peregrina excusa de comprobar si podía identifica­r lo que cantaron los agresores tras matarlo. La juez accede a ello y a Cadenes le basta con mostrárnos­lo para que saquemos nuestras propias conclusion­es.

Cadenes escribe con una prosa vivaz que se viste con prendas tipográfic­as diversas según requiere cada ocasión

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