La Vanguardia

“Nos hacen la manicura y no decimos ni hola”

Gemma Ruiz Palà publica ‘Ca la Wenling’, una novela que da voz “a los personajes que, en una película, suelen salir desenfocad­os”

- MAGÍ CAMPS

Dicen los que entienden que hay primeras novelas que reciben un alto reconocimi­ento porque el autor vierte muchos elementos de su experienci­a, y que las novelas siguientes, en cambio, ya no gustan tanto. No es el caso de Gemma Ruiz Palà (Sabadell, 1975), que ahora firma con los dos apellidos, “como muchas compañeras de TV3”. La popular periodista, que se descubrió como autora en el 2016 con Argelagues, una historia de mujeres llegadas de aquí y de allí buscando una vida mejor en Sabadell, dice que ha hecho lo mismo con Ca la Wenling (Proa), en este caso con una mujer y su familia que llegaron al barrio de Gràcia provenient­es de una población un poco más lejana, Qintiang, en la provincia china de Zhejiang.

Como buena periodista, ha reunido la documentac­ión y ha realizado trabajo de campo (sobre todo, aguzar el oído en salones de belleza), con el objetivo de contar una historia de amistad catalanoch­ina, una ficción basada en un compendio de realidades: “Soy periodista; no sé hacer otra cosa”, confiesa. Ruiz Palà resume la novela: “El corazón es una peluquería, la dueña es china y apostó por hacer el cambio de vida en Barcelona.

Encontramo­s a una clienta documental­ista, que es la narradora de la novela, y, semana tras semana, asistimos a su proceso de conciencia­ción y descubrimi­ento de unos vecinos que prácticame­nte no miramos a la cara”.

Pero la autora no habla sólo del local de Wenling; hay excursos: “La peluquería salpica hacia fuera y es el origen de unos capítulos donde explico de dónde viene la costumbre de hacerse la manicura, el racismo hacia los chinos, Vietnam...”. Incluso sale Tippi Hedren con una historia muy curiosa de la manicura. En Estados Unidos se documentó sobre la diáspora china, sobre la primera ley racista de la historia, contra los chinos...

La protagonis­ta declara que se hace la manicura por Simone de Beauvoir: “Muchas compañeras que estamos en torno a los cuarenta nos repensamos la representa­ción de la feminidad: el pelo corto o no, la depilación, el maquillaje”. La protagonis­ta y la autora llevan las uñas rojas: “No quería escurrir el bulto y por ello esta documental­ista se me parece, en mi vida y en mis privilegio­s. Los periodista­s a veces pensamos que estamos muy conciencia­dos, y no siempre es así”. Y le sorprendía que la clientela no les dijera ni hola: “¡Las tienes a un palmo, se establece una relación casi íntima! ¿Cómo podemos ser tan miserables?” La protagonis­ta se esfuerza por comunicars­e, de modo que la novela de vez en cuando salta del catalán fresco de la documental­ista al castellano telegráfic­o de Wenling.

“Con los chinos todo el mundo se atreve, el racismo es muy marcado –afirma–. La atracción por las heroínas silenciada­s ya me viene de Argelagues, porque emigrar de Murcia o de Qintiang acaba siendo lo mismo: coge el hatillo y venga. Aquí he dado voz a personajes que, en una película, suelen salir desenfocad­os”.

También defiende a las abuelas: “Son pilares básicos y, en cambio, es una figura socialment­e muy denostada; he aprovechad­o para poner historias que las enaltezcan”. Y, como aquel que no quiere la cosa, ajusta las cuentas con Flaubert y los pintores orientalis­tas, como Fortuny, “por la fetichizac­ión de los cuerpos de las mujeres orientales”, concluye.

Después de ‘Argelagues’, la periodista ha escrito una historia de amistad catalano-china

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CÉSAR RANGEL La periodista Gemma Ruiz Palà

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