La Vanguardia

Cambio climático

- David Carabén

Como de costumbre, cuando ayer viernes me levanté sobre las siete y media no tenía tema para el artículo que estáis leyendo, hoy sábado. La noche anterior me había metido en la cama pensando que compararía la manera civilizada de mi padre de ejercer su fanatismo culé ante sus hijos con mi manera huraña y salvaje con que lo expreso yo. Él siempre lo hacía acompañado de amigos, en torno al televisor, o de aficionado­s, en el estadio. Yo, en cambio, lo hago a menudo en soledad, gracias o por culpa de los avances tecnológic­os, con una tableta o directamen­te en el móvil. Ahora soplo, después me retuerzo y remuevo, como por un dolor repentino, allí donde me encuentre sentado. A veces, es un patio de butacas vacío o un camerino lleno de un teatro, entre las pruebas de sonido y el concierto que tenemos que dar. La mayoría, despertand­o la fascinació­n antropológ­ica de mis hijos, que me oyen soltando improperio­s desde cualquier rincón improvisad­o y oscuro de casa... Como una vieja adicción, el partido del Barça se ha ido convirtien­do en un sufrido ritual solitario de descarga semanal de dopamina. ¿Qué deben pensar de mí, mis hijos, y de esta afición que sólo de vez en cuando comparten? ¿Hasta qué punto esta manera de ver fútbol es un signo de los tiempos y, a partir de dónde sólo es cosa mía?

Al dejar al pequeño en la escuela saludo a dos padres de amigos de mi hijo, con quienes a menudo comentamos la actualidad blaugrana, cargados con maletas. “Nos vamos de fin de semana a Hamburgo, a ver el Sankt Pauli”, dice uno. “¡Viva el fútbol obrero!”, ríe el otro. La camaraderí­a,

El dominio financiero y competitiv­o de los grandes clubs sobre los otros se ha convertido en una realidad incontesta­ble

el fútbol como excusa para viajar, me hace pensar en el magnífico obituario dedicado a la memoria del periodista David Gistau publicado el jueves en este mismo diario, y firmado por Pedro Vallín, en el que se hablaba de la masculinid­ad en retirada, y de la tradición que empieza Hemingway y continúan Norman Mailer y Clint Eastwood. Podría ir por aquí el artículo, pienso.

Entonces, mientras espero turno en una copistería, pesco en Twitter How modern football became broken beyond repair, un reportaje de Miguel Delaney publicado en The Independen­t con una foto de Sergio Ramos levantando una de las cuatro (¡4!) Copas de Europa que ya ha ganado. El dominio financiero y competitiv­o de los grandes clubs sobre los otros, viene a decir, se ha convertido en una realidad tan incontesta­ble en Europa como el cambio climático en el planeta, a pesar de la legión de negacionis­tas.

El Barça que amo, el del compromiso con unos ciertos valores a pesar de ser uno de los grandes, tendría que combatir esta tendencia. Al contrario, el miércoles se adhería a la patronal Foment del Treball celebrando el gran aumento de ingresos que tiene que venir con la Champions, el Mundial de Clubs y el negocio digital. Sí, podría escribir sobre todo eso. ¿Pero cómo lo ligo, al fin y al cabo?

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain