La Vanguardia

“Corría para adelgazar”

Desde hace seis años, Toni Abadía es un profesiona­l del atletismo, uno de los pocos

- Sergio Heredia

A mitad de carrera, Geoffrey Mutai trató de romper el grupo con uno de sus caracterís­ticos acelerones

Ed Caesar, ‘Dos horas’

Reviso alguna de las carreras de Toni Abadía (29) y pienso en Geoffrey Mutai, maratonian­o de leyenda que ganó cinco maratones entre el 2010 y el 2013: dos veces en Nueva York, otras dos en Berlín y una quinta en Boston.

Ambos hacen lo mismo.

Abadía lanza cambios y prueba cosas y se retuerce en la cabeza del grupo. Monta una fila india con todos los rivales.

Lo pasa mal.

Pero hace que el resto lo pase peor. Tengo que preguntarl­e:

–¿Le gusta sufrir?

–La verdad es que sí.

Su respuesta me hace pensar en Alejandro Gómez. Había sido un fondista gallego muy popular en los años ochenta y parte de los noventa. En su día, uno de los mejores del mundo.

Una vez, Alejandro

Gómez dijo:

–Cuanto más duele, mejor me lo paso. Me encanta el dolor del sufrimient­o.

(...)

Me cuesta asumirlo.

Cuando yo corría, no soportaba el dolor de las pruebas más largas.

Ese momento en el que se juntaban el ácido láctico, la asfixia en los pulmones, el agarrotami­ento en piernas y hombros y una certeza: aún quedan muchos metros por delante.

Le pregunto a Toni

Abadía:

–¿Cómo puede ser que a usted le guste eso?

–Si no me gustara sufrir, considero que no me merecería este deporte.

Comprendid­o: para superar a este tipo hay que estar dispuesto a pasarlo muy mal.

Y teniendo en cuenta que Toni Abadía se lo está pasando bien, este es un problema de los gordos.

(...)

Antes, cuando entró en este mundo, no era así. Al principio, Toni Abadía corría por otros motivos.

–De crío, corría para adelgazar –me dice. Grandullón como es, un fondista atípico, hay que preguntárs­elo:

–¿Acaso era usted un crío rellenito? –De pequeño jugaba al fútbol. Era defensa, y eso me exigía ser corpulento. Pero claro, cuando aposté por el atletismo decidí bajar peso.

–¿No se veía bien?

–Hombre, el aspecto estético no me importaba. Lo que entendía es que tenía que quemar grasa. Y para eso, tenía que entrenarme más y comer mejor.

Para entonces, tenía doce años. Apostar por el cambio había tenido sus servidumbr­es. Como futbolista, Toni Abadía la tocaba. Había sido un futbolista brillante. A veces figuraba en el equipo de fútbol sala de la selección aragonesa, en las categorías inferiores. Tenía nueve o diez años. Luego el campo se fue ampliando. Pasó al fútbol 7. Y al final, al fútbol 11.

–Los sistemas de juego, los cambios y otras cosas hicieron que mi rendimient­o menguara. La verdad es que aquello no lo llevaba bien. Mi hermana mayor, Yohana, era fondista. Me propuso que probara. –Siempre, los hermanos mayores... –La hermana mayor, y mi padre (un ingeniero prejubilad­o): el hombre me llevó a la Federación Aragonesa. En un corcho de las oficinas colgaba un cartel. Se buscaban niños. Un grupo se entrenaba en un parque en Zaragoza, el parque del Buen Humor. Resulta que estaba al lado de casa. Y allí que me fui.

–¿Qué encontró?

–No había una pista de atletismo, ni nada por el estilo. Pero tenía tramos de barro y otros de asfalto, y un carril bici con hitos. Y un gran entrenador.

Manolo Lahoz le tomó bajo el ala. Contaba con un grupo amplio, de veinte chavales, el Zaragoza 2000...

–¿Y qué le enseñó Lahoz?

–Lo mismo que me enseñaron mis padres (un ingeniero y una profesor de idiomas) invirtiend­o en mi deporte: la disciplina de grupo. Cómo calentar. Los protocolos antes de las competicio­nes. La elección del calzado. Para entonces, yo ni siquiera sabía qué eran unas zapatillas de clavos. Qué medidas debían tener esos clavos para impulsarte en el barro. La vaselina para evitar rozaduras...

En aquel escenario, Abadía se hizo grande. Creció tanto que se ganó una beca en la Blume de Madrid. Le entrenaba Dionisio Alonso. Luego regresó a Zaragoza. Ahora está en manos de José Luis Mareca.

Y gana dinero con el atletismo. –¿Cómo lo hizo?

–Estudié ADE. Y Matemática­s en la UNED. Me gustan los números. Seguiré con ellos. Pero a los 23 años sentí que tenía posibilida­des en el atletismo.

–¿Y...?

–Convencí a mi madre. Nike me hizo una oferta. Un buen sueldo, que se juntaba con las becas de la Española. Podía profesiona­lizarme. Y en eso estoy.

–¿Y vive por su cuenta?

–Bueno, he vivido solo pero ahora estoy con mis padres. Quiero ir a los Juegos de Tokio. Y el paraguas de los padres es una buena ayuda, no le voy a engañar.

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DAVID ACEDO Toni Abadía, en Barcelona, en enero
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