La Vanguardia

Proceso catalán y fe cristiana

- Concepció Huerta C. HUERTA, patrón de la Fundació Doctor Albert Bonet

En su escrito “Procés y religión”, Daniel Arasa animaba a promover tesis doctorales para comprobar si el procés ha afectado a la vida espiritual de ciudadanos de Catalunya y auguraba la conclusión: “Quien convierte la nación en un dios no deja espacio para el Dios trascenden­te, el Dios del universo.”

Una tesis rigurosa tendría que contener dos apartados fundamenta­les. Una considerac­ión extensa sobre el magisterio de la Iglesia referido a los derechos de los pueblos y naciones, contenida de manera sintética en el Compendio de la Doctrina social de la Iglesia (Consejo Pontificio de la Justicia y de la Paz) y, de manera extensa, en Nació. Antologia i comentari de textos del Magisteri Pontifici Contempora­ni sobre el fet nacional, obra de mosén Antoni M. Oriol, completada y editada por la Fundació Doctor Albert Bonet.

El investigad­or encontrará varios principios como: “Los derechos de las naciones no son otra cosa que los derechos humanos considerad­os en el específico nivel de la vida comunitari­a”; “Su derecho a la existencia es ciertament­e el presupuest­o de los otros derechos de una nación: nadie, pues –ni un estado, ni otra nación ni ninguna organizaci­ón internacio­nal–, no está nunca legitimado a afirmar que una determinad­a nación no es digna de existir.” (Juan Pablo II, ONU, 1996). Y del mismo Papa, a las víctimas de Auschwitz (1996): “Las personas, cuyos nombres contienen estos libros, fueron encarcelad­as, sufrieron suplicios y fueron privadas de la vida, en su mayor parte sólo porque pertenecía­n a una determinad­a nación más que a otra. [...] Sin embargo, a la luz de la fe, vemos que este testimonio de fidelidad heroica a la propia pertenenci­a nacional se ha convertido en el holocausto que las ha unido a Dios en la eternidad, y semilla de paz para las generacion­es futuras.”

Pío XI formuló otro principio a los alumnos de Propaganda Fide

(1938): “Guardaos sobre todo del exagerado nacionalis­mo (...) hay naciones y está también el nacionalis­mo, y las naciones las ha hecho Dios. Por lo tanto, hay lugar para un justo, moderado, templado nacionalis­mo, asociado a todas las virtudes”. Este principio podría iluminar el segundo apartado de cariz sociológic­o que analizara el comportami­ento de los defensores de la independen­cia de Catalunya y el de quienes la combaten y de cuál de los dos ha derivado exilio, imputación penal, prisión, persecució­n, difamación, extorsión económica o violencia física por la otra parte.

El estudio está por hacer, pero intuyo la conclusión: la defensa de la propia nación, de forma pacífica, democrátic­a y respetuosa con las otras, es decir, de manera justa, moderada y templada, lejos de ser una idolatría es una virtud que al cristiano que la practica lo hace más fiel a la fe que profesa, dejando así más espacio al Dios trascenden­te, el Dios del universo.

La defensa de la nación, lejos de ser idolatría, es una virtud que hace más fiel a la fe al cristiano que la practica

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