Nekane Murga
Consejera de Salud vasca
La comunicación del Gobierno vasco sobre las consecuencias para la salud del accidente del vertedero de Zaldibar en esta población, así como en Ermua y Eibar, evidencia fallos que el propio Ejecutivo tuvo que admitir ayer.
La comunicación de la crisis del vertedero de Zaldibar (Bizkaia) ha sido mejorable. El Gobierno vasco, a través de dos técnicos del departamento de Salud, admitió ayer que la situación ambiental “quizás no se explicó bien en el primer momento”, alusión al cambio drástico de discurso tras publicarse el viernes que los niveles de “dioxinas y furanos” en el aire eran “50 veces superiores” a las de un entorno urbano.
Hasta ese momento, se aseguraba que la calidad del aire era buena. El salto de esa aparente normalidad a una alerta sanitaria que incluye las directrices de no abrir las ventanas y tampoco practicar deporte al aire libre a una población de 50.000 habitantes ha provocado un gran enfado en las localidades de Ermua, Eibar y Zaldibar, cercanas a la escombrera. Ayer, por primera vez, el
Ejecutivo reconoció su error, que achaca a no disponer entonces de datos de todos los contaminantes. La información dada hasta ese momento chocaba con el escepticismo de los vecinos. El olor desagradable y el sabor a metal que quedaba en la boca al salir a la calle no cuadraban con el mensaje de tranquilidad.
De todas formas, a pesar de la alarma generada por las partículas tóxicas procedentes del incendio del vertedero derrumbado, los técnicos de Salud aseguraron que los tres medidores de aire repartidos en las localidades reflejan que “los niveles de metales pesados son correctos y las pruebas de amianto dan negativas”. Los dispositivos instalados analizan 172 compuestos orgánicos volátiles.
La alerta se va a mantener varios días. El jueves se conocerán los nuevos datos de dioxinas y furanos, cuyos elevados niveles sorprendieron al Gobierno. La meteorología juega un papel importante. El hecho de que haya viento fuerte en la zona está dispersando por un lado la contaminación pero ayuda por otro a reducir la concentración de toxinas. Desde el Ejecutivo, eso sí, recalcaron que sólo la exposición prolongada a estas sustancias puede afectar a la salud de las personas y que la presencia actual de estas partículas en el aire no tiene afección “ni a corto ni a largo plazo”. “Nuestra idea –indicaron los técnicos de los laboratorios móviles desplazados– es que los niveles vayan bajando, pero depende del incendio y de las condiciones climatológicas”.
Sofocar el incendio es una prioridad y ayer continuó el trabajo de los bomberos, que el sábado, tras la apertura de una pista en el vertedero hasta el foco principal, comenzaron a arrojar arena a las llamas, provocadas por la combustión de metano entre los residuos.
Por otro lado, el operativo desplegado trata de estabilizar la ladera de vertidos y tierra para poder así comenzar la búsqueda de los cuerpos de los dos operarios de la instalación sepultados el pasado día 6 en el derrumbe.
Los especialistas siguen mirando al cielo ya que las lluvias anunciadas para hoy podrían desestabilizar de nuevo la gran lengua de medio millón de metros cúbicos de restos industriales, tierra y árboles y retrasar, otra vez, las labores de rescate. La búsqueda se centrará en primer lugar en la zona cercana a la báscula de la escombrera, donde se encontraban trabajando los operarios en el momento del colapso de la estructura. El lehendakari Iñigo Urkullu presidió ayer la reunión de la mesa técnica que gestiona la crisis y visitó la zona afectada junto a los familiares de los dos desaparecidos. La oposición, en bloque, ha pedido responsabilidades al Ejecutivo.
Los bomberos, que arrojan arena para sofocar el fuego, temen que la lluvia derrumbe la ladera de residuos