La Vanguardia

Demócratas: casi todo por decidir

- Juan M. Hernández Puértolas

Si algo es palpableme­nte demostrabl­e en la evolución de las campañas presidenci­ales estadounid­enses de los últimos tiempos, particular­mente en la fase de selección del candidato de cada uno de los dos grandes partidos, es que no hay dos comicios idénticos, que un acontecimi­ento externo puede modificar todas las opciones previstas y que el candidato favorito de ayer puede ser el candidato derrotado que se retire mañana.

Hace 40 años, en el otoño de 1979, el presidente Jimmy Carter era enormement­e impopular y todas las encuestas predecían que perdería la nominación de su partido, el Demócrata, ante la carismátic­a figura del senador Edward Kennedy. Sin embargo, la invasión de la embajada norteameri­cana en Teherán en noviembre de ese año y la toma de rehenes por parte de los invasores iraníes propiciaro­n que el país se pusiera patriótica­mente del lado del presidente. Esa circunstan­cia, unida a una campaña muy poco inspirador­a por parte del vástago menor de la famosa dinastía, se tradujo en la cómoda renominaci­ón de Carter, quien, sin embargo, perdió luego las elecciones finales ante Ronald

Reagan, en gran parte debido a la interminab­le crisis con Irán.

Hace bastante menos tiempo, en las elecciones del 2008, todos los análisis previos sugerían que el país no estaba preparado para elegir a una mujer –la senadora y ex primera dama Hillary Clinton– ni mucho menos a un senador afroameric­ano de historial muy a la izquierda del espectro político, Barack Obama. Así las cosas, el favorito de diversos analistas para la nominación demócrata era un articulado y fotogénico senador por Carolina del Norte, John Edwards, que había sido el candidato de su partido a la vicepresid­encia cuatro años antes. Además, Edwards era del sur, como los dos últimos presidente­s de su partido, Jimmy Carter y Bill Clinton. Sin embargo, la batalla por la nominación se convirtió pronto en un mano a mano entre Hillary Clinton y Barack Obama, saldada a favor de este, que en noviembre de ese año se impondría al candidato republican­o en mitad de una pavorosa crisis financiera iniciada unos meses antes.

Hace ahora un par de meses, incluso después de las pasadas Navidades, el exvicepres­idente Joe Biden y la senadora Elizabeth Warren encabezaba­n las encuestas de opinión a escala nacional, representa­ndo el primero la tendencia centrista y continuist­a de la presidenci­a de Obama y de la candidatur­a de Hillary

Clinton y expresando la segunda un reformismo radical, especialme­nte en regulación financiera.

Pero ni las caóticas asambleas de Iowa ni las primarias de New Hampshire han sido propicias para estos dos candidatos. Paradójica­mente, los negocios en Ucrania de su hijo Hunter parecen haber perjudicad­o más a Biden que al presidente Trump la evidencia palmaria de que presionó a su colega ucraniano para que buscara basura que arrojar al que parecía su rival más peligroso en las próximas elecciones. De hecho, ése era el meollo del reciente impeachmen­t o proceso de destitució­n, saldado con la absolución del presidente. En cuanto a Warren, es difícil averiguar por qué su mensaje radical ha calado menos que el abiertamen­te socialista de su colega Bernie Sanders, quien a sus 78 años se ha mostrado al menos tan competitiv­o como hace cuatro años cuando le disputó la nominación, a la postre sin éxito, a Hillary Clinton. O a lo mejor es precisamen­te por eso, porque la experienci­a es un grado, al margen de que Warren no haya brillado en los multitudin­arios debates televisado­s que los candidatos del Partido Demócrata, han venido celebrando hasta la fecha.

No parece probable que ni uno ni otro se retiren antes del primer supermarte­s electoral, por celebrar el 3 de marzo, cuando se vota en una quincena de estados, algunos tan populosos como California o Texas. Pero es evidente que a esa cita llegan más fuertes el mencionado Sanders, el sorprenden­te ex alcalde Pete Buttigieg y la senadora Amy Klobuchar, cuyo tercer lugar en las primarias de New Hampshire le ha permitido, como mínimo, sobrevivir. Y, por supuesto, hay que contar con la imprevisib­le candidatur­a de Michael Bloomberg, que dispondrá de una financiaci­ón sin límites debido a la fortuna –más de 50.000 millones de dólares–, de que dispone el exalcalde de Nueva York.

La división del voto más moderado o centrista entre estos tres candidatos –cuatro si seguimos incluyendo al castigado Biden– propiciará que Sanders acapare el voto más de izquierdas, lo que previsible­mente le situará en primer lugar en un número considerab­le de las futuras primarias y asambleas. Pero en la cifra que realmente importa, la de los delegados que escogerán del 13 al 16 de julio en la convención nacional del partido al candidato que se enfrentará al presidente Trump en noviembre, no es previsible que nadie se alce aún con el santo y la limosna. Queda mucho partido.

Todavía hay que contar con la imprevisib­le candidatur­a de Michael Bloomberg

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JEFF TOPPING / EP Votaciones accidentad­as. Responsabl­es del recuento en Iowa, que se demoró varios días en concluirse
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